En el foco está el sexo a la vista. Pero el problema no es el sexo. No es un problema moral. Ni una reprimenda conservadora a un beso o una caricia. No es un escándalo inflamado por los memes. No es un fallido de conexión en una sociedad alejada social y sexualmente y, sin embargo, televisada las 24 horas por un gran zoom en el que se ha convertido la vida en donde todos estamos en un Gran Hermano sin entrar a la casa, sino sin salir de nuestras casas.
No es que se vea una lola. En la Convención Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires la ex diputada María Jose Lubertino dio la teta en su banca, a fines de los noventa. También Victoria Donda, en el 2015, hizo lo mismo que tantas trabajadoras en su lugar de trabajo: ejercer el derecho a la lactancia.
También la ex líder estudiantil Camila Vallejo dio la teta en el Congreso chileno en el 2015. Y, en enero del 2016, la diputada española (de Podemos) Carolina Bescansa amamantó a su hijo de seis meses en su banca. No es que no se pueda ver una teta en el recinto, sino el sentido obsceno de la impunidad que se exhibe.
El problema es la exhibición del erotismo, obviamente fuera de la intimidad, en horario de trabajo y mientras se desarrollaba una sesión legislativa. Pero no es un affaire, un descuido, un chiste o un escándalo. Es un efecto de la impunidad de quienes se creen dueños del sexo. La híper virtualidad -a causa de la pandemia- solo desnuda sus prácticas.
La sanción moral por tener hijos extra matrimoniales (escondidos por el ex presidente francés Francois Mitterand y el ex presidente argentino Carlos Menem, entre otros) hasta tener que reconocerlos (o que sean vistos recién post mortem) y los escándalos por amantes no admitidas, separaciones negadas e infidelidades son parte de una política montada como un teatro de farsas.
Antes la vida pública mostraba hombres conservadores y la vida privada admitía pecados privados. Esa dualidad ya no es posible porque el lema del feminismo “la intimidad es política” no admite como parte de la vida personal golpear a la esposa o acosar a estudiantes y, por otro lado, mostrarse como un caballero honorable. Pero esa diferencia no es por moralina o por estándares añejos.
Una escena erótica legítima requiere de intimidad. Y no de la exhibición en una sesión legislativa remota. La intimidad es política, pero la política no puede sobrexponer la intimidad. La exhibición de la sexualidad en el caso del diputado Ameri muestra su desinterés por el trabajo público, la exposición de otros legisladores –Carlos Heller, en este caso- y la ostentación de una sexualidad que no admite barreras.
Tal vez el vicio de la exhibición masculina de poder frente a las mujeres y del poder de seducción frente a los pares masculinos jugo su carta más obvia en el caso del diputado Juan Emilio Ameri. Pero, por sobre todo, el problema no es lo que se vio del diputado Ameri, sino lo que no vieron dentro del Frente de Todos para que Ameri llegara a ser diputado.
Las denuncias –judiciales o extrajudiciales- por acoso, machismo, abuso sexual no pueden ser desoídas por ninguna fuerzas política. Y, aunque no haya denuncias judiciales (porque no hace falta avisar que la justicia revictimiza a las víctimas y que las víctimas tienen derecho a no someterse a las pericias y exposición de una denuncia pública) tienen que ser investigadas (y salvo que se compruebe fehacientemente que se trata de una denuncia falsa) nunca más un político puede llegar a ocupar una función público si es acusado de ejercer violencia sexual.
La legisladora porteña Ofelia Fernández tuiteó: “Me avergüenza que Ameri tenga que llegar a este nivel de irresponsabilidad pública para que nos enteremos de sus denuncias por acoso. Que sea la última vez que consideran idóneo a quien se caga en las mujeres, nos ahorraríamos este espanto”.
Juan Emilio Ameri renunció al Congreso después de dar una explicación sobre prótesis mamaria que no logró sacarlo del repudio masivo. Su reemplazante va a ser Alcira Figueroa que fue candidata suplente en la lista del Frente para la Victoria en Salta. Ella es antropóloga y magister en Políticas Sociales y Desarrollo Sustentable. También integra la Comisión de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Orán.
En una entrevista con Maby Sosa, de Tiempo Argentino, Figueroa relató que se conocieron denuncias contra Ameri en las redes sociales y que, sin embargo, no se lo apartó: "Nosotras reclamamos a los diferentes espacios al partido pero no nos prestaron atención. De esta manera muchas mujeres nos alejamos de la participación directa del partido. A nosotras nos costó generar un cambio adentro. Lo veníamos sufriendo”.
“Nos llegaron las denuncias, las supimos, pero adentro nos decían que no había una denuncia formal, no había pruebas y no se lo podía sancionar de ninguna manera. Por eso ya teníamos mucho malestar. Y no es sólo con él, con una persona que queda en evidencia, y se lo saca de una manera que le hace bien a la democracia”, le explicó a Tiempo.
En la nota Política patriarcal: Ameri no es la excepción, de la periodista Natalia Arenas, en Cosecha Roja, la politóloga Paloma Dulbecco advierte que hubo un comunicado de advertencia que se tituló: “El movimiento feminista de Salta no quiere varones violentos en la política”. No es que no se los dijeron. Es que no las escucharon. Y eso no puede volver a pasar.
“Hay mucho más de estos personajes en el mundo de la política en Salta, que es mucho más grave de lo que ocurre en otras provincias porque tenemos una sociedad totalmente patriarcal, semi feudal, con estructuras anquilosadas de siglos pasados que se hacen muy difícil de revertir. He visto que muchas mujeres de movimientos feministas fueron violentadas y tuvieron que irse de Salta porque no se sienten contenidas en ningún espacio y eso es muy lamentable”, le dijo Alcira Figueroa a Maby Sosa.
Y ahí vamos a otro punto central. En el imaginario social se dice que las provincias del norte son conservadoras. Pero hay una fuerte diferencia entre valores y doble moral, entre realidad e hipocresía. Y, esa diferencia, no puede costarle la vida, la salud y la sexualidad a las mujeres y diversidades sexuales.
En el 2018 el Senador Adolfo Rodríguez Saa refrendó sus convicciones católicas para votar en contra de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Uno de quienes le bajaron el pulgar al aborto legal ensalzó sus valores: “No nos respeten a los que pensamos como católicos. Yo vengo acá y voy a defender mis convicciones, mis convicciones de argentino, mis convicciones de cuyano, de puntano, mis convicciones de peronista y mis convicciones de católico, apostólico, romano”.
En 1994 el ex y fugaz presidente (en ese entonces gobernador) denunció a su amante Esther “La Turca” Sesín por secuestro y extorsión de videos y fotografías entre juegos sexuales en un hotel cuyo nombre quedo para la historia “YNo C”. Porque en la Argentina los dueños del sexo hacen, pero no saben. Y dejan en la clandestinidad a quien puede morir y no a quien puede pasar la página.
“Me quieren destruir”, dijo El Adolfo después de ser liberado. Tal vez lo que se quiere ahora deconstruir es la doble moral que permite castigar a quienes no hacen lo que los dueños dicen, pero que deja en bambalinas –o en pleno zoom abierto- lo que ellos quieren. Porque ser dueños tiene (o tenía) esos privilegios.
Los varones ya no son los dueños del sexo: los que lo pueden pedir, exigir, atropellar, esconder, vender, extorsionar, disfrutar, esconder y usar. La revolución feminista saca (ya no del closet) sino de la banca al sexo como una propiedad privada de varones poderosos. Y lo socializa para que lo puedan disfrutar todxs y no lo tenga que sufrir ninguna.
Tal vez el zoom es un favor. Porque ya no se puede esconder lo que pasaba en el Congreso sin las cámaras prendidas. El ex diputado José Orellana fue procesado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo criminal y correccional, el 20 de mayo del 2020 como “autor penalmente responsable del delito de abuso sexual”.
La denuncia la realizó Agustina Poch, en el 2016 contra el ex diputado por Tucumán. Pero él sigue siendo Intendente de Famaillá y calificó a la decisión judicial como un tramité a pasar. En Tucumán hay una larga fila de casos sin definir. El Senador José Alperovich tiene licencia por una denuncia de abuso sexual (renovó la extensión de la licencia sin goce de suelda con la frase “para abocarme a mi defensa”) y también está señalado el legislador de Fuerza Republicana Ricardo Bussi.
En el Congreso hay una buena señal que no se vio por la televisó. La Cámara de Diputados dispuso una reparación laboral para la denunciante en julio de este año. Ella fue incorporada al Departamento de Géneros y Diversidad Sexual. “Una trabajadora de ésta Cámara de Diputados de la Nación denunció haber sufrido abusos sexuales por un entonces diputado nacional, que está procesado por ese delito, y no encontró la protección física y psíquica que amparada por la Ley debería haberle garantizado ésta Cámara”, expresó un comunicado oficial con una autocrítica.
El caso de Orellana debería llegar a juicio oral sin dilaciones, ni peligro de prescripciones. Pero, mientras tanto, la Intendencia no parece un buen lugar para esperar sentencia. “Por supuesto que debería renunciar a su cargo público de intendente ya que es una persona sin idoneidad moral. Como mínimo debería tener licencia hasta que finalice el proceso”, subrayó la abogada María Elena Barbagelata.
Poch destacó el apoyo de la diputada socialista para la que trabajaba (Gabriela Troiano) y de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) cuando la justicia la escuchó: “Espero que esto siente precedente para aquellas compañeras que trabajan en la Cámara de Diputados de la Nación y todas aquellas que sufren o han sufrido hechos semejantes, para que sigamos convencidas de que es posible luchar contra la impunidad y sentirnos parte de la campaña Yo si te creo”
Por eso, no se trata de un escándalo, ni de una escena sexual, sino que el objetivo real -más allá de los memes- es que el sexo ya no sea una forma de poder en detrimento de muchas. No se necesita verlo en vivo y en directo, sino legislar para que sea un derecho y no un show.
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