Iom Kipur: un celular en el alma

Esta noche, en la comunidad judía, estaremos viviendo el comienzo del Día del Perdón. Quizá, para poder resumir uno de los objetivos centrales del día, valga la metáfora con la parte del cuerpo más importante que tenemos en este nuevo tiempo: el celular

La pandemia nos empujó a una cantidad inesperada de situaciones, replanteos de prioridades, reinvenciones laborales, postergación de proyectos y renovación de esperanzas. Cada uno se vio empujado a enfrentar diferentes nuevas normalidades tanto en lo social, lo académico, lo laboral, lo profesional, como en lo espiritual o en el cuidado de la salud. Sin embargo, todos nos vimos empujados casi al siglo XXII en materia de tecnología.

En el siglo pasado convivieron las generaciones de inmigrantes desconocedoras del idioma y las costumbres locales, con las generaciones que comenzaban a nacer en la nueva tierra. Las diferencias entre ambas radicaban no sólo en la edad, sino en el tipo de mundo del que cada una provenía. El Viejo Mundo y la Nueva Tierra. Algo similar sucede en este tiempo. Somos varias las generaciones que convivimos en este presente. Mientras algunos nos sabemos parte de la generación que se siente casi como un inmigrante de la era digital, los más jóvenes se saben nativos tecnológicos. Ya han nacido en este nuevo mundo.

Así las cosas, este nuevo tiempo de virtualidad nos ha empujado incluso a los más inmigrantes en la temática, a que ya no parezca tan extraño en nuestro lenguaje hablar de cafés por Zoom, páginas de Facebook, canales de Youtube, encuentros por streaming, charlas por Facetime, caracteres de Twitter, historias de Instagram, contenidos en Wikipedia, videos de TikTok, noches de Netflix, espacios en iCloud, canciones en Spotify y terabytes de memoria.

Mientras tanto en esta columna de cada domingo, intentamos traer al hoy algunas ideas que tienen ya varios milenios. Y si bien la distancia entre generaciones que conviven en el mismo presente es a veces tan remota, podemos descubrir que varios mensajes resultan tan modernos incluso viniendo desde los siglos.

Esta noche, en la comunidad judía, estaremos viviendo el comienzo del Día del Perdón. La noche más sagrada y el día más difícil del año. Quizá, para poder resumir uno de los objetivos centrales del día, valga la metáfora con la parte del cuerpo más importante que tenemos en este nuevo tiempo: el celular.

El celular se ha transformado en una extensión de nuestro brazo. Ya casi se mimetiza con la mano, y parecemos malabaristas logrando hacer cualquier tipo de actividad sin siquiera pensar en soltarlo. En él, no sólo ha mutado nuestro cuerpo, sino también nuestra alma. Allí hemos decidido guardarlo todo. Recuerdos, fotos, historias, contactos, personas, videos de una vida, momentos tristes y bellos. Viajes, paisajes, puestas de sol. Las voces (en audio) de los nuestros y sus sonrisas (en selfies). Lo que guardábamos alguna vez en nuestra memoria, ahora queda guardado en la cantidad de gygabites contratados.

Es por eso que una simple forma de comprender la potencia espiritual de este Día Sagrado, es compararlo con lo que sabemos que es tan necesario hacer con nuestro celular. Reiniciar. Vaciar la papelera. Desinstalar apps. Optimizar el almacenamiento.

Estos días de reflexión nos llaman a dedicarnos un tiempo para descomprimir nuestro alma, y hacer más ágil nuestro corazón. Porque el corazón, al igual que el celular, no tiene almacenamiento infinito. Tiene un espacio limitado para tolerar una cantidad de información, data, pensamientos, recuerdos, angustias, pesares y dolores del ayer. Este día nos los tomamos para revisar la capacidad que tenemos en nuestro espíritu. Un tiempo para revisar, como con el celu, cuáles son las cosas que no vale la pena seguir llevando en la memoria.

Así como el celular cuando le aliviamos la memoria, el corazón también comienza a caminar más ágil. Éste es un día para revisar cuáles son las fotos, las imágenes, los recuerdos, los audios que siguen resonando y que duelen, los contactos y las conversaciones, que ya es tiempo de pasar a la papelera de reciclaje del alma. Porque sólo así, tendremos el lugar disponible para las nuevas fotos, nuevos momentos, hermosos tiempos y grandes viajes que nos propone este “reload” espiritual.

Amigos queridos. Amigos todos.

En el calendario judío estamos comenzando un nuevo año. Un regalo para todo aquél que sienta que siempre es un buen momento para volver a empezar. Esta nueva normalidad nos ha empujado a un tiempo y un mundo diferente. Único. Si hay algo que pedimos para el año que está comenzando, es que sin dudas, sea diferente. Pero debemos saber, que para que el año sea diferente, quienes debemos ser diferentes somos nosotros. Para eso, tenemos que ser y hacer la diferencia.

Entonces, poder traer un tiempo donde podamos sonreírle de frente, a cada nueva selfie.

El autor es rabino de la Comunidad Amijai, y presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masorti.