Rucci y un “Nunca Más” imprescindible

Al kirchnerismo no le conviene recordar quiénes y por qué asesinaron a José Ignacio Rucci; por eso prefiere ocultarlo, no nombrarlo, reducirlo a “un accidente de la historia”

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José Ignacio Rucci
José Ignacio Rucci

La figura de José Ignacio Rucci volvió a instalarse públicamente la semana pasada por el rechazo del Frente de Todos a realizar un homenaje en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Los legisladores oficialistas argumentaron que el proyecto de homenaje presentado “tenía fundamentos vagos” y era “otra falsedad del macrismo...”.

Esta situación abre un debate necesario. No es voluntad de volver al pasado lo que lo impulsa: es conocer nuestra historia, aprender de ella y no volver a repetir errores que nos sigan haciendo daño a los argentinos.

Me tomé el trabajo de leer minuciosamente esos fundamentos y revisé -créanme- palabra por palabra para encontrar los “conceptos vagos” y “la falsedad del macrismo”. Los datos que encontré -doy fe- son precisos: inclusive los referidos a quiénes fueron responsables de su asesinato y la fecha en que hicieron público su reconocimiento del hecho. ¡Y ese es el problema! ¡Quiénes fueron sus asesinos y por qué lo asesinaron!

Al cumplirse un nuevo aniversario de su asesinato, tenemos una excelente oportunidad para aclarar los hechos. A falta de justicia, ¡bienvenidas sean la memoria y la verdad!

A la trágica historia que vivimos durante la década del ’70, con su dramática secuela de muertos y desaparecidos, debemos sumarle hoy una víctima más: se ha hecho “desaparecer” de nuestra historia reciente el período 1973-1976. No se lo menciona en las “épicas” (que para algunos comienza en mayo de 2003), no se lo analiza autocríticamente con militantes y adherentes, no se lo incluye en los discursos y hasta se ha logrado que no se lo estudie en su verdadera dimensión en nuestras escuelas. ¡Está en blanco, no existe, nunca ocurrió!

¡Sabemos el porqué de esa “amnesia militante”! Es que hablar de esa etapa -sin mentir- obligaría a hacerse cargo de que el asesinato de Rucci significó el inicio del enfrentamiento abierto de Montoneros con Perón, con el presidente de los argentinos. Más allá de lo que entonces se declamaba, de lo que se decía en documentos y declaraciones, ya en esa época era más “negocio” decir que se era parte del peronismo. Convenía. ¡Permitía ser parte de la mayoría, ganar elecciones, acceder a espacios de gobierno y de poder!

Hubo, sin embargo, quienes han tenido raptos de sinceridad, de decir las cosas como fueron y como son. Debemos valorar esa actitud porque contribuye a la verdad.

Hace algunos años el ex oficial montonero Ernesto Villanueva, actual rector de la UNAJ, dijo en una entrevista, al referirse a 1973: “Perón nunca hubiera vuelto si no hubiera sido por nosotros...Y Perón está traicionando eso...Él está armando un proyecto alternativo al nuestro, distinto...lo que tenemos que hacer es forzar ante la gente la diferencia entre Perón y nosotros...”. ¡La explicación más clara dada hasta ahora de los motivos del asesinato de mi padre, a disposición de quien quiera escucharla completa en YouTube!

Y es cierto que había dos proyectos, ¡sólo que uno de ellos era el del hombre por el que millones de argentinos habían luchado durante 18 años y que acababa de ganar las elecciones con el voto del 62% de los argentinos! Ese proyecto hablaba de unidad nacional, de respeto a las instituciones, de producción y trabajo, de progreso para la argentina y los argentinos. El otro quería iniciar el camino hacia el socialismo y terminaba sus documentos con un “Perón o muerte”. Era la opción que ellos mismos instalaron, ¡y eligieron muerte!

En 2005 José “Pepe” Amorín, en su libro Montoneros, la buena historia, explicó detalles: “...las armas necesarias para el operativo las llevó Gustavo Lafleur, camufladas como máquinas de coser Knitax y en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos Aires...”. Como lo describe Amorín, habían utilizado recursos del Estado provincial para consumar el asesinato. Participaron en el mismo funcionarios. La Justicia todavía adeuda expedirse sobre su carácter de “crimen de lesa humanidad”.

Hubo otro rapto de sinceridad. Reciente. Lo expresó la Dra. Graciana Peñafort en su cuenta de Twitter, cuando hizo una extensa reseña de los hechos históricos de los cuales hoy se siente -junto a muchos- su “continuidad histórica”. “Y que conste que no tuvimos miedo de discutirle al mismo Perón e irnos de esa plaza”, dice, asumiendo que los “revolucionarios de hoy” son herederos de “los revolucionarios de ayer”. Es sincera, aunque parcial. No solo discutieron con Perón, lo enfrentaron, lo atacaron y -en plena democracia- lo hicieron de un modo muy particular: ¡a los tiros!, en plena democracia, a contramano de la voluntad de los argentinos, frustrando una esperanza y, como dijera entonces el padre Mugica, “le quitaron la alegría tremenda al pueblo de experimentar a Perón presidente”.

Por eso no pueden hablar honestamente del tema, por eso prefieren “lavarlo”, reducirlo a la simple historia de un hombre que vivió para los trabajadores y para Perón y un día, simplemente, murió.

Porque si reconocen lo que ocurrió, y se asumen como “continuidad histórica” de quienes asesinaron a Rucci, no tendría lógica seguir llamándose “peronistas”. Deberían -como alguna vez dijera Perón- “sacarse la camiseta e irse”. Por eso prefieren ocultarlo, no nombrarlo, reducirlo a “un accidente de la historia”.

Pero mirar hacia atrás, recordar el pasado, no siempre es un acto de evocación, de nostalgia. Muchas veces es un alerta sobre el presente y una enseñanza para el futuro.

Permite llegar a conclusiones que todo aquel que tenga voluntad puede recoger:

Nunca más, entre tiempo y sangre, elegir sangre para producir transformaciones;

Nunca más creer que se puede reducir la realidad entre lúcidos y retrógrados, entre buenos y malos;

Nunca más creer que todo lo que está de este lado es “la revolución” y todo el que no acuerda con eso es “la derecha, la oligarquía y la antipatria” a la que hay que atacar;

Nunca más utilizar la violencia para resolver diferencias políticas;

Nunca más asesinar a quien no comparte nuestros pensamientos;

Nunca más atacar la democracia y las instituciones;

Si ayuda a reflexionar sobre esto, habrá tenido mucho más sentido homenajear en estos días a José Ignacio Rucci.

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