Si recorremos las últimas semanas de Argentina en materia política y económica, podríamos inferir que seguimos batiendo récords en cuanto a imprevisibilidad, falta de planificación gubernamental y, sobre todo, desconexión y falta de interpretación de la dirigencia política respecto a las necesidades de la sociedad argentina en su conjunto. Sí, remarco en su conjunto, porque hay muchas medidas para la tribuna que se traducirán en peores condiciones de vida para todos.
Cuando el kirchnerismo se impuso en las PASO allá por agosto del año pasado -es decir, hace una eternidad para nuestro país-, muchos teníamos la esperanza de encontrar definitivamente un gobierno de coalición que hubiera aprendido de sus defectos, esos que los llevaron a una derrota electoral en 2015, para definitivamente poder decir que “volvían mejores” o, al menos, habiendo capitalizado sus propios errores de gestión de política económica.
Sin embargo, nada de esto sucedió y volvemos a convivir con un gobierno que mucho entiende de ejercer el poder y ganar elecciones, pero que tiene una interpretación muy errada de cómo mejorarles la vida a los argentinos. Las últimas medidas adoptadas por el Gobierno son solo un profundo reflejo de un modelo que durante 12 años no funcionó y es de esperar, lamentablemente, que nuevamente fracase. Las medidas intempestivas de condicionar los gobiernos provinciales, las restricciones financieras y económicas al sector privado, la reforma judicial, la asfixia tributaria, la falta de consensos políticos y el desinterés real de transformar nuestro país, solo alimentan una dirección certera de fracaso.
A pesar de ello, como siempre ha sucedido en nuestro país, nosotros, es decir “los del medio”, somos los que pagamos las malas praxis de los gobiernos de turno que pretenden convencernos de que con sus discursos se podrán solucionar todos los males que nos aquejan. Sorprende nuevamente que las recetas que sabemos que no tuvieron ningún resultado positivo en Argentina, se puedan aplicar en este nuevo contexto con resultados favorables. Por ejemplo, es indiscutible a esta altura del partido, entender que el déficit fiscal es el mayor error político económico que ha tenido Argentina en este último siglo. A pesar de ello, vemos que el presupuesto del 2021 enviado al Congreso contempla un déficit primario del 4,5%, es decir, mayor inflación, pobreza, caída del valor de la moneda local y menor crecimiento en el mediano plazo. Como dijo nuestro ministro de Economía, quien tiene una destacada educación económica pero una limitada experiencia profesional, “vamos a un esquema de transición para no chocar”. Me gustaría poder aconsejarlo y decirle que las transiciones largas en Argentina nunca tuvieron buen puerto y que, lamentablemente, cuando deje de ser ministro de Economía próximamente, nuestro país seguirá inmerso en una mayor crisis económica que la que tenemos en la actualidad. Probablemente, en los siguientes meses veremos mayor volatilidad cambiaria, mayor inflación, mayor desempleo, menor nivel de inversión privada, menor nivel de actividad económica tomando como referencia economía pre covid y, lamentablemente, mayor indigencia y pobreza estructural.
Para concluir, una de las mayores enseñanzas que me llevé de mi educación en Argentina y en el exterior es que la economía se maneja por expectativas y que la confianza es un valor intangible invaluable para poder ejercer la política económica. Lamentablemente, el kirchnerismo poco o nada entiende de dichas palabras y su desconocimiento solo traerá resultados que ya todos conocemos.
El autor es director de Romano Group, profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral y máster en Finanzas y en Economía y Políticas Públicas (Universidad de Columbia)