Una oportunidad para reconstruir nuestro tejido social

Nuestra historia da cuenta de los éxitos obtenidos y que hemos salido adelante tras crisis graves. Deseo que no perdamos esta oportunidad de lograr el país soñado por nuestros padres fundadores

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FOTO DE ARCHIVO: Una mujer
FOTO DE ARCHIVO: Una mujer usando una máscara por la pandemia de coronavirus (COVID-19) camina frente al Palacio Presidencial Casa Rosada, en Buenos Aires, Argentina 21 mayo, 2020. REUTERS/Agustin Marcarian

Hace un tiempo, cuando me invitaron a escribir esta columna, confieso que esta página quedó durante varias horas sin tener un solo caracter de los cuatro mil que me habían solicitado. Pensé en muchos hechos sobre nuestro pasado que podría contarles. Pero entendí que lo oportuno era expresar reflexiones sobre lo que estamos viviendo como sociedad y como individuos. Así, nuestra historia nos podría brindar la esperanza y certeza que quizás necesitásemos.

Ideas estas que se envuelven en mis emociones a las cuales no recurro cuando trabajo en mi disciplina por una exigencia metodológica. Por ello les pido licencia para abandonar en esta ocasión mi rol de historiador y expresarme como un ciudadano de nuestro querido país.

Estos últimos meses, como mucha gente, los viví con el dolor de ver la enfermedad, la muerte, el temor al contagio de miembros de nuestras familias y amigos, y de las carencias económicas que están sufriendo muchos de nuestros compatriotas. El mundo pareció detenerse y en forma brutal se nos presentó ante nuestros ojos la realidad de nuestro país. Una radiografía que preocupa y que da impotencia.

Si por un momento pensamos en los siglos XIX y XX veremos tiempos de desencuentros. Un país que no logró tener un plan o un proyecto que incluyera a todos. Un país donde se perdieron muchas oportunidades. Las pasiones, los antagonismos y el individualismo muchas veces traicionaron las soluciones a nuestros problemas. Ese país que nuestros padres fundadores soñaron no pudo concretarse siempre.

Es cierto que la realidad de la pandemia y de su pospandemia nos dejará un mundo más cruel, más desigual. En donde la brecha entre quienes pueden acceder a bienes y servicios, y quienes no será más amplia.

Así, la incertidumbre frente a lo desconocido. La recetas que solucionaban nuestros problemas ya no son aplicables. Donde lograr el desarrollo económico y social será mucho más difícil. Y la angustia ante la restricción de nuestros derechos individuales y su afectación a la vida tal cual la conocíamos.

Hasta aquí me permití mostrar tristeza y pesimismo. En las siguientes líneas cambiaré mi humor recordando esa frase “lo último que se pierde es la esperanza”.

Es cierto que nuestra historia fue testigo de muchos de nuestros desencuentros. En tres años estaremos festejando el cuadragésimo año de que los argentinos recuperamos la vida republicana y democrática. Los inicios no fueron sencillos pero recordemos como en esos años recuperamos la vida de las instituciones de la república y de la democracia con esfuerzo y convicción.

Tuvimos en menos en dos décadas dos crisis económicas: 1989 y 2001. De ambas salimos y volvimos a crecer. En el 2001 tuvimos además de la crisis económica y social, una de las mayores crisis políticas desde el regreso a la democracia, no cumplíamos 20 años desde su retorno, hubo ocho presidentes en una semana, experiencia triste y dolorosa, pero encontramos la salida a través de la ley.

Hoy nos enfrentamos a una nueva crisis, cuyas variables y efectos son desconocidas para nosotros. Ella permitió sincerar la situación del país, conocer nuestras virtudes y nuestros defectos. Nos alcanzó a todos, no por igual, pero llegó a nosotros.

Durante esta pandemia el espíritu humano mostró nuevamente su potencia. El personal esencial mostró su valía y valor al cumplir sus labores por encima de sus temores y necesidades personales, con su vista puesta en el prójimo. Reflexionamos que cuidándonos nosotros cuidamos a otros de que se contagien. El ingenio humano volvió a asombrarnos en las búsquedas de soluciones sanitarias, económicas y sociales.

Es una oportunidad para reconstruir nuestro tejido social, para fortalecerlo. Sabemos que para salir adelante necesitamos del otro. No saldremos en forma individual. Conocemos las carencias que tiene nuestro país y conocemos con que recursos contamos. Nuestra historia da cuenta de los éxitos obtenidos y que hemos salido adelante tras crisis graves. Deseo que no perdamos esta oportunidad de lograr el país soñado por nuestros padres fundadores. Debemos honrar el dolor que muchos argentinos están padeciendo trabajando por un país donde nos encontremos todos.

El autor es profesor titular ordinario de Historia del Derecho en la Universidad del Salvador

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