Ahora ella lo eligió a él: Horacio candidato a presidente

¿CFK vuelve a cometer el mismo error de elegir un contrincante para que después le termine ganando las elecciones, como en su momento hizo con Macri? ¿O está pensando en inflarlo para que sea el jefe de Gobierno quien termine matando a su verdadero enemigo, que es Mauricio?

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Alberto Fernández al anunciar la quita de fondos a la ciudad de Buenos Aires
Alberto Fernández al anunciar la quita de fondos a la ciudad de Buenos Aires

Miércoles 9 de septiembre 19.29. Alberto Fernández le envía a Horacio Rodríguez Larreta el siguiente mensaje de WhatsApp: “Horacio, quédate tranquilo. Vamos a resolver estos temas de otro modo. Esto es lo que te dije que íbamos a hacer, no tenés que preocuparte”.

Pocos políticos en carrera son tan inescrutables como el jefe de Gobierno porteño. Amable, respetuoso, hiperactivo y organizado, Horacio sueña con ser Presidente desde la cuna. Y fue educado para tal fin desde antes aún de saber siquiera dónde quedaba la Casa Rosada. Quizás por esa misma razón generó un mecanismo defensivo tan perfecto como un reloj suizo para conseguir que ningún interlocutor pueda penetrar su mente fácilmente. Saber qué piensa y siente Horacio es el gran misterio de la política argentina. Y un trabajo frustrante hasta para el mejor psicoanalista.

El WhatsApp presidencial llegó pocos minutos después del llamado de Wado De Pedro. El ministro del Interior fue el encargado de trasmitirle oficialmente al jefe de Gobierno porteño que por decreto la ciudad dejaría de percibir un uno por ciento de coparticipación.

Prepararse durante toda la vida para estar en lo más alto del poder no te convierte en un robot total. Así que la reacción de Horacio subido a su auto rumbo a su hogar fue lo suficientemente contundente como para que Wado le advirtiera a Alberto Fernández el enojo de su “amigo”.

Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández (Foto: Franco Fafasuli)
Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández (Foto: Franco Fafasuli)

El Presidente podría haberlo dejado pasar. Pero no pudo con su genio, con ese intento permanente de relativazar todo. Y, como buen operador político —su real profesión de toda la vida—, intentando quedar bien con Dios y con el Diablo, terminó tipeando ese WhatsApp de pseudo disculpas, para que Larreta se diera el lujo, hasta el día de hoy, de sólo clavarle el visto.

El resto de la historia es pública. Alberto anunciando su decisión y sosteniéndola en una grieta tan antigua como la de unitarios y federales. Horacio (ya rodeado de su plana mayor en su departamento) volviendo a su templanza y anunciando en Twitter que respondería al otro día.

Convertir una debilidad en fortaleza es ley para sobrevivir en cualquier selva política. Y fue exactamente lo que hizo Larreta cuando vislumbró la oportunidad que se le abría en el camino ante este revés financiero. El jueves después de un día entero de coaching y de planificar cada una de sus reacciones y palabras, Horacio enfrentó los medios y recogió el guante: en el preciso instante en que decidió subirse al ring, dejó de hablar como jefe de Gobierno para pasar a ser el líder de la oposición y -si puede matar a papá Macri- el futuro candidato a Presidente de la oposición.

Es más. Su discurso evitó la confrontación —entrar en ella hubiera significado perder el electorado bonaerense— y se centró en esa moderación con la que el propio Fernández había seducido el año pasado a ese porcentaje de electorado bamboleante que lo llevó a la Presidencia.

Ahora bien. ¿No se daban cuenta en Olivos de que victimizando a Larreta le estaban dejando la bandeja servida?

Axel Kicillof y Cristina Kirchner
Axel Kicillof y Cristina Kirchner

Vayamos al origen de todo. Cuando CFK en la presentación de Sinceramente” en Avellaneda hizo una comparación tan odiosa como real entre los recursos de la ciudad y los de los distintos bastiones del conurbano, en especial de la tercera sección electoral, estaba hablando del porvenir. Estaba adelantando su visión del futuro.

Lo que para quienes se quedan con la cáscara apareció como una medida intempestiva, inconsulta e improvisada, como un manotazo de ahogado en medio de la bochornosa crisis de la Policía Bonaerense, fue la ejecución de un plan que estaba en carpeta en el Instituto Patria, en la mesa de acción política de la campaña de Alberto y en la propia CFK desde antes aún que ganaran las elecciones. Y fue también parte del compromiso de campaña con su electorado más férreo: ese que, mas allá de lo que dijeran los medios, volvió a poner a Cristina en el poder.

También estaba claro que el mejor favor de “amigo” que le podían hacer a Larreta no era llevarlo a negociar una quita en el reparto a la ciudad (eso habría sido un suicidio político para el porteño con los gurcas que tiene en su espacio político y que lo acusan de tibio) sino darle el margen suficiente para que se pusiera en la vereda de enfrente y amenazara y fuera a la Corte, aún a sabiendas de que son pocas las chances de victoria que tiene.

¿CFK no aprendió y vuelve a cometer el mismo error de elegir un contrincante para que después le termine ganando las elecciones como en su momento hizo con Macri? ¿O CFK está pensando en inflar a Horacio para que sea el jefe de Gobierno quien termine matando a su verdadero enemigo, que es Mauricio?

Por lo pronto, esta vez no hubo margen para desdibujar la raíz intelectual de la movida política. El propio Presidente reconoció en público que el tema de la redistribución de la coparticipación lo había hablado con la vicepresidenta. Y esto parece ser un nuevo estadío del poder. Alberto da cada vez más muestras de que está más cerca que lejos de su vicepresidenta.

Cristina Kirchner y Alberto Fernández (EFE/ Juan Mabromata/POOL)
Cristina Kirchner y Alberto Fernández (EFE/ Juan Mabromata/POOL)

Ahora bien, esto que a algunos desilusiona porque pretendían un Alberto emulando a Néstor Kirchner cuando tiró a Eduardo Duhalde por la ventana, ¿es un problema del Presidente o de quienes no interpretaron bien el arribo y la conformación del nuevo poder?

Con traición o no, cortando puentes políticos o como sea, lo cierto es que manotearle la caja a su contrincante político es una medida de alta audacia para cualquiera que entienda de poder. Y que, obviamente, tiene sus consecuencias. Alberto lo hizo. ¿Lo podrá sostener o volverá a enviar otro WhatsApp de disculpas?

Por lo pronto, en la ciudad se preparan para la guerra. El gran problema no es el dinero que dejan de percibir este año sino lo que calculan, inflación mediante, se les recortará el presupuesto el próximo año si la medida queda firme. Claramente la corte es el Plan A pero, como buenos estrategas políticos, jefe y vicejefe ya están pensando en otras coartadas.

Por lo pronto ya abrieron el paraguas. Saben que Macri no solo benefició a la ciudad engrosando la coparticipación sino también transfiriéndoles por decreto los derechos del Juego.

Otra caja a la que Cristina olfatea con deseo. Serian otros seis mil millones anuales más que perdería la Capital si Alberto recurriera a otro decreto.

¿O parte del toma y daca con el que seguramente en las próximas horas y lejos de las luces mediáticas empezará el ida y vuelta para recomponer las relaciones?

Bonus track

“Sergio Berni, por ahora, seguirá en el cargo. Pero va a tener que estar más tiempo en su despacho que en los canales de televisión que solía frecuentar”, sintetiza uno de los hombres de confianza de Axel Kicillof. Está claro que el costo político que pagó el gobernador esta semana gracias a la falta de previsión de su ministro de Seguridad con el desmadre de una fuerza de mas de 90 mil personas donde se quebró la línea de mando puso a uno de los hombres de mejor imagen de la provincia en la picota.

A las ganas que le venían teniendo muchos intendentes, celosos seguramente por la imagen de Berni, se sumó ahora este bochorno que dejó al desnudo que con gritos y videos promocionales no alcanza para ordenar la seguridad.

“El ministerio es un barco viejo. Si te descuidás te entra agua por todos lados”, sentenció uno de los antecesores de Berni en el cargo.

¿Sobrevivirá o no Super Berni? Una incógnita que, por ahora, no se resolverá.

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