La quita de parte de la coparticipación federal en forma unilateral por parte del gobierno a la Ciudad de Buenos Aires deja al descubierto el serio problema que es la coparticipación federal.
Dice el presidente Alberto Fernández: “Estamos quitando la abundancia de algunos lados para distribuirla en las carencias que existen en la Argentina”. Argumento parecido al del impuesto a la riqueza: “los que más tienen deben aportar más en este momento”. Todo es igualar hacia abajo para el kirchnerismo.
¿Por qué está introducción? Porque en la Constitución de 1853/60 no existía la coparticipación federal. En efecto, hasta 1890 el sistema tributario era claramente federalista. La Nación cubría sus gastos con los ingresos provenientes del comercio exterior y con impuestos internos que recaudaba en territorios nacionales. Hasta 1950. Chaco, La Pampa, Misiones, Formosa Neuquén, Santa Cruz, Río Negro y Chubut eran territorios nacionales. Es decir, hasta mediados del siglo XX Argentina contaba con 14 provincias y 9 territorios nacionales. Las provincias financiaban sus gastos con los impuestos provenientes de la propiedad y sobre el consumo.
En la Constitución de 1853/60 no existía la coparticipación federal. En efecto, hasta 1890 el sistema tributario era claramente federalista
En 1890, con la crisis de la Banca Baring, la Nación aplicó impuestos internos en todo el territorio nacional coparticipando a las provincias. Pero es con la crisis del ’30 que la Nación comenzó a establecer impuestos en las provincias obligando a ampliar la coparticipación.
A principios de la década del 30, el gobierno nacional unificó los impuestos internos, estableció el impuesto a las ventas y terminó ratificando el impuesto a los réditos que es el actual impuesto a las Ganancias. Hasta acá el sistema de coparticipación era devolutivo, es decir, la Nación hacía una coparticipación secundaria sobre la base del aporte de cada provincia.
En 1973 cambió definitivamente el sistema de coparticipación federal. A partir de ese año, cuando se creó el IVA, la distribución secundaria pasó a ser redistributiva y las provincias más desarrolladas pasaron a subsidiar a las menos desarrolladas.
Este divorcio entre el costo político de recaudar y el beneficio político de gastar, llevó a disparates como el se puede ver en el gráfico:
El gráfico muestra la evolución del empleo público en las provincias entre 2003 y 2017, cuando el viento de cola de la soja permitía financiar cualquier disparate de gasto público.
Como puede verse, en promedio las provincias aumentaron el empleo público un 70 por ciento. Hubo provincias que lo incrementaron bien por arriba del 100% como Jujuy, Tucumán, Salta, Catamarca, La Rioja, y otras. La que menos aumentó el empleo estatal fue Formosa porque posiblemente ya no quedaba más gente para meter dentro del Estado.
Si no hubiese existido la coparticipación federal, ese aumento de empleo público los gobernadores tendrían que haberlo financiado con aumentos de impuestos provinciales, lo cual los hubiese llevado a perder elecciones. Con la coparticipación federal se separa el beneficio político de gastar del costo político de recaudar. La nación asume el costo político de cobrar impuestos y los gobernadores el beneficio político de gastar.
Pero a su vez, los presidentes argumentan que los que más tienen deben ser solidarios manteniendo a los que menos tienen, y así se va creando la idea que la pobreza de unos es causa de la riqueza de otros y que la riqueza de unas jurisdicciones es a costa de la pobreza de otras, como acaba de manifestarlo el presidente Alberto Fernández bajo otra forma. Todo se concentra en sacarles a unos para darles a otros. No en incentivar la producción.
De acuerdo a los datos de CEPAL publicados por UADE, el 68% del PBI se genera en Buenos Aires, CABA, Santa Fe, Córdoba y Mendoza.
Por ejemplo, CABA aporta el 18% del PBI pero tiene una coparticipación del 3,45% y ahora será menos de lo que se recaude de impuestos coparticipables. O la provincia de Buenos Aires, genera el 32% del PBI pero tiene una coparticipación del 20 por ciento.
Con la coparticipación federal se separa el beneficio político de gastar del costo político de recaudar. La nación asume el costo político de cobrar impuestos y los gobernadores el beneficio político de gastar
Y ni que hablar de las principales provincias productores de soja que aportan fortunas en derechos de exportación con lo cual la nación se financia en base a esas provincias.
En definitiva, el sistema de coparticipación federal es realmente perverso. Separa el costo político de cobrar impuestos del beneficio político de gastar incentivando el despilfarro de los recursos públicos. No permite que el contribuyente pueda hacer un seguimiento de cómo se gastan sus impuestos, porque 2 puntos de aumento del IVA irían a parar a diferentes provincias sin que el contribuyente sepa cómo se gastan, y concentra el poder de la caja en el Poder Ejecutivo anulando el verdadero federalismo. Federalismo que se declama, pero pocos gobernadores quieren ejercer y prefieren vivir del fruto del trabajo de otros compatriotas.
Nada diferente a lo que es todo el sistema tributario y de gasto público de Argentina. Puro populismo, ineficiencia y despilfarro.
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