La amabilidad incondicional encontró su límite. Tal vez el propio presidente Alberto Fernández se lo marcó. Ayer, Horacio Rodríguez Larreta dio un vuelco. No brutal, porque no podría, no es su estilo. Pero hasta la escenografía montada para el anuncio, fue un mensaje, un montaje de combate. Su segundo (Diego Santilli) a su lado, pero sin pronunciar palabra. Los principales dirigentes a nivel nacional de la Ciudad, a sus dos laterales y en primera línea (los Senadores Nacionales Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri), y todo el arco político dirigencial de Juntos por el Cambio detrás, representado por figuras del PRO, la UCR y la Coalición Cívica.
El titular del Ejecutivo local se mostró muy firme, decidido, enojado pero no desbocado. Fue la imagen de un líder serio, institucional, en defensa de su territorio, pero con un mensaje que superó los límites de la Ciudad, habló de federalismo, de comprender la problemática de la Provincia de Buenos Aires.
El vestuario de Larreta también envió un mensaje. Es habitual verlo en mangas de camisa, con un sweater tal vez, ese mensaje de informalidad que pretende agregar familiaridad a la figura del político, tan propio del PRO. Ayer el titular del gobierno porteño lució un traje, sin corbata, para cortar la distancia con el televidente, pero con aspecto de hombre de Estado.
Seleccionó con acierto el horario de su mensaje, y consiguió un rating de partido de primera fase de un Mundial, generó la expectativa necesaria a lo largo del día, hizo esperar su pronunciamiento, pero sin aburrir con una semana de especulaciones. Fue concreto, preciso, el mensaje fue corto, pero fuerte. Todo lo que dijo fue comprensible para cualquiera. No divagó. Otorgó datos sobre la coparticipación, pero sin exhibir cuadros con curvas inconexas que aburren al televidente. Es decir, contrastó con la imagen de sus rivales. No es posible pensar que todas esas características, no fueran perfectamente diseñadas y elaboradas.
Posiblemente la medida del gobierno nacional de quitar ese punto de coparticipación federal a la Ciudad, haya dirimido la interna de Juntos por el Cambio. Puede ser apresurado decirlo, porque dependerá de como explote Larreta, de acá en más, la situación que se generó. Pero la postura de ayer –está dicho–, es la de un hombre de Estado que va por la presidencia.
Alguno podría creer que si el oficialismo eligió volitivamente su enemigo para 2023, eligió mal. Si la discusión interna de la oposición era Mauricio Macri o Larreta, este último tiene mucha más alta imagen positiva y una irrelevante imagen negativa. Como explica el consultor Jorge Giacobbe, tiene una alta imagen regular, lo que implica que existe una importante porción del electorado que lo está estudiando. Bien, es probable que después de anoche, la positiva haya rescatado varios puntitos de la regular.
Ayer, Horacio –que se había transformado en Ned Flanders desde el inicio de la pandemia–, se transformó en Rodríguez Larreta; podría ser cosa seria, de él depende y de nadie más.
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