Por qué la autocrítica de Patricia Bullrich sobre el macrismo no debería quedar olvidada en un Zoom

La ex ministra de Seguridad sintetizó el fracaso de Cambiemos en una frase que el espacio debería retomar si quiere volver a ser una alternativa electoral creíble

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Patricia Bullrich (Foto: Gustavo Gavotti)
Patricia Bullrich (Foto: Gustavo Gavotti)

“Fuimos más sigamos que cambiemos”. La frase no es de un ex votante enojado: pertenece nada menos que a Patricia Bullrich, hoy presidenta del PRO, el partido fundado por Mauricio Macri que fue el centro de la alianza Cambiemos. “Más sigamos que cambiemos” es la mejor síntesis de la más despiadada autocrítica que se pudo escuchar hasta ahora de un integrante top del anterior gobierno de Mauricio Macri.

Bullrich se confesó en un improvisado Zoom abierto al público ante el líder radical Ernesto Sanz, uno de los fundadores de Cambiemos en 2015 y que se escapó a su provincia, Mendoza, a las pocas semanas de gobierno de Macri porque entendió que no iba a estar en la mesa de las decisiones.

Bullrich, la misma que fue ministra de Seguridad durante el gobierno de Cambiemos, era sindicada por muchos analistas políticos como uno de los “halcones” que responden a Macri para contrastar con las “palomas”, más amistosas con el gobierno nacional del presidente Alberto Fernández. En ese nido suelen ubicar al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta y a la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.

Pero el diálogo de Zoom, que quedó grabado en el perfil de Facebook de Bullrich, fue lapidario con Macri -sin nombrarlo- y con su mano derecha, el ex jefe de gabinete Marcos Peña, aunque no se pronuncie en ningún momento su nombre en la hora y cuarto que dura el diálogo.

Bullrich no dijo nada que no supiera ningún votante de Cambiemos enojado con Macri por el rotundo fracaso de sus cuatro años de gestión que repuso en el poder al kirchnerismo. Pero lo que dijo en la introducción de ese diálogo virtual vale por la jerarquía de haber salido de la boca de la jefa del partido fundado por Macri: que no hubo un programa económico integral con reformas estructurales y ni siquiera hubo una coordinación de la economía, que en política social solo se mantuvieron los planes del peronismo -en lugar de generar empleo privado productivo- y las mismas organizaciones políticas que gestionan a los beneficiarios de esos planes.

La ex ministra de Seguridad fue también implacable con la “mesa chica” que tomaba todas las decisiones y hasta confesó que rara vez lo que ella misma definía en las reuniones de gabinete servía para algo porque luego era validado o rechazado por esa “mesa ratona”. Se podría agregar que esa mesa estaba compuesta solo por Macri y Peña y contaba con la sempiterna bendición del “sumo sacerdote” Jaime Durán Barba.

Pero toda esta autocrítica tiene un problema. Y es que nació en ese Zoom y ahí quedó. Podrían haber sido como las 95 tesis de Martín Lutero contra el comercio de indulgencias que, clavadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg, en Alemania en 1517, inició un debate que llevó a la reforma protestante.

No pasó nada, y es imprescindible que pase algo más y que trascienda la página de Facebook de la ex ministra. Porque el año que viene habrá elecciones legislativas y no se debatirá directamente qué economía debería tener Argentina. Eso será tema para 2023. Pero ante semejante debacle económica en la que seguirá sumido el país si no se reforma estructuralmente a fondo, los argentinos votarán con una angustia económica como jamás se la experimentó en la historia argentina. Y el problema de Cambiemos, hoy Juntos por el Cambio, es que para poder ser una alternativa electoral creíble que supere el 40 por ciento de 2019, tendrá que estar en condiciones de hablar de economía, y para eso una profunda autocrítica es un paso imprescindible.

Por el contrario, el fracaso económico de Cambiemos fue tal, que la deriva de la coalición opositora sigue siendo hoy la tónica: sus diputados fueron la clave para despachar la ley de teletrabajo, por ejemplo, que enterró nuevamente una oportunidad de que los privados generen nuevos puestos de trabajo en un mercado laboral en crisis en el que el único empleador es desde hace décadas el estado -con la recurrente quiebra de ese estado por el infinanciable déficit fiscal y el rojo profundo en el sistema previsional.

Ni hace falta enumerar los desatinos en política económica del gobierno kirchnerista que deberían ser remarcados constantemente por la oposición. Ni la falta de instalación social de una agenda de reformas estructurales que debería fogonear ya esa oposición desorientada en su discurso económico. Y no solo por puro patriotismo, sino simplemente para ir montando su propio relato para justificar un eventual regreso al poder: que aprendieron qué hicieron mal y ahora saben qué hacer y a dónde ir.

Más allá de que en 2015 el peronismo estaba dividido, el gran éxito de Cambiemos fue su relato: “Macri viene del empresariado, supo gestionar Boca Juniors y la ciudad de Buenos Aires y entiende qué hay que hacer en materia económica para sacar al país adelante”, para sintetizarlo brutalmente. Macri era una luz de esperanza que brilló a lo largo de todo el catastrófico segundo mandato de Cristina Kirchner, y por eso ganó.

Hoy ese relato no existe y está esperando ser reconstruido.

Sin ese relato, cualquier discurso político será poco efectivo. Y para que ese relato sea creíble, la autocrítica no solo debe quedar en un Zoom colgado del Facebook de una ex ministra, sino que debe ser escenificado con la teatralidad del mito de las 95 tesis de Lutero.

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