El dolor de la gente y del Papa Francisco por la partida del Padre Bachi

El Sumo Pontífice, que había enviado un mensaje mientras el padre Bachi Britez estuvo internado en el Sanatorio San Camilo afectado por Covid-19, se comunicó tras su muerte para compartir el dolor con los pueblos del Obispado de San Justo a los que el sacerdote dedicó la vida, y con los obispos Carrara, de la Pastoral en Villas, y García, titular de la diócesis y de los curas villeros

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El padre Bachi Britez falleció
El padre Bachi Britez falleció de Covid-19

No tan gordo como Santo Tomás, Bachi Britez, de 40 años, vale lo que pesa, decía este cronista en el 2008, cuando lo entrevistó en su casa de Villa Palito para el semanario Viva Pueblo. Era lo que se dice un “cura de pueblo” que vive en él para servirlo. El padre Bachi nos contó cómo, cuando contaba con apenas dos años y algo más de vida, desde Villarica, su Paraguay natal, llegó con sus padres a la Argentina.

Nuestra familia no tenía tierra, ni rancho y mis padres no tenían dinero ni trabajo. Nuestro primer domicilio fue en el techo de unos paisanos en Artilleros entre Pampa y Sucre donde había una villa miseria, en la periferia del Golf Club de los Lagos de Palermo, barrio Bajos de Belgrano. Allí, como muchos otros chicos de la villa, hice mis primeras changas levantando pelotas de golf hasta que llegué a trabajar de caddie. Era gordito y seguía con la mirada el curso de las pelotas y corría atrás de ellas, el asunto era cuando éstas se escondían entre los pastos, ahí venía mi desesperación que llegaba hasta las lágrimas por ’el descuento’”, le dijo Bachi a Viva Pueblo.

“Todavía no era adolescente -prosiguió- cuando los militares nos expulsaron y casi todos los habitantes de aquel asentamiento vinimos a parar a Villa Palito… primero vivimos en la casilla de unos parientes y después en un espacio de terreno que nos cedió el párroco de la capilla San Roque González y otros Mártires. Fui a la escuela primaria 115 de San Justo, mis padres trabajaron como artesanos del calzado y con cristiana resignación aceptaron que fuera al seminario del Obispado de San Justo y Pastor cuando les hablé de mi vocación sacerdotal”.

“Era la época en que en La Matanza no había dos obispados sino uno sólo y que valía por dos: Monseñor Roberto Bufano. Todos los 24 de diciembre a la noche venía a dar misa en San Roque González y otros Mártires”, recordó Bachi.

“Después de ordenado -siguió diciendo a este cronista entonces- pasé por Cañuelas y San Justo hasta que me mandaron a Villa Palito, Puerta de Hierro, 26 de Marzo y San Petesburgo. Y dos años después fui nombrado párroco de la misma capilla que de chico nos abrazó”.

“Vive a mil -nos decía una vecina ese lunes 15 de septiembre de 2008-, nunca está quieto, vive alegre y preocupado por los niños de la villa. ’Bachi, El Terrible’, le decimos. Anda de aquí para allá todo el día, excepto hoy que una gripe lo obliga a estar atado a la cama de la que se levantó para esta entrevista”.

El padre Bachi con los
El padre Bachi con los curas villeros

En esos años generó una transformación social y espiritual muy profunda en la comunidad del barrio, decía María del Carmen. Este cronista lo sentía en el entusiasmo de Mariana, de Ariel, Narciso, Leonardo, Julio y muchísimos jóvenes. Y también en los mayores como María del Carmen y su grupo de madres contra el Paco (Hijo te amo) que todos los años realizan la Marcha por la Salud y por la Vida. En los flamantes talleres donde hay equipos de máquinas metalúrgicas y sala de computación. En la nueva parroquia que está levantando. En la casa para recuperación de adictos El buen Samaritano que “está siempre abierta”, como le dijo Bachi a este cronista. ”Recibimos a todos, los recibimos con amor, comida, diálogo y les proponemos un mundo mejor. Aquí aprenden a hacer bollos para el pan, repostería, hay programas de oficios, juegos y reconocimiento. Eso sí, con reglas y disciplina”.

A esa altura del diálogo Bachi lo invita a Diego (58), un vecino y colaborador que da clases de electricidad, para que siga contando. El hombre explica que hay “programas corporativos de algunas grandes empresas que consisten en dar 2 horas pagas por semana de sus técnicos o trabajadores para que trasmitan sus conocimientos profesionales a los jóvenes de aquí, a lo que se suma el apoyo económico, los materiales y vehículos… también hay un programa de la Secretaría de Acción social de la provincia de Buenos Aires de herrería y carpintería metálica, confección de calzado, confección de prendas de vestir y carpintería de madera”, enumeró el vecino entusiasmado mientras recorríamos las instalaciones de una moderna construcción enfrente de la parroquia.

El trabajo para ayudar a
El trabajo para ayudar a los niños de Villa Palito

“Ahora -prosiguió diciendo el guía -los nuevos talleres son el curso de Informática, el de Manualidades y un taller de Pirograbado, es decir, grabado sobre madera... todo gratis claro”. La parroquia funciona en un galpón, todavía, le decía a este cronista Diego en aquella lejana jornada y agregaba: “Es el corazón de Villa Palito”. Él siguió viviendo en la casa de al lado -la que construyó su padre -adonde la gente iba a buscarlo a cualquier hora.

Mientras tanto, después de largos años de gestionar ante los funcionarios de la municipalidad y de la provincia, se logró la milagrosa transformación de una villa (Palito) en barrio (Almafuerte) exiliando casi mil familias de la marginación. Después pasaría por otras misiones y lideraría a otros curas “con olor a oveja” que hoy, bajo la mansa y firme dirección del obispo Monseñor Eduardo Horacio García, pastorean los pueblos de La Matanza en la misma dirección.

Ángel Recine -estrecho colaborador del Obispado y de los curas “ovejeros”- nos informa que en el último tiempo Bachi, además de seguir siendo párroco de San Roque, estaba en Colonia Mi esperanza a cargo de un hogar de recuperación, dos comedores y centros de formación profesional en Isidro Casanova.

Volviendo a aquella tarde del 2008, este reportero recuerda que el padre Bachi se fue a recostar engripado. La conversación con los vecinos y miembros de los distintos grupos de la parroquia giró por la actividad en la Casa del Buen Samaritano, los Talleres de Oficios, El Grupo de Madres, el proyecto ya en marcha de transformación de la villa en barrio y la acción imparable del padre Bachi.

Entre mate y mate un pibe contó: “En manzana Uno había mucha gente metida en la droga. Entonces hacíamos reuniones en la casa de un vecino que participa de la parroquia. Venía el padre Bachi y se formaba un grupo de todos lados de la villa. Venían a la manzana los viernes a la noche, que es el momento más peligroso. Hacíamos un fogón, después guitarreada, charlas, pero ¿qué pasaba? a los pibes se les hacia muy difícil llegar a la reunión por las barras de las esquinas... Estas barras, enteradas del fin de los fogones, no los dejaban pasar y quedaban ahí varados. Entonces el padre y nosotros los íbamos a buscar. Y las barras de las esquinas, cuando lo veían a Bachi, lejos de prepearlo se le acercaban y terminaban pidiéndole ayuda, rosarios, bendiciones, y en algunos casos hasta se internaron en la Casa y comenzaron la terapia”.

La foto del Padre Bachi
La foto del Padre Bachi con su grupo, luego de la misa del Papa Francisco en Paraguay

Doce años después, desde Infobae, este cronista quiere despedir a Bachi, imaginar el recorrido gozoso de su alma para el encuentro Supremo con Nuestro Señor y pedirle que nos proteja. En el campo de Ñu Guazú, donde se levantó el altar donde el Santo Padre Francisco celebró en ocasión de su visita a la hermana República del Paraguay, nos dimos el último abrazo. Fue cuando entre la multitud que colmaba la ruta que va del centro al aeropuerto nos encontramos y pude hacerle el retrato del grupo con su Pastor. La foto que ilustra esta nota. Porque Dios lo quiso.

En la misa celebrada en su memoria dijo el Obispo Eduardo García que Bachi “cargó con la cruz de ser distinto, de hacer otras cosas, de ponerse al hombro a los marginados, a los descartados, la misma que cargaba Jesús”.

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