El conservadurismo popular, en su mejor momento

El movimiento no sólo ha logrado sobrevivir la pandemia sino que parece haber ganado fuerza.

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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. EFE/Antonio Lacerda/Archivo
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. EFE/Antonio Lacerda/Archivo

Hace un año publicaba La rebelión de las naciones, libro en el que argumento que gran parte de los cambios que estábamos observando en el escenario internacional se debían al surgimiento de un nuevo movimiento político: el conservadurismo popular. ¿Cómo le ha ido a este movimiento a partir de entonces?

Repasemos en primer lugar cuáles son algunas de sus principales características. Como su nombre lo indica, el conservadurismo popular continúa con la tradición conservadora. No debe extrañarnos entonces que algunas de sus banderas sean la defensa de la religión, la nación y el modelo tradicional de familia. Si bien los conservadores populares son capitalistas, están dispuestos a subordinar la eficiencia económica a otros objetivos, como son la estabilidad social o la seguridad nacional. Asimismo, su política exterior tienden a ser realista.

Lo que los diferencia a los conservadores populares de los conservadores tradicionales es que carecen de moderación y son profundamente antielitistas. De hecho, denuncian a las clases dirigentes actuales (progresistas en lo social, liberales en lo económico y cosmopolitas en lo internacional) por haber dejado de representar los intereses y los valores de sus pueblos. Esto los ha llevado a algunos de sus líderes a promover una forma de democracia más directa, alejada del modelo republicano liberal.

En el libro menciono la experiencia de algunos conservadores populares. Entre ellos Vladimir Putin en Rusia, Recep Erdogan en Turquía, Benjamin Netanyahu en Israel, Donald Trump en los Estados Unidos, Narindra Modi en India, Jair Bolsonaro en Brasil y los líderes de Polonia y Hungría. Incluso sostengo que Xi Xinping, líder de China, posee algunas características que lo acercan al conservadurismo popular.

Del otro lado del debate están los liberales progresistas, defensores del orden liberal que se consolidó luego de la caída del Muro de Berlín y que se sostiene sobre tres pilares: la promoción de la democracia liberal, la globalización y las instituciones internacionales. Algunos de sus representantes en aquel momento eran Emmanuel Macron en Francia y Justin Trudeau en Canadá.

Repasemos lo que sucedió durante el último año. Electoralmente, numerosos conservadores populares incrementaron su poder. Con un 64% de los votos Modi logró imponerse en India por un margen más amplio que en la elección pasada y lo hizo con un discurso aún más nacionalista. En Gran Bretaña, Boris Johnson no solo gano la elección sino que transformó su partido de un partido conservador tradicional a uno conservador popular. Por otra parte, Bolsonaro hoy tiene el mayor nivel de aceptación desde el inicio de su mandato. Putin logró asimismo la aprobación, con casi el 80% de los votos, de una reforma constitucional que seguramente le permitirá ganar su reelección con comodidad. En Polonia, Andrzej Duda consiguió la reelección mientras que en España surgió el partido Vox, que alcanzó el tercer lugar en las elecciones que tuvieron lugar a fines de 2019.

El mayor golpe que ha sufrido el conservadurismo popular ha sido la debilidad de Trump, que probablemente pierda la elección presidencial que tendrá lugar el 3 de noviembre. Si bien esta debilidad es más un producto de su manejo de la pandemia que de sus ideas, una derrota electoral podría marcar un cambio de tendencia a nivel global debido a la importancia que tiene los Estados Unidos.

Por otra parte, el liberalismo progresista continúa a la defensiva. Sin nuevas ideas ni motivación suficiente para enfrentar los cuestionamientos que le llegan por derecha e izquierda. Macron, por ejemplo, parece haber modificado algunas de sus posturas, abrazando un discurso más cercano a la derecha tradicional francesa, gaullista, que al liberalismo progresista. Probablemente esto se deba a la pérdida de respaldo que su visión original sufrió luego de la aparición de los chalecos amarillos. También sería un error considerar que la elección de Joe Biden como candidato del Partido Demócrata representa una clara victoria del liberalismo progresista.

En efecto, en los últimos años no solo el Partido Demócrata se ha movido hacia la izquierda sino que los liberales progresistas han perdido influencia en muchas de las principales instituciones culturales de los Estados Unidos. De esta manera, han cedido espacio a una nueva generación de académicos y periodistas que parece priorizar ciertas causas (feminismo, lucha contra el racismo…) sobre la defensa de principios asociados al liberalismo como son el pluralismo y la libre discusión de ideas. Quizás la mayor victoria del liberalismo progresista ha sido retomar el control del Partido Laborista en Gran Bretaña gracias a la elección del moderado Keir Starmer.

En definitiva, el conservadurismo popular no sólo ha logrado sobrevivir la pandemia sino que parece haber ganado fuerza. Resulta por lo tanto fundamental estudiar un fenómeno que probablemente también llegue a nuestro país.

El autor es secretario general del CARI y global fellow del Wilson Center

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