Estudiar la vida y obra de Perón, nos lleva a uno de los capítulos más nutridos de su biografía: el deporte, su práctica y organización.
Desde niño, con 5 años de edad, en el pueblo que lo vio nacer -Lobos-, aprendió a montar a caballo. Su instructor fue el criollo Sixto “El Chino” Magallanes, un domador de potros que le enseñó el arte de montar y todas las peripecias que se podían hacer arriba del caballo. Perón recordaba que: “con él, hice mi primer paseo a caballo en un redomón gateado” (…) “El Chino me enhorqueteó en un potro y luego de indicarme que me prendiera bien a las crines del animal, lo hizo trotar de un rebencazo”.
Si bien Perón tuvo un gran amor por los caballos, ello no lo condicionó en su carrera militar, donde eligió el arma de Infantería y no de caballería como hubiera sido lógico.
Mientras sus padres se habían radicado en una estancia en Sierra Cuadrada, Chubut, el niño Perón se trasladó a Buenos Aires, a vivir con su abuela Dominga Dutey en Ramos Mejía. “No fui -recuerda Perón- muy estudioso ni muy aplicado. En cambio, me gustaban los deportes. Tenía una cancha de fútbol, cerca de la casa”. Ni bien llegado a la Capital, asistió a la Escuela de la Parroquia Catedral al Norte (hoy Escuela General San Martín), que dirigían sus bravas tías Vicenta y Baldomera Martirena Dutey.
Años más tarde, fue alumno en el Colegio Internacional de Olivos, hasta que ingresó como pupilo en el Colegio Politécnico de Olivos. “En Olivos –recuerda Perón– la cancha estaba en el mismo colegio. Así, me inicié como futbolista o footballer, como se decía en esa época. Eran los tiempos del famoso Alumni, que fue nuestra mejor escuela; sus jugadores nos parecían héroes”. En Olivos además de practicar fútbol, también se dio el lujo de hacer yachting y remo.
En 1911, ingresó al Colegio Militar de la Nación, que estaba instalado entonces en San Martín, Provincia de Buenos Aires. Perón comenzó su preparación militar, donde la vida era dura, austera y disciplinada. Lo que recuerda con mayor alegría, fue la camaradería, la siembra de buenos amigos. “A los únicos que he tuteado, aparte de la familia –decía– es a los compañeros de estudios: es una consecuencia de las costumbres del ejército”.
Su afición por el boxeo nació en el Colegio Militar, producto de algunas rencillas que había entre los cadetes, duelos que se saldaban a golpes de puño, al fondo del Colegio donde se armaba un ring-side, a escondidas de las autoridades.
Precisamente en la ciudad de Paraná, Entre Ríos –su primer destino como oficial–, fue donde además de las actividades militares, fomentó la práctica de los deportes. Por tal motivo, impuso a los soldados de su regimiento la enseñanza del box, la gimnasia sueca y el atletismo.
Unido a sus destrezas y habilidades, demostró cabalmente una gran capacidad de organizador. En Paraná fundó el 18 de marzo de 1914, el emblemático “Boxing Club”. Este club, fue el primero en el interior del país y resultó una experiencia innovadora, pues eran tiempos en que sólo lo practicaba una elite, y estaba prohibido para otros estratos sociales.
Este tal vez, sea el punto de partida de Perón, al promover y promocionar el deporte como una herramienta inclusiva para el pueblo. Con la creación de ese club puesto al alcance de todos, cuando tenía 23 años, se animó a enfrentar a los poderosos, a los clasistas, provocando una ruptura en las costumbres de la oligarquía.
Entre 1920 y 1926, estuvo destinado en la Escuela de Suboficiales en Campo de Mayo. El teniente 1ro. Perón, además de la instrucción, les daba a los suboficiales clases de atletismo y era el jefe del pelotón atlético formado por los mejores atletas de la Escuela. Fue también director de la Sala de Armas de oficiales, y reemplazó eficientemente a los maestros de Gimnasia y Esgrima.
Perón durante esos años, vivió en el barrio de Flores, en la calle Lobos 3259. Se había comprometido e integrado tanto con el barrio, que ayudó a organizar un club de fútbol para los chicos y jóvenes carenciados, que los vecinos le pusieron el nombre “Juan Domingo Perón”. Además, practicaban boxeo. Él mismo compraba las camisetas, las medias, los botines, las pelotas y los guantes de box. Solía darles funciones de cine, y los agasajaba con juguetes y golosinas. A Perón -que era un niño más- le encantaban las gracias, las torpezas, las reacciones y el lenguaje de los adolescentes.
Otro ensayo inclusivo con relación al deporte, se produjo cuando estuvo destinado dos años (1936–1938), como agregado militar en la Embajada Argentina en Santiago de Chile, donde su actividad fue enorme desde todo punto de vista. Tan es así, que preocupado por la condición en que vivían los lustrabotas y los “suplementeros” (nombre con que se conoce en Chile a los canillitas), pidió autorización a las autoridades chilenas para fundar un club para que los agrupe y les facilite la práctica del deporte. Habiendo sido autorizado, alquiló un local que pagó de su propio bolsillo. El lema que utilizó en ese momento fue: “Los únicos privilegiados son los niños”, que luego fue popularizado por Evita.
La pasión de Perón por los deportes fue proverbial. En un futuro, será promotor de tantos otros deportes, como ser el tiro, la esgrima, la equitación, el fútbol, el polo, el pato, el esquí, y el andinismo.
Se caracterizó por ser un buen arquero, gran boxeador, un excelente atleta en las distintas disciplinas, y un destacado jinete.
Ahora bien, hay dos deportes donde sobresalió en forma sorprendente: la esgrima y el esquí. En estas dos disciplinas tiene escritas memorables páginas, que vale la pena recordarlas.
La esgrima fue uno de los principales eslabones de su formación, tanto humana como intelectual. Comenzó a practicarla siendo cadete. A él le gustaba tirar sable, pero sobre todo su especialidad era la espada. Ya en 1917 Perón era un buen esgrimista, según lo recuerda su frecuente rival, el maestro Alberto Luchetti. Por esos años ya estaba consagrado entre los mejores esgrimistas del Círculo Militar.
Los clubes que lo vieron distinguirse, fueron Gimnasia y Esgrima, el Jockey Club, la Asociación Cristiana de Jóvenes y el Club del Progreso. Fue seleccionado para participar en el equipo olímpico de esgrima en las olimpíadas de Paris de 1924, junto a grandes esgrimistas como Francisco Bollini, Roberto Larraz, Cipriano Pons Lezica, Pedro Nazar Anchorena, y su entrañable amigo Alejandro Cloppet. Por expresa decisión del entonces ministro de Guerra, Agustín. P. Justo, Perón no fue autorizado a representar al país en París, lo que motivó de su parte un gran enojo.
Un dato no menor, es que entre 1918 y 1928 Perón obtuvo en varias oportunidades el título de campeón militar de espada. En 1927 conquistó la Copa de Honor de Esgrima en el Círculo Militar. La pedana no tuvo secretos para él. Estuvo vinculado a la esgrima por vocación y por tradición familiar; su tío segundo Conrado Perón, que tenía una gran ascendencia sobre él, fue maestro de armas y una de las primeras espadas del ejército.
El otro deporte que supo descollar fue el esquí. Si bien lo había practicado en Chile y Mendoza entre 1936 y 1938, fue en Europa donde alcanzó sus más altos logros.
En abril de 1939 Perón llegó a Italia a cumplir una misión de estudios. Los superiores lo enviaron a instruirse como oficial alpino en distintos destacamentos militares: Merano, Pinerolo, Chietti, Sestrier, Bolzano, Vipiteno, y Aosta, en la prestigiosa Escuela Militar de Alpinismo, Batallón Ducca degli Abruzzi.
Durante ese tiempo, Perón se destacó como un sobresaliente esquiador de alta montaña. Recibió una gran formación de distintos oficiales y sub oficiales, los mejores de Italia y tal vez del mundo. El Batallón Ducca degli Abruzzi era considerado la elite de la elite. Era una fuerza o comando de alto grado de preparación, entrenamiento e instrucción militar.
En su temporada en Aosta (invierno de 1940), obtuvo el título de “maestro esquiador”, gracias a las sublimes condiciones que poseía y además, a la precisa y aguda instrucción que recibió de su maestro e instructor de esquí, don Gigi Panei. Perón recibió el premio de manos del príncipe Humberto de Saboya, el heredero al trono de Italia, también oficial alpino.
Ya de regreso en Buenos Aires, en mayo de 1941, lo destinaron al Centro de Instrucción de Montaña, en Mendoza, como oficial del Estado Mayor.
Siendo presidente de la Nación, Perón desarrolló una intensa actividad de inclusión social, permitiendo a las clases populares llegar a un deporte más organizado. Sostenía que “el Estado, debe asumir la responsabilidad de orientar, promover, asistir, ordenar y fiscalizar la actividad deportiva, posibilitando el acceso del Pueblo a la práctica del deporte para que éste deje de ser un privilegio para pocos para ser un derecho de todos”.
Esta visión del deporte, la puso en sintonía con la enorme obra de salud púbica que llevó adelante el Dr. Ramón Carrillo, para quien “el objeto del deporte es perfeccionar la salud y no formar campeones”.
Hubo durante el Peronismo destacados deportistas en distintas disciplinas que sobresalieron, como Delfo Cabrera, Eusebio Guiñez, Oscar Gálvez, Mary Terán, Elsa Lidia Irigoyen, Froilán González, Pascual Pérez y muchos otros.
En 1949, se organizaron los “Campeonatos Evita”, con una masiva participación de inscriptos en todo el país. Solamente participaban equipos de fútbol. En 1951, se incorporaron los Torneos Juveniles “Juan Perón”, con más variedad de deportes.
En ese mismo año 1951, también se organizaron los Primeros Juegos Panamericanos. En 1952, el Autódromo Municipal fue inaugurado. En 1953 Perón creó la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), como una institución estudiantil de actividades recreativas y deportivas. El Peronismo se caracterizó por motorizar grandes emprendimientos deportivos.
Si algo consigue el deporte es la inclusión. El deporte iguala, enseña a convivir y a compartir, tanto con los compañeros como con los contrincantes. Además, ayuda a prevenir la delincuencia juvenil. Esta idea integradora, está sintonía con el Papa Francisco, cuando dijo: “Practiquen el deporte con mentalidad solidaria, sin denigrar a nadie”.
Con gran sabiduría, ya lo decía Perón en un reportaje de 1972 en Madrid: “Nosotros no tuvimos delincuencia infantil. ¿Por qué? Porque en Buenos Aires más de 50 mil muchachos tenían su club. Se crearon 90 clubes de barrio, donde tenían en lo posible cancha de fútbol, de básquet, boxeo, gimnasia, en fin, todas las actividades deportivas. Esos clubes los hacía el Estado y se lo entregaba a los vecinos que lo administraban y lo llevaban adelante”.
Para Perón el deporte era “una escuela de vida”. Su preocupación fue siempre forjar una juventud sana física y moralmente.
El autor de la nota es miembro de la Academia Argentina de la Historia y autor de “Perón Íntimo. Historias desconocidas”
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