San Martín fue en la Argentina un gran organizador político-militar, en Chile fue donde ganó sus batallas, y en el Perú fue el fundador y organizador de un estado. El próximo 28 de julio Perú conmemorará la independencia política y militar debida a San Martín.
En general, la historiografía argentina y los manuales escolares que hoy siguen su línea no le prestan la debida atención a la gestión de San Martín en Perú. Es que Perú es la obra del Libertador que más nos acerca a lo que podríamos llamar su ideología. Para él, la independencia hispanoamericana era su objetivo central y la forma política con la cual se lograra le era secundario, aunque no indiferente.
Pero ello no impedía que tuviera preferencias por determinado sistema de acuerdo a necesidades del momento político.
En Perú es donde San Martín alienta la redacción de una Constitución -algo que no hizo ni en Argentina ni en Chile-, que fue criticada por algunos de sus contemporáneos porque establecía un sistema presidencial con cierta tendencia monárquica.
El mismo nombre con el que se designa al titular del Poder Ejecutivo, “El Protector”, no registra un antecedente en Hispanoamérica y sólo uno lejano en el caso de Cromwell en el siglo XVII, que asume esa misma denominación que refleja una referencia británica.
Hay quienes vieron en la “Orden del Sol”, que crea para distinguir a los patriotas más destacados, un esbozo de eventual nobleza.
La reivindicación del pasado indígena representado por los incas, apuntaba a la usurpación realizada por España, que la independencia venía a restablecer en su legitimidad.
De ahí la importancia que se daba al estandarte de Pizarro que fue entregado a San Martín. Un lustro antes, en 1816, San Martín y Belgrano lograron que el Congreso de Tucumán aprobara (aunque no llega a implementarse) su proyecto del Rey Inca.
Cumpliéndose este año el bicentenario de Belgrano, puede afirmarse que compartía con San Martín una misma aspiración política, que era constituir un estado desde Ecuador hasta el extremo sur de la Argentina, tema para el cual era funcional el proyecto del monarca incaico.
Pero esta idea entraba en el marco de la monarquía constitucional o “atemperada”, que así la llamaba Belgrano frente al Congreso de Tucumán y que San Martín compartía. En aquel momento la única monarquía constitucional era la británica y eso era un caso de análisis político insoslayable para los hombres que en aquel momento lucharon por concretar la independencia.
San Martín era al mismo tiempo un liberal político, pero también un hombre de orden: esos dos valores modelaban sus ideas políticas y lo acercaban al modelo de la monarquía inglesa.
En los cinco años que transcurren entre 1816 y 1821 cambian muchas cosas en América del Sur. En el Río de la Plata había desaparecido un gobierno nacional, en Chile en cambio se había consolidado otro, mientras que en Perú las circunstancias hicieron que San Martín avanzara con la creación del Estado del Perú.
Es cierto que los hombres a través de su trayectoria pública usualmente cambian de opinión porque cambia la situación, y que esa preferencia por una monarquía constitucional predominó en próceres como San Martín y Belgrano durante esos cinco años. Bolívar lo hará un poco después, al percibir el fracaso de su proyecto iberoamericano.
La idea de que una monarquía pueda facilitar la una unidad regional tuvo una constatación casi inmediata en la independencia de Brasil en 1822. Puede no ser conveniente comparar países, situaciones y procesos distintos, pero es evidente que el imperio fue el instrumento que facilitó la unidad de la América portuguesa, que hoy es en territorio, población y PBI más de la mitad de los diez países iberoamericanos de América del Sur.
Por lo general se han criticado las simpatías monárquicas que en determinado momento tuvo San Martín (y también Belgrano), pero creo que son críticas ahistóricas que deben comprenderse en el debate ideológico de la época, en el cual tenía sentido preferir una monarquía constitucional a un caudillo con poder sin límites.
A menos de un año de que Perú honre a San Martín al cumplir su bicentenario, puede ser conveniente que la Argentina revalorice la gestión política y militar que el libertador llevó a cabo allí. En lo militar, desembarca en Perú en 1820 al mando de una fuerza de 4.000 chilenos y argentinos. En frente tiene las fuerzas del virrey del Perú, que reunían 20.000. Le llevó menos de un año concretar la independencia del Perú sin librar una batalla. En este aspecto, este éxito militar de San Martín es una victoria que muchas veces no es puesta en valor.
Al mismo tiempo, los lineamientos que establece para organizar el estado-nación peruano marcan una línea en función de los valores de unidad y libertad que lo animaban políticamente. Sería deseable que la Argentina se sumara decididamente a la conmemoración del bicentenario del Perú, que tendrá a San Martín como figura central.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría