La cuarentena sigue, pero cambió de nombre

El Presidente dijo que hace rato no hay más cuarentena, pero este viernes anunció que las restricciones siguen sin cambios

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El presidente Alberto Fernández (Juan Mabromata/Pool via REUTERS)
El presidente Alberto Fernández (Juan Mabromata/Pool via REUTERS)

¿De qué hablamos cuando hablamos de cuarentena? Puede que no todos estemos entendiendo la misma cosa. Puede ocurrir también que no dispongamos de otra expresión para nombrar las restricciones compulsivas a las que nos ha sometido la pandemia.

El Presidente dijo que hace rato no hay más cuarentena, pero este viernes anunció que las restricciones siguen sin cambios. Llamalo lockdown, ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio) o como quieras.

Cuarentena ha devenido una palabra maldita. No solo significa pausa, encierro, soledad, miedo a perder el trabajo, a caer en la pobreza, en la anomia y en la depresión; alude también a una grieta, a una nueva línea divisoria instalada entre los argentinos.

Una saga de enfrentamientos que empezó cabalgando sobre un falso dilema: salud o economía y que escaló hacia una nueva forma de activismo.

Ahora se milita cuarentena-anti cuarentena. A favor o en contra. Se impone saber de qué lado estás. Una suerte de politización de lo sanitario, o de sanitarización de lo político. Entre la “infectadura” y el “que se muera el que se tenga que morir”, pero no reventemos la economía y la vida de los otros.

“Que me sigan hablando de cuarentena es algo que asombra, la gente sale”, dijo el Presidente, oficializando no solo que la mayoría ya no acata las disposiciones oficiales y que los que haciendo lugar a las advertencias se quedan adentro respetando la norma hacen el papel de los perfectos boludos. Lo de siempre. Un clásico de la argentinidad.

Apremiado por las presiones del momento, Alberto Fernández llevó el debate a un plano casi filosófico: la vida o la libertad. Todo un extremo expresado con la simpleza conceptual de un profesor de derecho penal.

“La primera condición para estar libre es estar vivo”, dijo el Presidente en la misma semana en la que bajó otra figura aterradora: “El botón rojo siempre está a mano”.

Difícil procesar esta seguidilla conceptual cuando apenas horas después el mismísimo Alberto Fernández devaluara el DNU que con toda una artillería argumental presentó 14 días atrás y en el que se encuadra dentro del Código Penal los encuentros familiares, al asegurar que la gente está en la calle, que hace lo que quiere.

Está claro que la decisión de erradicar del léxico oficial el vocablo maldito “cuarentena” está tomada. Una novedad que no le habría sido comunicada en tiempo y forma a Ginés González García, quien, con la sinceridad que lo caracteriza, volvió a la carga asegurando que hasta la vacuna “no hay una alternativa distinta a la cuarentena”.

Omar Perotti también dio pistas de la bajada de línea de sacarse de la boca la mala palabra cuando aclarando que nadie habla de cuarentena llamó a “disminuir el movimiento” y eventualmente retroceder con las actividades exceptuadas.

Suponer que un cambio de vocabulario puede mitigar el nivel de estrés y exasperación social cuando no se proponen cambios delata negación o desconocimiento de lo real. Reducir la irritación del momento a una cuestión semántica sólo vino a sumar confusión.

Otro mensaje que baja edulcorado es el que alude a que la sociedad está “relajada”. Lejos de estar relajada, la gente está desesperada. Mucho más allá de los que salen a paliar la angustia por el prolongado confinamiento, se asumen conductas de riesgo por la urgencia o necesidad o bien para evitar riesgos mayores. Elemental cálculo costo-beneficio.

Resignada a que el “cuando todo esto pase…” ya no será, la inmensa mayoría se prepara para convivir con el virus hasta nuevo aviso y eso supone ir administrando a cuenta propia las propias aperturas y cierres. Muchos se sienten olvidados o incomprendidos por la versión oficial.

A la idea de una “cuarentena intermitente” instalada en su momento por el gobernador Axel Kicillof, a la que volvió a echar mano este viernes, se suma la información ya documentada de que la lógica del tsunami viral que atraviesa el mundo no se resume en una curva que alcanza un pico y desciende sino en una seguidilla de picos y brotes, algo así como los remezones que siguen a un terremoto principal.

En orden a encontrar culpables, los voceros del oficialismo siempre miran para el mismo lado evidenciando un registro de la realidad atravesado por un preconcepto recurrente: la encarnación de todo lo que está mal en el genio y figura de los comunicadores.

“El sistema de medios que permanentemente alienta la libertad entre comillas…”, dijo Alberto Fernández.

Puede que la “libertad entre comillas” haga referencia a la necesidad de encontrar maneras de convivir con el virus el tiempo que haga falta sin quedar dependiendo a tiempo completo de los permisos o dádivas que baja el asistencialismo estatal.

“No es el momento de cavar la grieta. Hay gente negando la pandemia”, dijo el gobernador Kicillof, alguien para quien, también, la cuarentena no existe más.

El discurso oficial de la provincia de Buenos Aires insiste en la prohibición de actividades de recreación o deportivas, algo que se asocia con cierto rasgo de una cultura más “cool” o a los sectores sociales más acomodados.

El debate estigmatizador y clasista que se bajó a los runners reapareció en el anuncio cuando Kicillof hizo referencia a los que “sienten angustia por no poder jugar al golf”. Fue justamente un ratito antes de que el Jefe de Gobierno de la Ciudad anunciara la apertura en CABA a los deportes individuales que se practican al aire libre.

La mención trajo a cuento los dichos de nuestro incombustible Ginés, cuando admitió que no está bueno ni es solidario mostrar en este contexto ciertas conductas y libertades, a los otros no pueden acceder. Algo así como no contar guita, ni mostrar una cachito de bienestar, delante de los pobres.

Si bien para Kicillof “está semana cambió todo” porque la idea de que tendremos vacuna aporta certeza, nada se dijo acerca de si permanece vigente la obligación de gestionar permisos de circulación, de si se mantiene la amenaza de sanción penal para las reuniones familiares ni de cuándo volverán al trabajo los obreros de la construcción, los gastronómicos, las empleadas domésticas, los empleados de hoteles y líneas aéreas y tantos otros gremios que aguardan saber qué pasará con sus vidas.

No queda claro tampoco el rango de discrecionalidad de que disponen los intendentes de las regiones más comprometidas. Muchos han incorporado modalidades que se supone fueron autorizadas.

La novedad del “take away plus” remite a la vieja costumbre de sacar la silla en la vereda. En tiempos del coronavirus, los vecinos del muy cool distrito de San Isidro recuperan en hábito barrial de sentarse en la calle a tomar mate y ver pasar la vida de los otros. Un lujo entre tanta restricción. ¿Por qué no habilitar la “vuelta al perro” en todas las plazas del país? Una manera de socializar con distanciamiento social y recuperar algunas tradiciones pueblerinas.

La decisión de sumar psicólogos y psiquiatras al consejo asesor pandemial todavía no se dejó ver. Si lo que se esperaba era, al menos, algo más de claridad y contención en la comunicación habrá que aguardar. Esta vez no resultó.

La idea de presentar un “horizonte temporal” ya se ejecutó en el anuncio de que Argentina comienza a producir a riesgo el insumo básico para la vacuna que está desarrollando en la Universidad de Oxford y ingresa en su fase tres con muy alentadores resultados en las etapas preliminares. Un maravilloso halo de esperanza en el camino.

Una señal, un mojón que se agradece en un camino que hasta aquí transitamos con “luz plana”. Un alivio a futuro en medio de un presente absolutamente grave.

Con una curva amesetada pero alta en la ciudad de Buenos Aires, el ritmo de contagios sostenido en alza en el conurbano bonaerense y el virus circulando de manera comunitaria en otras 14 provincias, nadie está en condiciones de distraerse o festejar.

Son varios los distritos y localidades que pasan por DNU del DISPO (Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio, al ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). O sea que regresan a una suerte de fase 1 de esto que por disposición de quién sabe quién hemos dejado de llamar “cuarentena”.