Abundan los ejemplos del abismo entre los resultados socioeconómicos deseados y los logrados

La diferencia entre anhelos y concreciones es crucial. Ese cálculo es la información necesaria para la prudencia, la cual debiera formar parte del talento para gobernar

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El ministro planteó crecer a
El ministro planteó crecer a una tasa de 1,7% real hasta 2030, es una tasa que no saca al país de los elevados índices de pobreza

De las cosas que pasan y sobre las que la voluntad de toda la ciudadanía no cuenta, hoy y siempre, hay las que son el resultado de fuerzas naturales, como la pandemia o las que resultan de la reverberación de fenómenos que se dispararon allende los mares, como lo fue el boom de los precios de las materias primas de principios de sigloAbrazo. En ambos casos las sociedades que las reciben las viven según sus condiciones previas y en esos casos gobernar es conducir la adaptación o el modo de aprovechar esas situaciones.

Pero cuando se trata de construir el escenario y el argumento que conforman la obra de la Nación, producto de la voluntad, las capacidades y las fuerzas interiores, importa -entre otras muchas cosas- tener claro, calcular, cómo pueden terminar las cosas en las que nos empeñamos y comparar el resultado de ese cálculo con el que buscamos al tomar esa decisión. La diferencia entre deseo y resultado es crucial. Ese cálculo es la información necesaria para la prudencia. La prudencia forma parte del talento para gobernar.

Hay varios ejemplos de abismo entre resultado deseado y realidad. Tantos como para pensar que los gobiernos en la Argentina han estado dominados por la imprudencia o por el error de cálculo, más allá de lo sabio o legítimo de los deseos que han inspirado la decisión. El ejemplo magno es la Guerra de Malvinas o el levantamiento del ferrocarril. Pero también en los últimos tiempos.

Cuando se trata de construir el escenario y el argumento que conforman la obra de la Nación, producto de la voluntad, las capacidades y las fuerzas interiores, importa -entre otras muchas cosas- tener claro, calcular, cómo pueden terminar las cosas en las que nos empeñamos y comparar el resultado

Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner construyeron sus abismos. Uno la 125 que, aconsejada por Martín Lousteau (hoy Cambiemos), iba por unos pesos y terminó con una grieta que se profundiza invadiendo territorios inimaginables. Otro la “expropiación” de YPF, que aún no se ha terminado de pagar porque los amigos de la familia Kirchner, reclaman una factura de USD 3.000 millones; y la operación terminó con una empresa de energía descapitalizada.

La tercera fue el intento de creación de la nada de una “nueva y amiga burguesía nacional” y que terminó en escándalos, etc. Es decir la “imprudencia” en las decisiones políticas, no hacer el cálculo de resultados antes de avanzar hace que el remedio resulte peor que la enfermedad y ejemplos hay para regalar.

Y sobre el gobierno de Mauricio Macri, hay algunas sospechas, según investigaciones periodísticas, aunque el cálculo entre lo deseado y lo que ocurrió salió muy mal. Las empresas, la mayoría, tenían más valor antes que después. Y cave recordar los ejemplos de sus decisiones que fueron tiros por la culta, como los acuerdos con el FMI, etc.

¿Cómo le está saliendo a Alberto Fernández?

En adaptación a la pandemia no le va mal. Pero la cuarentena como método es esencialmente provisorio y obliga a pensar ¿y después? Y la realidad es que la grieta crece y la economía languidece y su poder se erosiona demasiado temprano.

Gobernar no es sorprender. El Presidente usó la sorpresa, entre otras, con Vicentín y tuvo que dar marcha atrás; y ahora con la Reforma Judicial. Ambas decisiones no parecen estar gobernadas por pensar largo en el tiempo y en profundidad en el espacio, las dos dimensiones en la transcurre la política. El pensar corto es inútil, porque desconoce la prioridad de los resultados y confunde los deseos con la materialidad.

El Presidente usó la sorpresa,
El Presidente usó la sorpresa, entre otras, con Vicentín y tuvo que dar marcha atrás (Pablo Lupa)

Las cosas que pasan -el deterioro de la calidad de la política y de la dirigencia en general; el deterioro de la sociedad sumida en el drama de la pobreza, la desigualdad y la concentración; la catástrofe económica del estancamiento y la dependencia de los recursos externos- acusan, en la sociedad argentina, una histórica falta de pensamiento largo y consecuentemente, plagada de consecuencias de los errores de cálculo.

Estamos dentro de una catástrofe. Aumento del desempleo, de la pobreza, de la desorganización del capital; y mientras aumenta el saldo positivo de la balanza comercial lo es como dramático reflejo de la parálisis económica y, en el mientras tanto, el déficit fiscal sube como evidencia del costo neto de sostener la súper cuarentena. Pero sube sin resolver los problemas sociales y económicos.

Estamos dentro de una catástrofe. Aumento del desempleo, de la pobreza, de la desorganización del capital; y mientras aumenta el saldo positivo de la balanza comercial lo es como dramático reflejo de la parálisis económica

Por eso, en normas fundamentales, y sin renunciar al valor de las mayorías, la prudencia política obliga a trabajar el consenso. Y la cuestión judicial así lo exige.

Mientras tanto, el Gobierno dice que trabaja en 60 medidas económicas para salir de la crisis. ¿Cuáles son esas medidas? No lo sabemos. Conocemos los reclamos de diversos sectores. La mayor parte son por la orientación, por el rumbo. Pero 60 medidas no necesariamente definen un rumbo: lo pueden marear.

Jaime Campos, el presidente de la AEA, declaró su coincidencia con la CGT en la necesidad, dijo, de coincidir en una “constitución económica”. Es decir, definir lo que para la mayor parte de los países la palabra “constitución” significa: un marco estable. Que defina el papel del Estado y del mercado en la organización económica, el orden de prioridad de las políticas de aliento en la coyuntura presente y a mediano plazo (consumo, inversión, exportación), la definición a largo plazo de la estructura productiva (industria, sector primario, servicios), el diseño territorial (las prioridades de infraestructura), la distribución social del valor agregado generado, la lucha inmediata y sólida contra la pobreza.

Sobre estos temas el Gobierno no se ha pronunciado y -por cierto- tampoco ha definido ni objetivos ni instrumentos.

El autor fue subsecretario de Economía del ministro José Ber Gelbard y uno de los que redactó ese plan, además de escritor, autor del libro “Economía y política en el tercer gobierno de Perón”, y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA)

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