Ya tiene casi dos décadas y es un clásico de los consultores de relaciones públicas. Se llama “efecto Streisand” y se lo puede sintetizar así: si sos famoso y quedas mal parado en Internet o las redes sociales por un posteo, el mejor negocio es dejarlo pasar.
La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y sus abogados no quisieron hacerle caso a este principio que surgió en 2003 cuando la cantante estadounidense Barbra Streisand se enojó con un bloguero que había publicado una foto aérea de su mansión en la costa californiana de Malibú.
Aunque el posteo de blog solo lo hubiesen visto un par de miles de personas, la cantante decidió ir a la Justicia contra el bloguero por violación a su privacidad.
Resultado: la Justicia le dio la razón a la cantante y actriz, pero a partir de esa demanda, millones en todo el mundo se enteraron de lo hermosa que era la mansión de la millonaria sobre un acantilado de la costa californiana.
Algo así sucedió después de que, en mayo, en el “panel de conocimiento” del buscador Google apareciera debajo del nombre de Cristina Fernández de Kirchner la leyenda de “Ladrona de la Nación Argentina”. El texto estuvo algunos minutos, hasta que desde Google lo cambiaron, y la noticia apareció en algunos medios como dato curioso, y tuvo algo de circulación en las redes sociales, especialmente entre detractores de la ex presidenta. Y ahí murió.
Hasta que la vicepresidenta, ignorando el “efecto Streisand” que estaba por generar, ordenó a sus abogados litigar contra Google como presunto responsable final de la publicación.
Qué había sucedido: Google toma para nutrir el panel de conocimiento -un recuadro informativo reservado a celebridades o personajes de fuerte impacto social y político- datos de Wikipedia y Wikidata, además de medios periodísticos. Y, como todo lo que publican los algoritmos del buscador en fracciones de segundo, no tiene editor responsable ni control humano.
Pero como Wikipedia es a veces -especialmente en el caso de personajes polémicos y controvertidos- un campo de batalla ideológico, se pueden filtrar errores, y esos errores pueden ir a parar al resultado del buscador.
Para eso, Google cuenta con uno de los departamentos de Relaciones Públicas más poderoso de las corporaciones estadounidenses: para que hagan control de daños de los errores del algoritmo.
En el mundo de Internet llaman “vandalizaciones” a estos insultos en las biografías de políticos y famosos originados generalmente en Wikipedia, que no es parte de Google, pero sí un socio.
Y ni siquiera es la primera vez que algo así le pasa al gigante de Silicon Valley.
Dentro del buscador son realistas: “Si no asumiéramos que puede pasar un error cuando estamos indexando segundo a segundo los millones de datos que aparecen en Internet, no se hubiese podido desarrollar jamás este proyecto”, dice un empleado de Google y recuerda que semanas atrás sucedió algo similar con el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, hoy en prisión domiciliaria por sospechas de corrupción. Pero Uribe no demandó a Google, solo solicitó corrección.
De hecho, la demanda de Cristina Kirchner movilizó a los ingenieros de la sede de Google, en Mountain View, a revisar procedimientos para minimizar esos errores.
Pero hay un dato que para Google es único en el affaire Kirchner: es la primera vez que demandan a la empresa tecnológica por el panel de conocimiento. Hasta ahora Google vive enfrentando pleitos en todo el mundo por resultados en el buscador, y en general los viene ganando: modelos que no quieren ser vinculadas con un pasado de prostitución son un clásico, directivos empresarios que piden que no se indexen notas que cuentan historias oscuras de su currículum, otro pan de cada día.
En la mayoría de los casos, Google gana en las cortes supremas de todo el mundo civilizado: es más importante el derecho a la información de datos verídicos que el derecho a la intimidad de gente que se puede sentir ofendida.
Este caso es distinto y novedoso tanto para la vicepresidenta como para el buscador. El final, para Google, está abierto. Pero para CFK, ya está claro: con su demanda amplificó tanto la gaffe de Google que logró el efecto contrario. Hoy “Ladrona de la Nación Argentina”, con la captura original del panel de conocimiento, aparece en un cuarto de millón de menciones en Google. En la base de medios periodísticos de la auditora de medios Global News en Argentina solamente aparece más de 6 mil veces mencionada: ¡efecto Streisand a la enésima potencia!
¿Qué pueden haber buscado los abogados de la vicepresidenta asesorándola tan mal? Por lo pronto la satisfacción personal de -eventualmente- ganar la demanda. Le están solicitando al buscador que facilite los datos de impacto de esos minutos de publicación del texto ofensivo para calcular cuánto reclamar como resarcimiento.
Pero Google solo podría darles los datos analíticos de cuántos vieron la publicación original. Eso es equivalente a los 20 mil que vieron el posteo original de la foto aérea de la mansión de Barbra Streisand. La enorme repercusión mediática y de redes sociales que tuvo luego como consecuencia de la acción legal de la ex presidenta contra Google es imposible de evaluar, y, en el caso de que Google pierda, no se haría cargo. Ningún tribunal resarcirá a Cristina por el “efecto Streisand”.
De todos modos, el affaire “Cristina, Ladrona de la Nación Argentina” instala un nuevo paradigma en el debate sobre la libertad de expresión e Internet que en realidad no es tan nuevo: los medios periodísticos tradicionales hace rato que vienen reclamando que Google gana fortunas con información que, en parte, producen los periodistas, pero sin hacerse cargo legalmente, como sí es el caso en los medios de comunicación.
En Google no cuentan con editor responsable, y tampoco se imaginan cómo meter un editor responsable dentro de un algoritmo que tiene que buscar información en milisegundos.
¿Querrá Cristina Fernández de Kirchner el apoyo de los medios tradicionales en su demanda contra Google?
Por lo pronto lo único que logró -por ahora- es asociar su nombre a “Ladrona de la Nación Argentina” y convertir un debate menor que ya había quedado en el olvido en un nuevo “efecto Streisand”. En la mejor de las hipótesis puede llegar a ganar y entrar a los libros de historia de Internet y de los expertos de imagen como “el efecto Cristina, Ladrona de la Nación Argentina”.