Mazal

El concepto en la tradición judía se suele traducir como “suerte”. Sin embargo, la mejor traducción de es "un goteo desde arriba"

Maya Angelou

La bisabuela de Maya Angelou había llegado a Estados Unidos de América, entre los cargamentos de esclavos del pequeño pueblo de Mende al Oeste de África. Violada y luego abandonada por su amo, dio a luz a la abuela de Maya, quien la crió de niña. Maya nació a finales de los años 20´ y, si bien formalmente la esclavitud ya había sido abolida, su historia continuó encadenada a una serie de desgracias. A la marginalidad y el abandono de sus padres le siguió el abuso sexual por parte del novio de su madre. El shock emocional fue tan fuerte que quedó muda, sin hablar durante cinco años. Fue en ese tiempo en que descubrió su amor por la lectura, lo que la llevó a explorar su veta artística, mientras trabajaba en lugares inimaginables con tal de conseguir su pan.

Tuvo un solo hijo de manera temprana de una relación fugaz, y varios intentos de matrimonio siempre fallidos. Hasta que conoció a Martin Luther King Jr. Entonces descubrió su misión. A través de la escritura y la poesía se transformaría en una de las más importantes activistas sociales de los turbulentos años 60´. Pero su suerte parecía siempre jugar en contra. Luther King sería asesinado justo el día del cumpleaños 40 de Maya, lo que la llevó a una profunda depresión. Maya, aun así, no se rindió. Continuó escribiendo hasta transformarse en una de las referentes y escritoras afroamericanas más reconocidas del país. En los 70´, fue parte de la famosísima miniserie “Raíces”, sin dudas un homenaje a su bisabuela y al legado de King Jr. Pero los problemas familiares no la abandonaron. En los 80´ su único nieto fue secuestrado, y recuperado recién luego de cuatro años.

Maya nunca dejó de escribir. De crear y componer. Películas, guiones para televisión, artículos, poesía, obras de teatro y una serie de autobiografías. Llegó a recibir más de 30 títulos honorarios de diferentes Universidades por su incansable trabajo. Murió en 2014. Maya fue todas esas historias. En su despedida se escucharon los discursos nada menos que de Bill Clinton y Michelle Obama. El Servicio Postal de los EEUU sacó en 2015 una estampilla en su honor.

Muchas veces pensamos que lo que somos se debe de manera exclusiva a nuestro esfuerzo, convicción, coraje, empuje, resiliencia, carisma, entusiasmo, formación, estudio, trabajo o lo que sea que salga de nosotros. Sin embargo, existen una cantidad de cosas que nos suceden o que heredamos de forma azarosa. Sucesos que se convierten en parte obligada de nuestra vida sin haberlos elegirlo, y que de alguna manera determinan el alcanzar o no nuestros sueños. Dónde nacemos, en qué tiempo y bajo qué circunstancias, cuál fue el desarrollo de nuestros primeros años, las condiciones económicas, de violencia, de riesgo o de confort, y hasta qué tipo de personas se cruzan por nuestro camino, tienen que ver a veces simplemente con la suerte.

¿Cuál fue la “suerte” de Maya”? ¿Cuál fue su “Mazal”? ¿Lo tuvo? ¿Todos lo tenemos?

En el texto de mañana Moisés nos recuerda: “No suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tu ganado aumente, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; y digas en tu corazón: ‘Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza'”.

Hay una cantidad de cosas que no dependen de nuestro poder y nuestra fuerza. El concepto de “Mazal” en la tradición judía se suele traducir como “suerte”, y se lo escucha especialmente en momentos de alegrías y celebraciones al grito de “¡Mazal Tov!” “¡Que tengas un buen Mazal!” “¡Que tengas una Buena Estrella o Buena Suerte!”. Sin embargo, la mejor traducción de Mazal es: “un goteo desde arriba”. La idea de algo que se derrama desde las alturas hacia cada uno es tomada por los místicos, quienes dicen que el Mazal es la raíz de nuestra alma. Que sólo un rayo del alma habita dentro nuestro, mientras que la parte más importante de nuestra alma permanece arriba, en permanente iluminación hacia cada uno.

El Midrash Rabbah (Bereshit 10) nos dice que cada mañana, un Mazal desde el cielo desciende detrás de cada hierba del campo y le susurra: “Y ahora…crece!”. Lo mismo sucede con el alma de cada persona. Es eso lo que pedimos en un “Mazal Tov”. No pedimos que el Mazal sea bueno, sino que nosotros hagamos algo bueno con él. Que podamos hacer con aquello que nos llueve desde el cielo, con lo que la vida nos presenta - a veces tan hermoso, otras tan triste- algo bueno. Algo con lo que podamos crecer. No pensar que todo lo logrado es gracias a nuestro poder. Sino que tenemos el poder dentro nuestro, de hacer con el Mazal de cada mañana, algo mejor.

El Talmud (Tratado de Rosh Hashana 16b) enseña: “Meshane makom meshane Mazal” “Aquél que cambia de lugar, cambia su suerte (su Mazal)”. Algunos lo toman de manera tan literal que deciden cambiar de asiento en el Templo o en sus mesas, para que cambie así su destino. Quizá el texto nos sugiere cambiar de lugar, al mirar de manera diferente lo que nos sucede. Si cambiamos el ángulo desde donde lo vemos, si modificamos el lugar desde donde lo entendemos, cambia su perspectiva, su dimensión y su impacto. No se trata de cambiar la suerte. Sino de asumir cuál es nuestro Mazal de cada mañana, el de nuestra vida. Celebrarlo cuando es bueno o cambiar nuestro lugar al mirarlo si no lo es, pero siempre escuchar su susurro. El que nos invita a crecer. Porque en el final, así como en la historia de Maya, no seremos lo que diga nuestro Mazal, nuestra suerte, estrella o destino, sino lo que hagamos con él.

Amigos queridos. Amigos todos.

Con todas las dificultades que cada uno haya tenido que lidiar, no hay dudas que en una enorme cantidad de cosas hemos sido bendecidos con la buena fortuna. Reconocer lo afortunados que hemos sido, puede hacer de nosotros almas más generosas para entregar de nuestro tiempo y nuestros recursos, y así ayudar al Mazal de otros. Porque reconocer todas las causas de nuestros logros, nos hace ver cuánto le debemos al mundo.

Despertar cada mañana y abrir los sentidos para escuchar el susurro de aquello que gotea desde el cielo. Para por las noches poder ir a dormir recordando las palabras de Maya Angelou: “Hacé que la gratitud sea la almohada…sobre la que recitás tus oraciones por la noche”.

El autor es rabino de la Comunidad Amijai, y presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masorti.