Reflexión

El contexto actual y una oportuna carta de San Martín sobre la Argentina

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"Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario se me oprime", escribió José de San Martín en 1834, desde Francia
"Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario se me oprime", escribió José de San Martín en 1834, desde Francia

El Gobierno y el Presidente, en particular, casi a diario nos dicen que la profundización de la crisis económica está dada por la pandemia, ignorando que la misma esta potenciada por la extensísima cuarentena que con medidas desordenas y arbitrarias tratan de sobrellevar; creen que están controlando la inflación sin advertir que sólo está contenida por la extrema pobreza que alcanza hoy con total dureza a toda la clase trabajadora y con inédita intensidad a la clase media, devastada y sumida en el desconcierto. Creen que el mentado programa de redistribución de ingresos es solamente administrar con desigualdad una creciente pobreza.

Diariamente nos mienten y limitan la libertad de cada ciudadano atacando a periodistas y a la prensa independiente; insisten con una reforma judicial que sólo tiene por propósito ocultar, absolver y dar impunidad a los responsables de la corrupción; soslayan, encubren y pretenden olvidar el ataque terrorista más grave de toda América Latina, sistemáticamente tratan darle marco legal a un acuerdo espurio con Irán que el mismo Presidente denunció en su momento; simulan y ocultar el presunto crimen de Estado que fue el de un fiscal de la nación.

Sr. Presidente, sus dichos y escritos cuando estaba en el llano son antagónicos y opuestos a su accionar de hoy. Esto nos desorienta y nos llena de incertidumbre. El país es un navío que se encuentra al garete en medio de una tempestad, usted es el capitán. ¿No le parece que debería darnos señales claras?

Creen que están controlando la inflación sin advertir que sólo está contenida por la extrema pobreza que alcanza hoy con total dureza a toda la clase trabajadora y con inédita intensidad a la clase media, devastada y sumida en el desconcierto

Nos preguntamos, Sr. Presidente: ¿a quién debemos creer y ayudar? Usted diariamente da mensajes contrapuestos que solo dejan como evidencia incontrastable que quien decide y manda es Cristina Fernández de Kirchner, ya que su opinión o parecer es lo que prevalece. Olvida usted que una parte importante de la población la repudia, olvida usted que la paciencia de los pueblos tiene límites, olvida usted la cruenta experiencia que nos deja la historia cuando los gobernantes desoyen a sus pueblos. No parece tomar conciencia de que la pobreza es una calamidad que alcanza a más del 50% de los argentinos, que suman miles las pymes quebradas, que vivimos en la inseguridad, que la educación de nuestros niños y jóvenes es una burla a lo que promovió y ejecutó Sarmiento, que usted pone como ejemplo a gobernadores y gremialistas que son los emblemas más notorios de la corrupción, que no tenemos presupuesto, que no podemos a seguir viviendo sin consecuencias con eterno déficit fiscal, que no podemos vivir más de prestado porque no hay más quien nos preste, que debemos dar seguridad jurídica y certeza al capital no especulativo porque es quien invierte y da trabajo, y que no tiene plan alguno para salir de esta catástrofe.

Finalmente en la negociación con los bonistas de la deuda externa, que durante varios meses estuvo en virtual default, se llegó a un arreglo con todo lo que ello conlleva. De esta forma evitamos que se acrecentara la crisis. Sin embargo la mayor preocupación que queda en pie ahora es la post-pandemia pase. Ese manto de humo que hoy nos cubre y no nos deja ver la realidad se disipará quedando a la vista la dramática existencia de desocupación, quiebras, inseguridad, extrema pobreza y orfandad en que nos encontramos con todo lo que ello significa y provocará.

¿No comprende usted, Sr. Presidente, que esta sumatoria de calamidades se termina indefectiblemente en aciagas definiciones?

El país es un navío que se encuentra al garete en medio de una tempestad, usted es el capitán. ¿No le parece que debería darnos señales claras?

Sr. Presidente, si usted me permita haré una referencia histórica que creo oportuna hoy rememorar. Durante el gobierno del general Juan José Viamonte, el país se encontraba sin rumbo y se dirigía desordenadamente hacia la dictadura que se corporiza en la persona de Juan Manuel de Rosas. San Martín, desde Francia, donde se había retirado en su autoexilio, en una carta del 1° de febrero de 1834 a su amigo el general Tomás Guido advertía con brillante percepción el anticipo de la dictadura.

Decía San Martín:

“… Sin duda señor don Tomás ésta es mi opinión, por el principio bien simple que el título de un gobierno no esté asignado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen: ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades: los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos. Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario se me oprime. ¡Libertad! Désela Ud. a un niño de dos años para que se entretenga por vía de la diversión con un estuche de navajas de afeitar y Ud. me contará los resultados. ¡Libertad! Para que un hombre de honor sea atacado por una prensa licenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de industria venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un bocado de pan a mis hijos. ¡Libertad! Para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de especulación hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad! Para que sacrifique a mis hijos en disensiones y guerras civiles. ¡Libertad! Para verme expatriado sin forma de juicio y tal vez por una mera divergencia de opinión. ¡Libertad! Para que el dolo y la mala fe encuentren una completa impunidad como lo comprueba lo general de las quiebras fraudulentas acaecidas en ésa. Maldita sea la libertad, no será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona. Hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad. Tal vez dirá Ud. que esta carta esta escrita de un humor bien soldadesco, Ud tendrá razón pero convenga Ud. que a 53 años no puede uno admitir de buena fe el que se le quiera dar gato por liebre. No hay una sola vez que escriba sobre nuestro país que no sufra una irritación. Dejemos este asunto y concluyo diciendo que el hombre que establezca el orden en nuestra patria, sean cuales sean los medios que para ello emplee, es el solo que merecerá el noble titulo de su libertador”.

¿Sr. Presidente, no encuentra usted en la carta de San Martín similitudes y coincidencias con en el momento que hoy nuevamente vivimos los argentinos? La historia se repite, esta vez tratemos que resulte de otra manera.

El autor es presidente del IADER

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