Los latinos son una de las poblaciones de más rápido crecimiento en Estados Unidos. Hoy, una cuarta parte de los niños en todo el país son latinoamericanos. Esto torna al voto latino cada vez más relevante en términos electorales.
Para las próximas elecciones presidenciales de noviembre, el candidato demócrata que enfrentará a Donald Trump, Joe Biden, viene encabezando todos los sondeos - aunque si hay algo que varias elecciones recientes se han encargado de enseñarnos, es a no confiar demasiado en las estadísticas. Y también es cierto que esa ventaja a favor de Biden puede reducirse significativamente si el tercer trimestre muestra una mejora de la economía. Cabe recordar que la imagen del actual presidente Trump se ha visto muy dañada por la drástica caída de la economía durante la pandemia; solo en el segundo trimestre de este año, la economía Americana se contrajo un 10%.
Esta particular situación está dando lugar a una batalla muy reñida entre demócratas y republicanos, en la cual la seducción del voto latino se ha vuelto crucial. Biden no se cansa de enfatizar cómo a lo largo de su carrera como senador y luego vicepresidente de Barack Obama ha luchado para crear un camino hacia la clase media que permita a los latinos alcanzar el tan anhelado sueño Americano.
Además de las medidas adoptadas internamente dentro de EEUU, Biden dirigió la estrategia de la Administración Obama en Centroamérica, asegurando 750 millones de dólares para invertir en la seguridad y prosperidad de El Salvador, Guatemala y Honduras, para que menos familias tuvieran que hacer el implacable viaje hacia el norte.
Hoy Biden promete garantizar que todos sean tratados con dignidad, sin importar su raza, género, orientación sexual, religión o discapacidad; y facilitar las condiciones para que todos tengan la oportunidad de unirse a la próspera clase media americana.
Su plan si llegara a la presidencia incluye inversiones en la movilidad económica de los latinos, asegurándoles acceso al crédito y al capital, permitiendo a las empresas latinas participar de los contratos federales y programas de asistencia crítica. Asimismo, planea ampliar el acceso a la educación de alta calidad y abordar la desigualdad racial en el sistema educativo, comenzando con la educación en la primera infancia (pre-kinder universal), eliminando la brecha de fondos entre distritos blancos y no-blancos, y facilitando el acceso a las universidades públicas a ciudadanos de bajos recursos.
También buscará acabar con las disparidades de salud por raza (los latinos tienen mayores probabilidades de sufrir hospitalización o una enfermedad grave que personas blancas no hispanas), a través de inversiones de largo alcance, como una opción pública de un seguro de salud. Además, promete asegurar los valores americanos como una nación de inmigrantes, lo cuál implicará no solamente un cambio radical con respecto a la retórica antiinmigración de los últimos años, sino que se traducirá en actos concretos. Por ejemplo, extenderá el Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés) a los venezolanos que buscan alivio de la crisis humanitaria provocada por el régimen de Nicolás Maduro; y priorizará una reforma migratoria integral que de una hoja de ruta hacia la ciudadanía a 11 millones de inmigrantes indocumentados. Por último, promete combatir los crímenes de odio y la violencia armada, asumiendo, además, un liderazgo moral que deje en claro que tales insultos no tienen lugar en los EE.UU.
En efecto, resulta sorprendente que, si bien el presidente Trump ha hecho y dicho mucho para enojar a los latinos, sus índices de aprobación en esta parte significativa del electorado, se mantienen relativamente consistentes.
Este año, se espera que por primera vez los latinos sean la minoría racial o étnica más grande en una elección presidencial de EEUU. Con un récord de 32 millones de personas con derecho a voto, representarán el 13.3% de todos los votantes elegibles. Si las tendencias de las últimas elecciones de 2012 y 2016 continúa, los estados de Florida, Arizona y Nevada serán 3 de los denominados “swing states,” en donde los candidatos se jugarán todas las cartas para ganar la elección. En estos tres estados clave, el voto latino representa más del 20% del electorado. Si la propuesta de Biden logra seducir a esta comunidad clave, podría marcar la diferencia en el resultado de la elección más importante de la historia reciente.
*La autora es coordinadora internacional de Americans Abroad for Biden