El primer desaforado del gobierno de Perón

El radical Ernesto Sammartino fue expulsado de la Cámara de Diputados. Luego fue buscado por la policía, pero logró gracias a un pasaporte falso cruzar al Uruguay, donde se quedó hasta la caída del Presidente

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Ernesto Sammartino
Ernesto Sammartino

El 5 de agosto de 1948, el diputado nacional radical Ernesto Sammartino se convirtió en el primer legislador opositor en ser desaforado y expulsado por el gobierno de Perón.

Ese día hubo una sesión especial en la Cámara de Diputados de la Nación para tratar el caso de quien era también escritor y periodista y había sido director de El Diario (Paraná), Nueva Palabra y La Voz de Mayo (Buenos Aires) y La Montaña (Entre Ríos).

El motivo: criticar una serie de artículos que con la firma de Perón se habían publicado en todos los diarios oficialistas. “La historia argentina parece ser que para él se inicia con su llegada. ¿Y antes no había nada en este país? Nuestro Presidente peca de una falta de ponderación mental y de equilibrio mental”, acusó.

Ese día 5 de agosto, Sammartino perdió su banca. Fue a través de una votación que arrojó 104 votos a favor de su expulsión, y 42 en contra. “¡Viva Perón!”, gritó el numeroso bloque oficialista. “¡Viva la República!”, replicó el bloque opositor.

Así fue como este político pasó a ser la primera baja del radicalismo, a nivel de la Cámara de Diputados de la Nación.

Fiel a su punzante e incisiva dialéctica, en su defensa pronunció palabras como estas:

“No he venido aquí a ensayar reverencias frente al látigo ni a bailar lanceros. Esta no es una boite de moda, ni un club social. Esta es la Cámara libre de un pueblo libre, y un Presidente de la República no puede hablar como si fuera el jefe de una tribu al compás de tambores de guerra con el objeto de despertar el odio o la adhesión de las turbas ululantes. ¿Hemos planteado acaso nosotros alguna cuestión cuando el 23 de junio pasado Perón dijo que éste es un pueblo de diez millones de vagos, o cuando dijo que éste es un pueblo lleno de acomodados?”.

Ernesto Sammartino había comenzado a cobrar notoriedad cuando el 8 de agosto de 1946 fue suspendido por tres sesiones por afirmar que algunos diputados de la mayoría oficialista conocían “como Panurgo, las cuarenta formas del hurto”.

Cobró aún más notoriedad cuando un español llamado Manuel Costa, de 37 años, intentó asesinarlo en su estudio jurídico de la calle San Martín 448. “Evita lo mandó matarme, pero tomó tanto vino que le salió mal”, declaró después del legislador.

Desde su desafuero, Sammartino era buscado por la policía, pero en septiembre siguiente logró gracias a un pasaporte falso cruzar al Uruguay, donde se quedó hasta la caída de Perón.

También Balbín

El mismo camino siguió después el diputado Agustín Rodríguez Araya. El 9 de junio de 1949, 108 legisladores votaron a favor de su desafuero y expulsión, y 37 en contra.

Éste, durante su defensa reveló que la policía había tratado de destruirle los testículos a Cipriano Reyes, quien estaba preso supuestamente por violar la ley de juegos, aunque públicamente se sabía que estaba en la cárcel por otros motivos.

Directamente desde el recinto, Rodríguez Araya enfiló hacia la embajada uruguaya, donde se refugió.

También a Ricardo Balbín el 9 de octubre de 1949 le sucedió lo mismo. 87 diputados votaron por la expulsión del presidente del bloque radical, y 37 en contra.

El 12 de diciembre siguiente, el bloque peronista eliminó igualmente al legislador Atilio Cattáneo por poner en duda la declaración jurada de bienes que Perón había hecho en 1946.

Concretamente, lo expulsaron por esta declaración que había hecho en Jujuy: “Señor Presidente: yo le compro su quinta de San Vicente en 55.000 pesos, es decir, el mismo precio en que usted la valuó al hacer su declaración de bienes, el 7 de junio de 1946”.

Por “dudar de la palabra presidencial” sobre el valor real de la famosa quinta, le entablaron juicio por desacato y, obviamente, perdió.

La pérdida de los fueros parlamentarios y posterior expulsión de estos y otros parlamentarios obedeció a que la ley de delito de desacato, por la que el peronismo suprimió el derecho de opinión y crítica a los actos de gobierno, alcanzaba también a los legisladores.

Casi todos los desaforados escaparon al Uruguay. Ricardo Balbín no quiso huir y terminó en la cárcel de Olmos, en La Plata. El líder radical volvió a ser encarcelado en 1950 y 1954.

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