La Real Academia Española define así a la demagogia:
1. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular
2. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
¿Es “correcto” lo “políticamente correcto”? Uno de los azotes más grandes que ha sufrido nuestro país lo representa el hecho de que, salvo honrosas excepciones, nuestra sociedad ha optado por expresarse a través de “lo políticamente correcto” y no de “lo correcto”, privilegiando intereses personales y sectoriales por sobre el interés general. Esta actitud se extiende a la mayoría de nuestra población.
Un diagnóstico que seguramente compartiríamos los argentinos, especialmente los de mayor edad, es la ratificación del viejo adagio que dice “que todo tiempo pasado fue mejor”. Lamentablemente en nuestro país esto es una verdad revelada. Los diferentes gobiernos, de todo tipo y color, con algunas pocas excepciones, han privilegiado sus intereses de parte por encima del interés general. Así nos ha ido.
Los indicadores socioeconómicos lo muestran con claridad meridiana. Analicemos con una mirada abarcativa el funcionamiento de nuestra sociedad y sus instituciones. Si nuestro parlamento privilegia lo políticamente correcto y no lo correcto, las leyes sancionadas expresarán los intereses del grupo por sobre el interés general.
Como ejemplo de esto tenemos la sanción de leyes voluntaristas sin explicar su financiamiento, buscando sólo el aplauso general. Así, pasamos de ovacionar un default que significa incumplir leyes a dictar leyes incumplibles. Crear expectativas infinitas, sabiendo que los recursos siempre son finitos, determinará una distorsión en la utilización de los mismos, afectando los intereses generales del país que, de improbables, se transforman en imposibles.
Estas leyes son las que aplica el Poder Judicial, custodio de la Constitución, y es por ello que sus fallos se ven en parte condicionados por las leyes vigentes.
Por último, el Poder Ejecutivo de turno ha cumplido al pie de la letra con la expresión de lo políticamente correcto, o demagógico, con lo cual el empobrecimiento general del país en las últimas décadas ha sido la regla. Estos hechos están probados por las estadísticas sociales y económicas; han dejando de ser una opinión personal.
Hasta aquí, el diagnóstico y las consecuencias de esta actitud social. Ahora, ¿cuál es el tratamiento “correcto”?
La Educación es el único camino y es la medicación soberana. No quiero expresar lo “políticamente correcto”, estoy seguro de que afirmo “lo correcto”.
Desgraciadamente, hoy en la Argentina los tiempos de la educación no son los tiempos de la política. Se requiere un tratamiento de shock. Los tiempos apremian. Los medios de comunicación han reemplazado a la educación tradicional y a la familia como instrumentos. Hoy, en su rol fundamental, deberían privilegiar la transmisión de valores, eliminando no sólo las noticias falsas, sino también las verdades a medias.
Lo sintetizaré con un ejemplo muy gráfico: cada vez que muestren una foto de “la mano de Dios”, deberían contrastarla con una foto de las manos de la Madre Teresa y así explicar claramente el diferente significado de cada una.
Nuestra sociedad en su conjunto debe reeducarse para transmitir lo correcto. Incorporado en nuestra sociedad el valor supremo de la democracia, los partidos políticos no se deberían apartar de los principios rectores de la Constitución Nacional. Todas sus propuestas deberían estar regidas por la ley de leyes, y aquellos que quieran sugerir cambios primero tendrían que hacerlo utilizando los mecanismos que prevé el sistema democrático para modificar la Constitución.
Solamente un cambio constitucional determinará un cambio en las plataformas. La terapia de shock deberá comenzar por el hogar. Nuestros dichos y acciones deberán estar regidos por el valor supremo de la verdad, lo que requerirá de nuestra reeducación para transmitirlos.
Con este enfoque se pretende analizar el porqué de los problemas que nos aquejan; existen muchos más, pero éste tiene como objetivo ir a la raíz de los mismos. Aquellos que lo compartimos, debemos ponernos urgentemente en marcha.
El autor es médico y empresario