Las Hermanas del Divino Salvador
En la segunda mitad del siglo XIX, llegaron desde Córdoba las Hermanas del Divino Salvador al sector oeste de la periferia de la ciudad de Buenos Aires. Ya estaba el matadero y la estación de Liniers sobre las vías ferroviarias paralelas al Camino Real -actual Rivadavia. Estaba la Pulpería La Blanqueada, donde se reunían vecinos, troperos y payadores. Transitaban carretas, gente de a caballo, diligencias y galeras rumbo a Morón, Luján o Mercedes, hacia el oeste, o a los mataderos de Liniers y de San Justo al sudoeste.
La población fue formando una ciudadela y con las Hermanas llegó la capilla a la que decidieron darle el nombre de San Cayetano (1875). Después fue parroquia, convento y colegio. Las sucesivas y severas crisis económicas en el mundo del trabajo comenzando por la del 29 hicieron que el pueblo trabajador -ocupado o desocupado -eligiera la casa de Cayetano para hablarle a Dios y así, mes a mes.
El lector puede revisar la extraordinaria historia de amor interhumano, labor pastoral, religiosa, educativa, social y evangélica de la obra de San Cayetano, clérigos y laicos en los casi 150 años de existencia.
Dos hitos de la dimensión política de la fe
Mes a mes, los días 7 se dan cita en el Santuario devotos, promesantes -como se denomina a aquellos que llevan su pedido y su promesa- y también curiosos que quieren conocer la parroquia y sus alrededores. Pero San Cayetano forma parte ya no sólo de la concurrencia individual o de pequeños grupos sino de la multitud como sujeto colectivo que registra su fe y su esperanza en momentos de graves crisis sociales y políticas.
A) 7 de noviembre de 1981 - CGT de la calle Brasil
En el año 1981 este cronista vio la imagen del “Santito de la espiga de trigo” transportado por cuatro hombres fornidos por la calle Cuzco, y vio cómo miraba a la muchedumbre y le pareció oír decir “¡eh! ¡tráiganme aquí el pan que haya!”, y salir abriéndose paso al cura a quien los acólitos llamaban “padre Humberto” (Bellone). Fue el mediodía del 7 de noviembre de ese año cuando la CGT de la calle Brasil se sumó a la tradicional visita que realizan los devotos todos los 7 de cada mes.
La Argentina ya había sufrido dos ajustes: uno durante el gobierno peronista, del cual fue autor el ministro Celestino Rodrigo, y otro durante la dictadura de Martínez de Hoz. No había un índice de desocupación que superara el generado años después por la crisis del 2001 (gobierno radical), ni el que padecemos hoy. Pero el pueblo sufría el mayor aplastamiento que se recuerde como consecuencia de la sistemática violación a los derechos humanos y constitucionales practicado por la dictadura (1976-1983). El pueblo trabajador, representado por una de las agrupaciones sindicales denominada CGT de la calle Brasil, encabezó la oposición en las calles inmortalizando el “Pan, Paz y Trabajo” consigna que surgió tras una reunión que mantuvieron Saúl Ubaldini, Osvaldo Borda (Caucho) y el obispo de San Justo, monseñor Rodolfo Bufano. Alrededor de 50.000 personas hicieron manifestación de fe dándole un claro sentido político contra la opresión y la injusticia reinantes.
B) 7 de agosto de 2016 - Trabajadores de la Economía Popular
Muchos años después, la llama reaparece en el Santuario un 7 de agosto de 2016 cuando las organizaciones sociales convocaron y realizaron la “Marcha de San Cayetano” a Liniers para pedirle al Patrono del Pan y del Trabajo, antes de llevar su imagen a la Plaza de Mayo. Esta vez se realizó un acto con la consigna “Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo” en una síntesis de la histórica consigna con el agregado de las necesidades de “tierra” y “techo”, que como bien señaló el papa Francisco llevaron a un grado extremo la pobreza existente.
La confederación CTEP reunió a los trabajadores en el Santuario de Liniers acompañados por algunos sindicatos y encabezó la protesta que peregrinó a lo largo de 13 kilómetros por la avenida Rivadavia para pedir, entre otras cuestiones, un “Salario Universal Complementario” para los trabajadores de la economía popular y la declaración de la Emergencia Social en el Congreso Nacional.
Palabras del Cardenal Jorge Mario Bergoglio
El lema de este año dice así: “Con San Cayetano reclamamos el pan que alimenta y el trabajo que dignifica”. Reclamar el pan que alimenta es una manera de querer dar vida: reclamamos el pan porque para dar la vida se necesita tener un pan que compartir. Jesús mismo antes de dar su vida en la Cruz quiso juntarse con sus amigos en torno a la mesa, quiso tener un pan en las manos para partirlo y repartirlo, para partirse y repartirse. Reclamar el trabajo que dignifica es una manera de querer dar la vida: reclamamos trabajo porque es la manera digna de gastarse creativamente por los demás. No se puede dar la vida sin compartir el pan y sin trabajar. Pero tampoco es verdadera vida la que no se da cotidianamente. Por eso nuestro pueblo no se sienta a esperarlo todo del reclamo, sino que su reclamo entraña compartir cada día el poquito de pan que tiene e inventar mil maneras solidarias de trabajar por la comunidad. Al mismo tiempo que exigimos justicia venimos aquí a rogar al Señor de la vida y a pedirle a Él el pan y trabajo, por intercesión de San Cayetano.
“Tengan los unos con los otros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”. Nos hace bien recordar cómo en el peor momento de su vida, en la noche de la traición y del abandono, Jesús tuvo el sentimiento más noble. Le estaban quitando todo y Él se convirtió a sí mismo en Pan para su pueblo. Transformó la expoliación en don. “Nadie me quita la vida, sino que Yo la doy”. Este ejemplo silencioso de Jesús, que carga sobre sí la cruz y asume el pecado, incluso el de los que lo matan, contiene una invitación. Y hay gente que acepta esa invitación, hay pueblos enteros que se levantan de sus ruinas y con silenciosa dignidad ponen manos a la obra y transforman una situación de postración y de violencia en un tiempo de don (San Cayetano, 7/8/2002).