Eva Perón: la historia detrás del mito

A la imagen más mitológica de la Dama de la Esperanza, y al recuerdo de su compromiso genuino, no viene mal sumar una dosis de equilibrio e información para no tener una visión única de las cosas

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Evita pronunciaba encendidos discursos en
Evita pronunciaba encendidos discursos en defensa del presidente y de la gestión de gobierno.

La figura de Evita se presenta como un mito nacional incontestable desde la creencia. Resulta empática su vida de muchacha de pueblo luchando por su sueño en la gran ciudad, y su posterior compromiso de vida con la causa de los humildes. Sin embargo, podemos acercarnos a ella sin limitarnos a la corrección política. Aportando detalles que muchísima gente ignora. Como es sabido, María Eva Duarte nació en Los Toldos y tuvo una infancia de privaciones, a la vez que una adolescencia en Junín que alimentó leyendas sobre su figura. Una de ellas indica que la pensión de su madre, doña Juana, era un prostíbulo. Se le atribuye un romance con Agustín Magaldi, el Gardel provinciano, que la habría ayudado a insertarse en Buenos Aires para cumplir su deseo de ser actriz. También un amor con un anarquista. Nada está probado. Sí es cierto, en cambio, que fue protegida por el radical Moisés Lebensohn, oriundo de Junín, con quien siempre mantuvo una amistad. Y que ella, la futura mujer más importante del peronismo, tuvo una relación con el ícono del antiperonismo, Ernesto Sammartino, que no terminó bien y que incidió en la posterior defenestración de este último (fue expulsado del parlamento nacional en 1948 y culpó a Evita). El escritor Tomás Eloy Martínez la imaginó, a un paso del llamado de la historia, como un “gorrión de lavadero”, viviendo en modestas pensiones del bajo o del centro porteño, tratando de escalar en un medio artístico donde brillaban figuras como Libertad Lamarque, la novia de América.

El poder

Todo cambió a partir de Perón. Incluso el primer encuentro con quien sería su marido no está del todo claro. Más allá de la historia oficial que habla de un idilio iniciado en la Secretaría de Trabajo o en el festival del Luna Park en el verano de 1944, no es descartable que ya se conocieran. Incluso se atribuye a Eva haber trabajado para la embajada nazi alemana. Lo cierto es que ella se integró al proyecto peronista inicial, formando una suerte de terceto con Perón y el coronel Mercante. Gente de la familia de este último aseguró que Eva fue amante de Mercante y este se la presentó a Perón, que era viudo. Desde 1944, vivían en pleno barrio norte porteño, a metros de la aristocracia. En 1945 Eva aseguró para la revista Radiolandia que amaba los perfumes y los vestidos como cualquier muchacha, que tenía los contratos más caros del cine y la radiofonía, pero no se atribuyó papel político alguno. Esto último tardó en madurar. Ese año, según un informe de Coordinación Federal, parte del tesoro nazi desembarcado en la Argentina fue a cuentas de María Eva Duarte Ibarguren, sumando misterio a su figura. Poco después ocurrió el 17 de octubre, su casamiento con Perón y el triunfo electoral de su esposo. En octubre de 1946, Perón envió a su esposa a Berisso a tratar de frenar la huelga del gremio de la carne. Eva fue silbada y nunca volvió a la cuna del 17 de octubre, aunque el mito abona lo contrario. Al año siguiente, se produce su famoso viaje a Europa, su fama trasciende fronteras, el peronismo consolida su aparato de comunicación y se hace difícil distinguir entre su presunta epopeya social y la realidad de los hechos.

En los gremios

Vayamos a lo menos divulgado. La ayuda social comenzó de modo informal y la Fundación María Eva Duarte de Perón recién obtuvo personería jurídica en 1948. Pero el verdadero sustento de Evita no eran los “grasitas”, sino el poder de la CGT, de donde provenían gruesos fondos. Eva dedicaba mucho tiempo a la rosca gremial, lo que contradice en parte su trabajo de sol a sol con los desamparados. Mientras ella imponía su influencia en la CGT, los sindicatos eran intervenidos, depuestos los dirigentes legítimamente electos por sus bases (como Luis F. Gay) y reemplazados por colaboradores de la policía como Aurelio Hernández, primer líder de la central obrera oficialista. El sindicato de reparadores navales de la Boca llevó a cabo una huelga de más de cien días en 1947, apoyada por seis mil obreros, pero desatendida por Eva, quien les negó incluso los panes dulces que ofreció para Navidad en el Correo Central (hoy CCK). La brillante delegada María Roldán quedaría relegada en el sindicato de la carne, al igual que Cipriano Reyes, hacedor del 17 de octubre, preso y torturado en 1948, mientras Eva lo acusaba a este último de complotar para asesinarla. Según el diario Crítica, la Primera Dama premió con una importante suma de dinero al oficial Salomón Wasserman, quien picaneó a Cipriano y fue recibido personalmente por el Presidente de la Nación. No fueron las únicas víctimas de los gremios. En 1949 la crisis era evidente. Hasta los jugadores de fútbol estaban en huelga. Oscar Nicolini, una suerte de padrastro de Eva, estaba al frente de Correos y Comunicaciones. Las obreras del sindicato telefónico quedaron marcadas como comunistas. Veinte de ellas fueron torturadas, cesanteadas y sus torturadores felicitados públicamente. Eva muy lejos estaba de ignorarlo. El jefe del aparato represivo del peronismo, el gendarme Guillermo Solveyra Casares, estaba muy vinculado a Evita, quien aprovechaba el aparato de delación y el sistema de torturas que también eran pilares de la construcción de su poder. La policía maltrató a muchas mujeres opositoras. Cuando Perón decidió defenestrar al “número dos de la revolución”, Domingo Alfredo Mercante, gobernador bonaerense y eventual competidor, Eva colaboró en la persecución de su viejo amigo, que la ayudara en momentos difíciles de su vida. Importantísimos ministros de Mercante fueron encarcelados e incluso torturados, como el caso del ingeniero Pedro Poggio, picaneado y encerrado hasta 1955.

Lo social

En el campo social pueden verse muchas contradicciones. La famosa Ciudad Evita permanece en el imaginario como una victoria eterna de la justicia social. Sin embargo, 400 humildes desalojados para construirla dieron una versión diferente. Eran vecinos del Desvío Querandí de La Matanza que habían logrado tener su casita con enormes sacrificios, pero que fueron expulsados y discriminados en el acceso a la vivienda. Muchas criaturas no conocieron el paraíso de la Ciudad Infantil o la República de los Niños. El peronismo alimentó el mito de que Eva incendiaba villas para convencer a sus habitantes de mudarse a un barrio nuevo. Muy lejos de esa imagen, en la Villa Tranquila de Avellaneda (nacida en 1945) hubo un incendio intencional que obró como intento de desalojo, según denunciaron sus vecinos al diario Crítica en 1955. La existencia de bolsones de miseria a la vera del Riachuelo y a minutos de la Casa Rosada, era ignorada por el gobierno peronista y negada por las estadísticas que hoy se citan como fuente fidedigna. Esto no impedía la importación de mármol italiano, caoba africana y otros artículos de lujo para el costosísimo edificio neoclásico de la Fundación, erigido sobre la avenida Paseo Colón (hoy Facultad de Ingeniería). Muchas mujeres estuvieron lejos de la mano protectora. Eva intentó frenar la huelga ferroviaria de 1951 y nada hizo por defender a las madres obreras como Josefa Oliver y Rosa Silvero, detenidas y torturadas a instancias de Roberto Pettinato, el jefe penitenciario con quien ella tenía excelente relación, como también la tenía con Raúl Apold, jefe del sistema de propaganda. En cuanto al partido peronista femenino, estaba expresamente subordinado a la voluntad de Perón y ninguna mujer podía adquirir vuelo propio aparte de la Primera Dama. El voto femenino se sancionó en 1947, pero el presidente uruguayo le recordó a Eva que ese derecho ya existía en la orilla vecina, como en muchos países de la región. Las mujeres argentinas recién votaron en 1951.

El 26 de julio

No abundemos en detalles como las furias de Eva contra estrellas de la actuación como Niní Marshall o Libertad Lamarque -ambas sindicadas como contreras-, las cuentas en bancos extranjeros (cuya existencia reconoció Eduardo Colom, abogado de la familia Duarte) o su eficacia para bajarle el pulgar a funcionarios que incomodaban. Más importante es develar un peronismo subterráneo que no sale a la luz, como los sótanos penitenciarios, donde fue a parar Moisés Lebensohn, aunque era amigo de Eva e igualmente jugado por los humildes. Cuando Evita decidió institucionalizar su poder, aspirando a la vicepresidencia del país en 1951, fue su propio esposo quien la contuvo, ya que el Ejército no la quería allí y este último era un auténtico pilar del régimen peronista. Poco después murió, “rodeada por el cariño de su pueblo”, como les gusta decir a quienes no investigan tanto cómo vivía ese pueblo. La muerte de Evita, cuya manifestación visible fue el impresionante funeral y el velorio interminable, tuvo una contracara en los sitios donde purgaban sus pecados los opositores, hombres y mujeres. Quienes se negaron al homenaje obligatorio, como el sindicalista Cipriano Reyes y tantos más, fueron encerrados y golpeados en tétricos sótanos que el diario La Nación definió como los triángulos de la muerte, pasando treinta días a oscuras. A su vez, en julio de 1952, poco antes de que Eva pasara a la inmortalidad, se producía la muerte del sindicalista Lucindo Dopazio, víctima de la delación, la represión y las golpizas de la CGT que Eva había ayudado a construir. A la imagen más mitológica de la Dama de la Esperanza, y al recuerdo de su compromiso genuino, no viene mal sumar una dosis de equilibrio e información para no tener una visión única de las cosas.

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