Nos moviliza el amor, no el odio

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Este sábado se cumplirán 26 años del atentado a la AMIA (Adrián Escandar)
Este sábado se cumplirán 26 años del atentado a la AMIA (Adrián Escandar)

No ha de ser el odio, como tampoco lo ha sido durante todos los años anteriores, lo que nos movilizará nuevamente este 18 de julio para homenajear a las víctimas del atentado a la AMIA/DAIA.

Por el contrario, a la inmensa mayoría de los argentinos, en nuestra cotidaneidad, nos inspira el amor a la vida, la solidaridad, el abrigo de los lazos familiares, la alegría del encuentro con los amigos, los sueños, y las realizaciones compartidas, el trabajo en comunidad.

Para la mayoría, el ejercicio de la memoria y la infatigable búsqueda de justicia es la conducta y la respuesta que con fuerza y convicción se transmite. Los familiares, los sobrevivientes y la comunidad judía han dado sobrado ejemplo de ello.

Pero tristemente el odio está entre nosotros, claro que sí.

Inspiró a los terroristas que imaginaron, planificaron, financiaron y ejecutaron el atentado del 18 de julio de 1994 al igual que a sus cómplices locales, a sus encubridores y a sus alabadores de entonces y del presente.

Es que el terrorismo fundamentalista es un delito de odio, de los más feroces, que se alimenta y nutre del antisemitismo y antisionismo más virulento. Prejuicios y sentimientos vividos y asumidos como dogmas que los acusados por la justicia argentina -Irán y Hezbollah- y sus fanáticos en todo el mundo no niegan y no tienen reparos de blandirlos una y otra vez.

El odio es un sentimiento negativo que provoca experimentar el deseo que le ocurra algo malo al objeto o sujeto que se odia.

El odio está entre nosotros desde hace 26 años y se manifiesta en la perversidad de la Justicia que no avanza, no resuelve, no decide, y que, por el contrario, descansa en hombres y mujeres que se sienten más cómodos en el silencio, la confusión, el aletargamiento ad infinitum, en la indiferencia.

¿Entonces qué otra cosa ha de ser sino odio cuando se alienta y apaña la impunidad que se impone por sobre el dolor de las víctimas? ¿Y qué otra cosa ha de producir en una sociedad sino su degradación cuando la impunidad es consagrada como un valor?

El odio está entre nosotros y se manifiesta en desprecio por el prójimo.

El Memorándum de entendimiento con Irán fue un gravísimo error que favorecía a los que actuaron a partir del odio y dio la espalda a quienes fueron atacados.

El aislamiento social impuesto por el gobierno nacional para enfrentar la pandemia nos obliga este año a un acto de recordación diferente. Pero es una gran oportunidad a capitalizar.

Los judíos, desde nuestra salida de Egipto, cumplimos el mandato de narrar y transmitir de generación en generación la memoria histórica que nos da nuestra identidad de la que estamos orgullosos. Este 18 de julio tendremos todos los argentinos la oportunidad de hacer propia esta sana y vital tradición milenaria.

Habrá mucho tiempo para que abuelos, padres, hijos y nietos nos contemos una vez más qué nos pasó como país a partir de aquel día aciago hasta hoy, que no tenemos respuestas y nos han sumido en la oscuridad haciendo más y más profunda la herida.

Contarnos sobre la verdad de la negligencia de un Estado que no supo cuidar a su gente; la tragedia de un Estado que en 26 años no dio signos genuinos de dolor habiendo sido atacado y violado su soberanía y asesinados sus ciudadanos; acerca de un Estado que no supo, no quiso y no desea hacer justicia para sus víctimas; de la infamia de un Estado que lejos de mostrar amor se presenta frío e indolente permitiendo la politización y manoseo de la investigación; la vergüenza de un Estado que carga con la mancha de la muerte de un fiscal, oscureciendo y obstruyendo en lugar de aclarar y esclarecer y de un pueblo que se adormece frente a las tragedia que nos suceden y permite se lo distraiga, mienta y engañe.

Pero por sobre ello, muchos podremos contar y educar que somos la mayoría los que tenemos memoria, que no odiamos, que buscamos la justicia que sabemos llegará, que reconstruimos y fortalecimos nuestras instituciones, que no nos destruye el terrorismo y los fanáticos que los corporizan, que no nos atemorizan las amenazas, ni el antisemitismo ni el antisionismo, y que seguiremos trabajando y apostando por nuestro país y nuestra gente.

Este 18 de julio será sábado; el Shabat, día santo de reposo y de sagrada convocación.

El viernes por la noche, en cada casa judía al encender las dos velas tradicionales que le da la bienvenida, habrá una tercera.

Será el Ner Hazicaron, la vela del recuerdo que estará consagrada a las 85 víctimas del atentado a la AMIA/DAIA y será también por Argentina, para que esa luz nos ilumine y nos deslumbre.

Porque nuestro país y sus dirigentes necesitan iluminarse y deslumbrarse por fin con lo bueno que es la vida de cada día de la gente, donde pensar en el prójimo no es declamativo y no es por interés.

Porque está escrito: "Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía", Salmo 133. 1.

Quizás recordando y entendiendo el 18 de julio se empiece a cambiar.

El autor es presidente honorario del Museo del Holocausto, presidente del Consejo Argentino para el Desarrollo y los Derechos Humanos y ex secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación.

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