Una ley de teletrabajo en el camino equivocado

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Siendo una práctica tan espontánea
Siendo una práctica tan espontánea y cambiante requiere que la normativa legal se adecúe a esta realidad y no provoque restricciones con condicionamientos rígidos (Foto: Pixabay)

La modalidad de teletrabajo que se está regulando a través de una ley votada en Diputados tiene una importancia clave para nuestro futuro ya que toca uno de los temas más sensibles de nuestra realidad social y económica: el empleo y la desocupación. Sorprende que una ley de tanta trascendencia haya tenido un trámite tan veloz en la Cámara Baja y que se haya sancionado casi sin consultar la opinión de las partes más interesadas: trabajadores y empresas.

Hay que destacar que el teletrabajo es una modalidad que expande el mercado laboral y crea oportunidades de trabajo para mucha gente. El formato del trabajo fijo y obligatorio en la oficina o la fábrica responde a un modelo ya anacrónico, propio de mitad del siglo pasado. Hoy la dinámica es mucho más diversa: se trabaja en los lugares tradicionales, pero también en el domicilio de clientes, en centros de entrenamiento, en viajes de negocios, en centros de coworking y a veces en el propio domicilio del trabajador; y dentro de una misma semana se pueden combinar tres o cuatro de estas circunstancias. No hay una única forma de teletrabajar, hay tantas como acuerdos existen dentro de las células de trabajo de cada empresa e industria. Siendo una práctica tan espontánea y cambiante, requiere que la normativa legal se adecúe a esta realidad y no provoque restricciones con condicionamientos rígidos.

La experiencia indica que la tendencia al teletrabajo será cada día más fuerte, impulsada por dos fuerzas indetenibles: la evolución tecnológica que amplía los medios de conexión remota, y el deseo de los trabajadores para disponer de formatos más amplios y amigables, que les permitan armonizar mejor su vida personal y familiar con sus obligaciones laborales.

Las empresas socias de Argencon tienen amplia experiencia en este formato laboral, ya que sus más de 30 mil empleados teletrabajan habitualmente desde hace más de una década. Y los resultados que se aprecian son altamente positivos. Por un lado, los empleados evitan viajar cotidianamente a sus oficinas, ahorrando hasta dos y tres horas diarias de sus vidas en viajes innecesarios; además ahorran en gastos de viajes y almuerzos, acuerdan con sus jefes los momentos de la semana en que les conviene quedarse en su casa para atender sus temas personales, y en base a esta disponibilidad organizan mejor sus vidas, con más libertad y mejor aprovechamiento de su tiempo.

Esta modalidad también impulsa el trabajo en zonas distantes, de modo que los empleados pueden ser contratados por empresas ubicadas en otras ciudades. Por esta condición, el teletrabajo es muy valorado en muchas provincias ya que permite incluir en el mercado laboral a trabajadores sin necesidad de que se muden, reteniendo la población en sus lugares de origen.

Otro colectivo muy beneficiado por el teletrabajo es el de las personas con algún grado de discapacidad, para los cuales el desplazamiento diario a las oficinas le resulta más complicado que al resto. Pueden acondicionar en sus hogares sus puestos de trabajo según el tipo de discapacidad que tienen, facilitando el desarrollo de sus carreras profesionales con normalidad. Para algunos de ellos el teletrabajo es la única forma de poder acceder a estas oportunidades.

La demanda del “home office” es tan activa que muchas empresas se ven en la necesidad de incluir esta modalidad en su oferta laboral para poder atraer y retener a sus profesionales, en una era en la que la creación de talento es fundamental para el éxito de la gestión.

Las grandes urbes también se benefician con la aplicación creciente del teletrabajo. Hoy, ingresan y salen de la Ciudad de Buenos Aires tres millones y medio de trabajadores por día, lo que complica gravemente el transporte público, los centros de interconexión, el tráfico urbano, la polución y la calidad de vida de quienes vivimos en la Ciudad. El teletrabajo podría disminuir este volumen de tráfico en valores significativos, ordenando mejor los horarios pico y haciendo ahorrar a los gobiernos cifras millonarias en subsidios e infraestructuras.

Por todos estos motivos es indispensable que la regulación del teletrabajo se analice desde la perspectiva de sus enormes efectos sociales y económicos y con perspectiva de futuro, y no como una mera respuesta reactiva frente a la experiencia de la cuarentena. El diseño del proyecto votado en Diputados parece estar más inclinado a proteger a los trabajadores de la modalidad del teletrabajo que a promover sus beneficios, cuando son justamente estos los que demandan más y mejores oportunidades de teletrabajo.

Es razonable y justo que la ley marque ciertos límites para que el teletrabajo no cree condiciones abusivas, pero estos límites necesarios no deben imponer condiciones tan rígidas que compliquen la modalidad e impongan a las empresas contingencias y costos que lo único que producirán es una retracción en la oferta laboral en momentos en que el país necesita imperiosamente crear trabajo. Estas dificultades castigarán con mucha más fuerza a las empresas pymes, que menos recursos tienen para soportar estas cargas.

Argentina ya tiene la experiencia de una mala regulación en el sistema laboral que trajo consecuencias muy negativas: la ley de pasantías. Un formato propicio para el ingreso de miles de jóvenes al mundo del trabajo, que se estaba desarrollando muy positivamente, fue fulminado por una ley tan intervencionista que indujo a las empresas a retirar esta modalidad por las desproporcionadas contingencias legales que producía. La ley de teletrabajo parece seguir un camino parecido.

Por lo tanto es deseable que una modalidad tan valorada por trabajadores y empresas, tan positiva social y económicamente, y tan a favor de las tendencias tecnológicas y la creación de empleo, no se complique con normas equivocadas que malogren el beneficio que puede producir a nuestro país, en un momento en que la reactivación económica debería ser un valor indiscutible.

El autor es director ejecutivo de Argencon

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