Reforma del capitalismo o reforma del Estado

La administración central no ha mostrado tener capacidad de reformarse y ofrece las mismas respuestas de siempre ante cualquier problema (más gasto) o ante cualquier novedad que el mercado provea (más regulación)

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Alberto Fernández con parte de su gabinete, el pasado 9 de Julio en Olivos (Presidencia)
Alberto Fernández con parte de su gabinete, el pasado 9 de Julio en Olivos (Presidencia)

En una reciente conferencia ante un grupo de empresarios el presidente Alberto Fernández expresó la necesidad de que el capitalismo se reforme. Muchas preguntas se desprenden de esta afirmación: ¿qué es tal cosa como el “capitalismo”? ¿A quién habría que comunicarle la necesidad de su reforma? ¿A gobiernos, a empresas, a los consumidores, a los productores agropecuarios? Porque, en definitiva, aquello que suele llamarse “capitalismo” no es más que el conjunto de acciones de nosotros mismos como productores, trabajadores, consumidores, ahorristas, empresarios. ¿A quién va dirigida la propuesta?

Es muy común en la política generar un “muñeco” al que se le pueden tirar dardos y asignarle el origen de todos los males, pero en la realidad eso no existe, simplemente somos personas. No hay un ogro que nos amenaza.

Aquello que suele llamarse “capitalismo” no es más que el conjunto de acciones de nosotros mismos como productores, trabajadores, consumidores, ahorristas, empresarios

Lo que diariamente llamamos “capitalismo” no es más que la expresión de las valoraciones de las personas, quienes todos los días votamos por algunas cosas cuando compramos productos o servicios y dejamos de votar por otras cuando no lo hacemos. Los resultados son esa distribución, que Alberdi llamaba “natural”; el resultado de nuestras propias acciones.

Y lo curioso es que ese “capitalismo” se está reformando en forma constante, permanente. Los emprendedores lo cambian todos los días. Hoy nos pasamos la cuarentena utilizando servicios que hace unos diez o veinte años no existían: streaming, aulas virtuales, home office, home banking, delivery (que hasta poco tiempo antes de la cuarentena era el colmo del mal, la explotación y la competencia desleal y cuando nos impusieron eso resultó ser nuestra salvación). El capitalismo, además, reforma evolutivamente los derechos de propiedad, que son su esencia: hasta hace poco teníamos lo que llamamos “economía compartida”, a través de Airbnb o Uber, las que podrán estar agonizando en estos días, pero revolucionaron el concepto de propiedad, uso y disposición, sin que ningún político o funcionario se imaginara tal cosa antes de que ocurriera. Por supuesto, una vez que se ha generado ya van a llegar para regularlo.

Todo lo que ahora se denomina “responsabilidad social empresaria”, a la que las empresas dan mucha atención y recursos es el resultado de la demanda de los consumidores

No es sólo eso, incluso en algunos aspectos que seguramente interesan a quienes quieren “reformar” al capitalismo, éste ya lo está haciendo. A medida que las valoraciones de los consumidores cambian, también lo hacen las políticas de las empresas. Si a los consumidores les preocupa el medio ambiente, vamos a ver que las empresas se dan cuenta de esto y comienzan a modificar sus políticas. Así es que vas a comprar un café en Starbucks y te dicen que se ha producido con un café orgánico que no genera desechos contaminantes, reduce al mínimo las emisiones de carbono y el vaso es reciclado. Y si a los consumidores les preocupa la situación laboral, vas a conocer que compran el café a productores que garantizan no contratar menores de cierta edad y ciertas condiciones laborales básicas.

¿Todo eso porque se lo pide alguna ley? No, porque se lo piden los consumidores. Todo lo que ahora se denomina “responsabilidad social empresaria”, a la que las empresas dan mucha atención y recursos es el resultado de la demanda de los consumidores, sobre todo en los países de mayor poder adquisitivo, para que sean “buenos ciudadanos”, aunque no comprendan que sus verdaderas contribuciones las hacen cuando producen aquello que necesitamos, no cuando se desvían a hacer otras cosas.

A medida que las valoraciones de los consumidores cambian, también lo hacen las políticas de las empresas. Si a los consumidores les preocupa el medio ambiente, vamos a ver que las empresas se dan cuenta de esto y comienzan a modificar sus políticas

Y mientras todo esto ocurre los estados no parecen capaces de otra cosa que no sea crecer. Toda crisis es una oportunidad para reclamar más poder y cuando la crisis pasa no se vuelve atrás, no se devuelve todo el poder y los recursos que se han tomado en la emergencia. Es decir, el estado no ha mostrado tener capacidad de reformarse y ofrece las mismas respuestas de siempre ante cualquier problema (más gasto) o ante cualquier novedad que el mercado provea (más regulación). Si se mueve, hay que regularlo. Ahora, en medio de la cuarentena, cuando el home office ha salvado gran cantidad de puestos de trabajo, lo mejor que se les ocurre es regularlo para hacerlo más costoso, más difícil.

Así que el Presidente tiene un campo enorme para realizar cambios y saciar su sed de reformas, tiene tan sólo que mirar la estructura sobre la que se encuentra. Es un tema que ha sido estudiado en detalle. En la búsqueda de la reforma del capitalismo, nos va a pasar lo que decía esa famosa historieta de Walt Kelly “hemos encontrado al enemigo…, somos nosotros”.

El autor es profesor de Economía, UBA; Consejo Académico, Fundación Libertad y Progreso

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