Un manto de incertidumbre, desasosiego, frustración y fracaso está cubriendo a toda la sociedad, el inmovilismo y desinformación los tiene desconcertados y desorientados, en el mientras tanto muchos argentinos mueren por la pandemia, pero millones agonizan al ver morir sus esperanzas de una vida digna, lentamente ven derrumbar y desparecer sus trabajos, sus empresas y sus sueños, esperan, reclaman e imploran a que el buen sentido alcance a quienes gobiernan.
El Presidente enfrenta a días de asumir su cargo una situación inédita y excepcional que le impone un dificilísimo equilibrio con varios frentes caóticos, una pandemia de alcance mundial, un país agónico por décadas de desequilibrios, un déficit crónico, una desocupación creciente, un aluvión de quiebras de empresas, una deuda externa a la que con sutil inteligencia debe negociar, una endémica corrupción enquistada en toda la dirigencia, una oposición negativa y nada colaboradora y la ceguera de algunos sectores del gobierno que el dogmatismo no les permite advertir que tienen el repudio del país.
El hecho más preocupante que invade a todos es la incertidumbre en cuanto al mutismo que guarda el gobierno en exponer un plan integral para encarar y proponer soluciones a las consecuencias de la crisis económica-financiera-social y estructural acumulada por décadas a la que se suma ahora la catástrofe de la pandemia. ¿Porque guarda un sepulcral silencio? Por una sola razón no lo tiene, ¿Porque no lo tiene? ¿Será porque está condicionado por una pandemia de incierto fin y/o una extensa negociación con bonistas externos? No se sabe.
El hecho más preocupante que invade a todos es la incertidumbre en cuanto al mutismo que guarda el gobierno en exponer un plan integral para encarar y proponer soluciones a las consecuencias de la crisis económica-financiera-social y estructural acumulada por décadas a la que se suma el COVID-19
La pandemia a nivel mundial genera quiebras de empresas de todos los tamaños y actividades, con colosales índices de desempleo y pérdidas multimillonarias, pero lo hacen desde la estabilidad, el orden y normal crecimiento. En la Argentina se hace desde el desorden y el derrumbe económico.
Una grieta que no cierra, se agranda
Algunos sectores del gobierno y de la oposición con una miopía estremecedora parecieran no advertir que la grieta que hoy divide a los argentinos tiene dos lados uno muy pequeño: ellos y el otro inmenso: un país que quiere estar de pie y solo desea que lo dejen trabajar, el gobierno pareciera no percibir de que lado soplan los vientos, su lentitud y anomia pueden llevarnos a males mayores.
En este endeble contexto en que la economía está en terapia intensiva con reiterativos paros cardíacos, se advierte con tristeza e indignación el hecho de indultar, premiar y privilegiar a corruptos funcionarios públicos, empresarios, gremialistas, jueces, pensionar en forma dispendiosa a ex terroristas y para completar el pillaje secretarios privados multimillonarios en dólares con inversiones en EE.UU., o en el Sur con decenas de propiedades, esto a no dudar acrecienta el malestar social poniéndonos al borde del descontrol.
Con la característica argentina y extraña forma de encarar los problemas, inicialmente el Gobierno encontró sustento en el Covid-19 y en la prolongación de la cuarentena para ocultar la carencia de un plan económico. Esa inmovilidad viene encubriendo la destrucción total de la economía, en consecuencia esto sí o sí impone instrumentar y explicitar un Plan de Reconstrucción Nacional.
Se enfrenta la pandemia haciendo un análisis correcto en lo epidemiológico, pero errado en cuanto a cómo encarar las consecuencias de la cuarentena a nivel económico-financiero y social, si bien el problema es uno solo, las soluciones son divergentes en cuanto a sus consecuencias y hoy solo se acata lo que los infectólogos aconsejan y deciden, prescindiendo de las opiniones de economistas, pequeños empresarios, monotributistas y de los reclamos y pesares de la gente a la que ciegamente soslayan.
Se enfrenta la pandemia haciendo un análisis correcto en lo epidemiológico, pero errado en cuanto a cómo encarar las consecuencias de la cuarentena a nivel económico-financiero y social
Dentro de este alarmante contexto de desconcierto y desorganización la sociedad por intereses políticos generó una injusta y perniciosa situación a la que hoy enfrenta sin solución. Desde hace años se fueron creando dos clases sociales, una que vive de su trabajo y paga sus impuestos y otra que no trabaja y vive desde hace años de planes sociales y dádivas del Estado: activistas profesionales, desocupados crónicos y legiones de empleados públicos que solo hacen presencia para cobrar sus sueldos, más aun para agravar la situación estos les obstaculizan con cortes y piquetes a los que trabajan, el acceso al mismo.
Empleo y subsidios
Ahora por una imprevisible calamidad: la pandemia y una dilatada cuarentena los primeros perdieron sus trabajos o sus empresas y acuden al Estado que ellos solventan a que los auxilie, pero al mismo tiempo los segundos continúan recibiendo el aporte del estado, este no puede hacer frente a ambos sectores, sus ingresos disminuyeron y está quebrado.
Pero hay un hecho fáctico, los segundos están organizados y amenazan al gobierno con el desborde social si no continúan recibiendo sus prácticamente vitalicios beneficios. Quienes trabajan desorganizados y de forma individual reclaman pero son arbitrariamente desatendidos, el gobierno solo atiende a sus socios políticos.
Es aquí donde aparece el gran problema a solucionar y que tal como está planteado no tiene solución a la vista, unos y otros necesitan auxilio, pero el Estado dentro de sus limitaciones trata de atender por motivos políticos a sus protegidos en detrimento de quienes trabajan, con razón y justificadamente aparece el hartazgo y desesperación de quienes siempre trabajaron y hoy están abandonados a su desigual suerte.
En definitiva, esta es una ecuación en la que todos pierden. ¿Cómo puede terminar esto? En hechos impredecibles de descontrol social. ¿Cómo encararlo y solucionarlo? Consensuado entre todos y solo priorizando el bien común, la equidad, la solidaridad y reciprocidad.
Hay que evitar a quiénes desde el dogmatismo, tanto de izquierda como de derecha, tratan de poner miedo a la sociedad, porque esa actitud encubre el germen del desborde social. El momento es dificilísimo por lo confuso, enmarañado y sometido a intereses contrapuestos, en estas circunstancias vale reflexionar y recordar al General José de San Martín cuando en momentos definitorios para la independencia y sin recursos decía: “¡Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas!”
El autor es Presidente de IADER
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