Las familias del AMBA vuelven a la fase 1: cuatro formas de financiar las deudas en cuarentena

Profesionales, técnicos, pequeños emprendedores, trabajadores informales y los que viven de las “changas”, entre otros, están sufriendo una doble pandemia, la sanitaria y la económica

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La situación económica de gran
La situación económica de gran parte de los hogares argentinos se tensa a diario

Comienza una nueva etapa de cuarentena en el AMBA. Un vuelta a la FASE 1 desde el punto de vista de la prevención sanitaria y un comienzo muy preocupante desde el punto de vista económico. El interior del país en Fase 4 y Fase 5 de distanciamiento social también se ve damnificado por el aislamiento del AMBA porque muchos de los insumos, materias primas y bienes finales que se producen en el interior del país se comercializan y venden en el Capital y el Conurbano. La economía no conoce de cuarentenas: es sistémica y con eslabones de producción difíciles de aislar. Están todos están unidos en una misma cadena de producción y comercialización independientemente de su ubicación geográfica.

Profesionales, técnicos, pequeños emprendedores, trabajadores informales y los que viven de las “changas”, entre otros, están sufriendo una doble pandemia, la sanitaria y la económica. La ayuda del gobierno es limitada y tarda en llegar, mientras que la situación económica de gran parte de los hogares argentinos se tensa a diario.

La economía no conoce de cuarentenas: es sistémica y con eslabones de producción difíciles de aislar. Están todos están unidos en una misma cadena de producción y comercialización independientemente de su ubicación geográfica

Frente a esta situación, los ajustes de gastos son inevitables. Más allá de los recortes obvios (menos esenciales y varios de ellos asociados al Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), como lo son los gastos en espectáculos, gastronomía, turismo, el estrés financiero es tan importante que ya empezó a impactar en otros gastos que para una familia típica de clase media, en tiempos normales se consideran esenciales. Por ejemplo, de acuerdo a una encuesta desarrollada por la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el 26% declaró haber suspendido el pago de la cuota universitaria, el 23% dejó de abonar el colegio privado; otros rubros como expensas y alquileres también sufrieron faltas de pago.

Sin embargo, la estrategia de ajustar gastos es limitada: los bienes y servicios más esenciales se requieren aún en un escenario de ingresos bajos e incluso nulos. ¿Cuáles son las opciones que tienen gran parte de las familias argentinas frente a esta pandemia económica?

Muy pocas. No sorprende que ante la pregunta sobre las estrategias que las familias tomarían frente a la disminución de los ingresos, el financiamiento por parte de terceros esté entre las últimas opciones. Incluso, las personas preferirían recurrir a un préstamo de algún familiar/amigo antes que financiarse con el sistema financiero argentino.

¿Y por qué pasa esto? Simple: el costo de este financiamiento es para gran parte impagable en un contexto recesivo como el actual sin buenas perspectivas a futuro de no mediar cambios.

Veamos los casos de cuatro personas del AMBA con esta vuelta a FASE 1, en situaciones similares, pero con accesos a diferentes tipos de financiamiento (tarjeta de crédito bancaria, tarjeta de crédito no bancaria, financiamiento de entidad no financiera y préstamo de un familiar/amigo) para una deuda base de $100.000 para cada caso.

Diferentes formas de financiar las deudas en cuarentena con el regreso de la FASE 1

Caso 1. Tarjeta de Crédito Bancaria. Carla, es dermatóloga y hasta la cuarentena atendía en su propio consultorio. Frente a la imposibilidad de trabajar, debió recurrir a financiarse con la tarjeta de crédito emitida por una entidad bancaria. Acumuló una deuda que refinanció, según lo dispuesto por el Banco Central, a una tasa compensatoria anual del 43%. Con tres meses de gracia, paga en 9 cuotas iguales y consecutivas. Una vez levantada la cuarentena, sólo por la devolución del préstamo (capital más intereses) tendría que pagar por mes $15.000. Al final, termina pagando más de 30% del saldo refinanciado.

Caso 2. Tarjeta de Crédito No Bancaria. Gonzalo es abogado y al igual que Carla trabaja de manera independiente, acumuló una deuda con su tarjeta de crédito, en este caso es una tarjeta no bancaria. También paga luego de tres meses el capital en 9 cuotas iguales y consecutivas. Pero como es un plástico no bancario, la tasa de interés es mayor. Considerando las actuales, puede llegar a 100% anual. Así, su cuota mensual promedio sería –entre capital e intereses– de $20.000. Termina pagando más del 70% del saldo financiado.

Caso 3. Entidad no Financiera. Hebe es profesora de yoga e integrante del grupo de trabajadores informales. Tuvo que tomar un préstamo a un financista que le recargó una tasa usurera del 350% anual por ser su única opción. Su cuota mensual, en promedio, sería de $50.000 entre capital e intereses. Termina pagando más de 350% del financiamiento al cabo de un año.

Caso 4. Préstamo de Familiar/Amigo. Fabián, estudiante de antropología que se ganaba unos pesitos trabajando de barman, le pidió un préstamo a su hermano mayor con el acuerdo de que se los devolvería a más tardar en un año. Como su hermano mayor quiere comprarse un departamento, quedaron en que le devolvería los pesos necesarios para comprar los USD 1.500 prestados. Si suponemos que a fin de 2020 Fabián le devuelve el dinero, debería entregarle 50% más del monto financiado, teniendo en cuenta la depreciación prevista. Si estira un poco más el plazo, podría necesitar 80% más de pesos respecto del financiamiento inicial.

Cuatro casos
Cuatro casos

Los préstamos a tasa cero puestos a disposición hasta fines de julio para gran parte de los trabajadores independientes o informales es una opción válida, pero no deja de implicar una devolución de cuotas del orden de los diez mil pesos mensuales, lo cual, en un contexto de salida gradual de la crisis económica, podría ser impagable para muchos de los deudores.

Además, al tratarse de un depósito en la tarjeta de crédito, limita considerablemente su uso. Por ejemplo, no son pocas las ocasiones en que las tarjetas de crédito no son aceptadas como medio de pago en los comercios de cercanía, incluso para las compras de bienes esenciales (alimentos, productos de sanitización, productos de cuidado personal). ¿Y por qué no son aceptadas? Por los costos que las tarjetas de crédito recargan a los pequeños comerciantes, pero ese es otro episodio de la misma temporada.

El autor es analista económico

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