Acá en Sudamérica la pandemia está pegando con dureza, mientras en otros lugares ha empezado a aflojar. Hay una relación directa entre aislamiento y cantidad de muertes, así como entre aislamiento y destrucción del trabajo, lo que genera dramatismo y angustia en los más afectados. En estas circunstancias, el Gobierno decide prorrogar la cuarentena que, casi llegando a los 100 días, es tal vez la más larga del mundo. Algunos están a favor, otros en contra y muchos no lo podemos creer, pero aquí seguimos, restringidos en nuestros derechos y posibilidades de desarrollar nuestros deberes, personales o laborales. Ya sabemos esto. ¿Qué pensar? ¿Qué hacer?
Sin duda es posible criticar, con la ventaja de conocer el resultado del pasado, aunque fueron muchos los que con seriedad dijeron desde hace mucho que había que testear masivamente, rastrear los contactos y aislar el virus en lugares cada vez más chicos. Eso no se hizo con la velocidad y con la intensidad suficiente y eso tiene consecuencias laborales muy serias. Del mismo modo que al principio algunos pedíamos no tratar a los pueblos de la Puna como a las grandes ciudades, para no paralizar todo inútilmente, ahora seguimos insistiendo en intervenciones más quirúrgicas y menos masivas. Defendemos la producción y el trabajo sin dudar, pero eso no quiere decir ser irresponsables en materia de salud.
En la Ciudad de Buenos Aires, el amplio esfuerzo de detectar casos y contactos y aislar a los enfermos y al virus, ha dado resultados visibles. De los 800 casos diarios actuales, 250 obedecen al programa de testeo, que ha logrado que en los barrios más vulnerables la curva ya haya empezado a bajar. En los próximos días el programa “Detectar” cubrirá todos los barrios. Es en este contexto, en que el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta nos pide hacer el esfuerzo para poner el pico de contagios atrás, para poner el derecho a trabajar por delante. También sabemos que en las próximas semanas deberemos ser restrictivos en el transporte público, y estrictos para evitar el aumento de circulación entre Ciudad y Provincia.
Ya parados en este punto, para nosotros es absolutamente esencial dar señales claras y contundentes para aumentar la actividad económica y el empleo. Probablemente salgamos de esto con cerca del 50% de pobreza, 900 mil trabajos menos, una caída de la producción superior al 10% anual, sin crédito, sin ahorro interno (los depósitos son 14% del PBI contra 80% en Chile), sin moneda, sin capacidad de aumentar impuestos. La única herramienta que nos queda en el presente para crear actividad económica, inversión y empleo es generar una enorme confianza en el futuro inmediato. Para ello creemos que ya hay que terminar la negociación de la deuda, suspender iniciativas y discursos expropiadores, poner arriba de la mesa un programa consistente de estabilización y equilibrio macroeconómico y desarrollo productivo, recrear una moneda creíble, poner toda la energía en lograr que los jueces y fiscales sean imparciales, esclavos de la ley y no de los poderes, fomentar la capacitación para el trabajo digital y a distancia, centrar la política social en la creación de empleo productivo, atraer el financiamiento productivo de los ahorros argentinos en el colchón o en el exterior, fomentar la inversión con estabilidad impositiva y regulatoria. Hay que usar las fuerzas de los argentinos en libertad a favor de la Argentina y no la fuerza destructora de la arbitrariedad estatal sin reglas ni parámetros, para defender a los que más lo necesitan, a los que no tienen trabajo y a quienes necesitan obtenerlo.
El autor fue presidente provisional del Senado