Las claves del futuro post COVID-19

El epicentro de la pandemia se desplaza ahora desde los países desarrollados hacia los emergentes y los menos prósperos, que se mantienen en cuarentena por varios meses (Franco Fafasuli)

Justo cuando la interacción de digitalización, big data, inteligencia artificial y biotecnología prometen una nueva era para la humanidad, la pandemia del SARS-CoV-2 nos sacude hasta los cimientos: ¿cuáles son las claves del futuro?

Averiguarlo nos obliga a enfrentar una triple crisis: sanitaria, económica y de liderazgo. Las tres están íntimamente ligadas y se alimentan recíprocamente.

La sanitaria es evidente, con 9 millones de infectados y casi medio millón de muertos en seis meses, aún cuando se mantuvo en cuarentena a la mitad de la población mundial al menos un mes.

El epicentro de la pandemia se desplaza ahora desde los países desarrollados hacia los emergentes y los menos prósperos, que se mantienen en cuarentena por varios meses.

La crisis económica se verifica en la probable contracción del PBI global del 6% este año. El comercio mundial podría caer entre 13 y 32%. Como consecuencia caerán 10,5% las horas totales trabajadas (una perdida equivalente a 300 millones de puestos de trabajo full-time). La juventud y las actividades menos calificadas e informales son las más afectadas.

Las personas viviendo en pobreza extrema aumentarían en 420 millones. Los que padecen hambre se duplicarían, hasta superar los 260 millones. Es un retroceso de varias décadas en materia de lucha contra la pobreza y todo empeorará si una segunda ola de contagios tiene lugar.

No hay recuperación económica posible hasta que superemos la pandemia. Cualquier dicotomía entre salud y economía debe ser completamente descartada.

Y aquí es donde se manifiesta la crisis de liderazgo. Una crisis de esta escala demanda seriedad, decisión y valentía. Tenemos por delante objetivos inalcanzables sin coordinación y cooperación global.

No sabemos aún en detalle como es que el COVID-19 causa graves niveles de morbilidad y mortalidad. Para entenderlo debemos usar la infraestructura masiva de conocimientos (medición de anticuerpos, evaluación de su funcionamiento en el sistema viral, ciclo de vida del virus, etc.) acumulados desde la pandemia de 1918.

El desafío que enfrentamos es el de dar una respuesta coordinada reuniendo y aplicando ese conocimiento sobre un problema dado en un plazo corto. Nuestras probabilidades mejoran si los científicos comparten información y conocimientos.

Por eso, la coordinación y la cooperación internacional son críticas. Necesitamos una vacuna cuanto antes. Debe estar disponible para todos, en todos lados. Al menos necesitamos un tratamiento eficaz rápidamente.

Lo mismo ocurre en el plano económico. Los países en desarrollo necesitarán USD 2,5 trillones para enfrentar la crisis. Una emisión de los Derechos Especiales de Giro del FMI podría facilitar USD 600 billones rápidamente y otro USD trillón estaría disponible en 2021.

Los bancos regionales deberían aumentar su portafolio de préstamos USD 200 billones anuales por cinco años (otro USD 1 trillón) y 76 países de la Asociación Internacional de Desarrollo necesitarán reestructurar su deuda externa. Es evidente, otra vez, la necesidad de una acción global coordinada.

Las instituciones internacionales no son buenas ni malas en sí mismas. Son, apenas, lo que sus países miembros hacen de ellas. La Organización Mundial de la Salud, tan criticada hoy, es la misma que lideró la erradicación del sarampión, una plaga terrible, en la década del 80.

Así como la crisis global 2007/2008 dio nacimiento a la Financial Stability Board (Junta de Estabilidad Financiera) para fortalecer la supervisión del sistema financiero internacional y evitar nuevas crisis, esta pandemia debe ser una oportunidad para desarrollar las instituciones que nos ayuden a prevenir la próxima.

No faltaron advertencias del peligro de una pandemia. No tomamos medidas. No discutamos ahora si vamos a superar las penurias y el sufrimiento que tenemos por delante con más Estado o más mercado. Necesitamos más de ambos y, sobre todo, del ingenio colectivo para combinarlos de manera inteligente y construir las instituciones del que nos permitan llegar al futuro.

El autor es CEO de la Cámara de Energía (CADE). Ex embajador argentino en Brasil y ex director General de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI)