La convocatoria que tuvo hoy el llamado banderazo nacional no puede pasar desapercibida por ningún sector de la dirigencia política de nuestro país.
Cuando los ciudadanos se movilizan de esa forma nunca resulta en vano. Es un punto de inflexión y esto se debe no solo a la pretendida finalidad de expropiar la empresa Vicentin.
Como el mundo entero, los argentinos vivimos una situación extraordinaria que produjo la pandemia del Covid-19. El Gobierno lleva aún una estrategia, más de 90 días de cuarentena, que privilegió la salud frente a la economía, un error tácito, pero también esta “nueva normalidad” le permitió avanzar en temas que provocaron gran malestar en la sociedad.
El relato del Gobierno sólo cierra con la pandemia pero no nos quieren contar el resto: hay que celebrar los pocos muertos, con lo que estoy de acuerdo, pero debemos ocuparnos que no mueran las empresas.
El caso Vicentin y su posible “expropiación” significaron una voz de alerta en muchos sectores que vimos como el Gobierno mostraba una de sus caras que contradecían los eslóganes de campaña que prometían volver distintos.
Esa decisión evocó las expropiaciones de YPF y de Aerolíneas Argentinas, que le costaron muchísimo dinero a todos los argentinos. Capitalismo de amigos llevados adelante con discursos épicos al que nos tenían acostumbrados durante el kirchnerismo.
El presidente Alberto Fernández hoy mismo desmereció la manifestación, ninguneó la convocatoria en lugar de prestar atención a lo que paso. Un pueblo en alerta frente a los posibles atropellos de los que pretenden ser dueños de la verdad revelada que nos enfrentó en esa falsa dicotomía del amigo enemigo.
Argentina necesita la organización del sector productivo para poder salir de esta situación. Mientras nos muestran filminas comparativas con otros países se olvidan de la necesidad de que nuestro país pueda salir luego de esta situación. Dicen que nos cuidan, pero en el medio descuidan a empresarios y trabajadores.