
Hace escasos días volvió a repetirse la misma imagen: una mesa llena de trajes, corbatas, con edades similares, mismo género. Paradójicamente, el encuentro tuvo lugar el día que se conmemoró la primera marcha de #NiUnaMenos.
Varias veces vimos esta foto, no sólo ahora, con este gobierno, en este país. Una y otra vez contamos con los dedos de una mano (con suerte) la cantidad de mujeres en mesas de decisión. Varias veces hubo disculpas y promesas de trabajar este tema. Pero a pesar de todo, todo sigue igual. Como siempre trato de tener una mirada positiva, pienso que no saben cómo hacerlo o por dónde empezar.
Podría también decirse que no hay mujeres y que las que más próximas están a ocupar estos roles no quieren hacerlo. La primera parte de la afirmación es total y completamente falsa. Mujeres hay; sólo hay que buscarlas. Quizás se alegue la cuestión de la experiencia, que quizás no haya tantas con la requerida. Pero podríamos preguntarnos, ¿cuántos hombres la tuvieron al llegar a su primer puesto de liderazgo? Hay un beneficio que a las mujeres no se nos concede tanto, que es la confianza en nuestro potencial.
Esto nos lleva a la segunda parte de la sentencia: muchas mujeres no quieren exponerse en lugares de poder. Y sí, las comprendemos. En un mundo donde a ellas se las juzga con más dureza que a los hombres, no es extraño que intenten resguardarse de esa forma. Que piensen que siempre les falta para llegar a tal o cual lugar, siempre sufriendo el “síndrome del impostor”. Ahí debemos apelar a nosotras mismas. Creámonosla, pidamos, exijamos.
¿Cuáles son nuestras propuestas?
Establezcamos cupos. Queremos el 40% de diversidad de género en los espacios de decisión con alternancia de cargos. ¿Suena drástico? Quizás. ¿Es la única forma? Lo anteriormente descripto nos lleva a pensar que sí. ¿Cómo hacerlo? Que no haya más de dos puestos de decisión consecutivos detentados por personas del mismo género. Si el presidente es hombre, la vice debe ser mujer, secretario hombre, tesorera mujer. Y así sucesivamente.
Proponemos que cada presidente lleve una mujer de su directorio o consejo y si no la tienen las busquen hoy, que sea el objetivo del mes. Hablamos esto para sector público, privado, sindicatos, medios, cámaras, asociaciones, instituciones en general.
Pero esto sólo no alcanza. Tomemos el ejercicio que Christine Lagarde en una entrevista mencionara. Cansada del argumento falaz de “no hay mujeres”, comentó que siempre tenía a mano una lista de candidatas por si alguien comentaba esto. Tengamos nuestros propios listados de mujeres. Inténtenlo. Se sorprenderán de ver cuántas mujeres capaces los rodean. Si el proceso les es dificultoso, pidan ayuda.
Afortunadamente son varias las organizaciones que se dedican a visibilizar a mujeres de diversos rubros y ámbitos. Fundación Liderazgos y Organizaciones Responsables (FLOR) trabaja desde 2014 en pos de formar y dar a conocer a mujeres para que ocupen espacios de liderazgo, a través de su programa Mujeres en Decisión. La ONG forma parte de la Convergencia Empresarial de Mujeres (CEMS), donde cámaras y asociaciones femeninas articulamos: SRA, UIPBA, CAME, FECOBA, CAC, BCBA, UIA, OAME entre otras. La lista sigue, también está el Foro Argentino de Mujeres Ejecutivas (FAME), MujeresRurales, Asociación Marianne, Voces Vitales, Women Corporate Directors, Fundacion AVON, Mujeres B, Mujeres en tecnología, Women in Compliance, Fundación Avon y podría seguir nombrando (pido disculpas por todas las que no estoy nombrando). Busquen su asociación o iniciativa amiga más cercana y únanse a esta conversación.
Necesitamos fortalecer las instituciones, necesitamos articular, pensar juntos, compartir ideas, ser propositivos. ¿En qué asociación estás trabajando?¿Dedicamos horas a criticar o nos sentamos a armar propuestas?
Para las empresas públicas y privadas, pónganse objetivos. Contraten, capaciten y sponsoreen a mujeres que tengan en su nómina para que rompan techos de cristal en las mismas organizaciones, generen políticas, prácticas, protocolos, colaboren con sus empleados para que puedan balancear su vida familiar y laboral.
Las instituciones intermedias (cámaras, sindicatos, consorcios, clubes) son las que más necesitan trabajar la diversidad en sus cúpulas. Establezcan metas, cupos y trabajen la alternancia de cargos no sólo entre géneros sino entre personas en general. Ello es especialmente importante si deben defender los intereses de asociados en cualquier ámbito.
El sector público no está exceptuado. Se han hecho importantes avances en la equidad en el Poder Legislativo Nacional, pero no es tan así a nivel provincial ni en los otros Poderes. Debe haber mayor representación de la Diversidad en los distintos Ministerios y Organismos. Además, debería establecerse un cupo (el W20 sugiere un 10%) para compras públicas a empresas que sean lideradas por mujeres, o bien tengan prioridad en la contratación de mujeres, personas con discapacidad, personas recuperadas de adicciones, mayores de 45 años, etcétera. Por último, debe seguirse trabajando fuertemente en políticas públicas con perspectiva de género, de forma transversal a todas las temáticas.
Las instituciones financieras no están exentas. Deben trabajar por mejorar las condiciones de financiación si en las empresas hay mujeres accionistas o en puestos ejecutivos. Por lo menos pregunten y pidan estos datos para que ayuden a un proceso de autorevisión de las empresas, ayudarlo a darse cuenta que les faltara innovación, creatividad, más oportunidades, más negocios, mejores acuerdos. Los fondos de inversión pueden presionar como accionistas para que en las empresas en las que tienen algún porcentaje significativo de equity, tengan directorios más balanceados.
Muchos se preguntarán si las mujeres poseen algún poder sobrenatural especial ya que sí o sí tienen que estar en esos espacios o si tenemos una superioridad moral tal que nos hace beneficiarias de tal derecho. La respuesta sería, en tal caso, sencilla. ¿Qué innovación, cambio, adaptación o proceso creativo puede surgir de una mesa en la que todos son más o menos iguales? No es solo una cuestión de justicia, ni de derecho, sino un valor agregado que las organizaciones se están perdiendo. Las mesas necesitan diferentes miradas, con diferentes edades, género, formación, procedencia.
Mujeres, es hora de alzar nuestra voz y dejar de lado nuestros miedos al qué dirán. Involúcrense, participen, sean protagonistas, pidan el lugar que quieran, levanten la mano, opinen, capacítense, generen redes donde aprender, buscar mentores, sponsors y embajadores.
Hombres, los invitamos a escucharnos, a preguntar y a ser empáticos. Siempre pidan la opinión a otros, no vayan a reuniones donde no estén invitadas las mujeres o donde no haya diversidad, no se sienten siempre con las mismas personas porque siempre saldrán las mismas ideas, busquen gente diferente.
Personas, reconozcamos las limitaciones de nuestro conocimiento y que no nos ofenda tener que explicar las veces que sea necesario. Nadie nace sabiendo, pero qué triste es morir sin haber aprendido ni enseñado.
La autora es presidente de la Fundación Flor
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