Del un lado hay países que han logrado resultados positivos en la lucha sanitaria. Eslovenia declaró haber derrotado a la pandemia y en Corea, además de otros logros, reanudaron las clases con pulidas medidas precautorias. También hay remedios anti coronavirus en experimentación en muchos países, respecto de los cuales hay días optimistas y pesimistas. Hace pocos días parecía que un laboratorio estaba en buen camino, pero no, y ahora apareció otro en el que el gobierno de EEUU invertirá USD 1.000 millones.
Por otro lado, el imprevisible presidente Donald Trump acentuó en estos días su enfrentamiento con China, y el optimismo se moderó. China, por su parte, confirmó su voluntad de avanzar en el acuerdo comercial pactado con EEUU y anunció que se concentrará más en el empleo que en el crecimiento, pero acentuó también sus presiones sobre Hong Kong.
En los indicadores de la economía real siguen predominando los números negativos, con algunas excepciones que hay que seguir de cerca, tales como la leve disminución de los pedidos de desempleo en los EEUU
En los indicadores de la economía real siguen predominando los números negativos, con algunas excepciones que hay que seguir de cerca, tales como la leve disminución de los pedidos de desempleo en los EEUU (de 2,69 a 2,44 millones, pero un total de 38,6 desde el inicio de la pandemia), la suba del petróleo y la sorprendente recuperación del índice ZEW de expectativas empresarias de Alemania, que superó los valores de los últimos cinco años. Respecto del desempleo, sin embargo, Goldman Sachs estimó que la tasa de desocupación en los EEUU llegaría a 25%, un gran salto respecto del récord histórico de 14,7% en abril.
Hasta ahora, la mayoría de los indicadores publicados, y también la volatilidad, son compatibles con los pronósticos del FMI, tanto los de la fuerte caída del 2020, como los de la recuperación en V en 2021, una V asimétrica, ya que la velocidad de la recuperación no igualaría la de la caída. Pero todo dependerá de la evolución de la COVID-19.
También se observa un debilitamiento de la mayoría de monedas, los bonos del Tesoro de EEUU en niveles récord, el riesgo emergente sin variaciones relevantes, los precios de las materias primas firmes, encabezados por el petróleo pero con la excepción de la soja y la mayoría de las Bolsas recuperándose.
Todo lo dicho dependerá principalmente de la evolución de la pandemia. Si en el tercer trimestre hay señales claras de que está bajo control, puede darse la salida en V asimétrica, primero en los mercados de cotización diaria, y luego, más lentamente, en la economía real.
Pero no hay que olvidar que, bastante antes de la erupción de la pandemia, la economía global ya acarreaba problemas importantes, tales como un excesivo endeudamiento, público y privado, por partes casi iguales, y cercano al 300% del PBI global.
Si en el tercer trimestre hay señales claras de que está bajo control la pandemia, puede darse la salida en V asimétrica (caída fuerte del PBI en 2020 y repunte notable en 202), primero en los mercados de cotización diaria, y luego, más lentamente, en la economía real
Por otro lado, hay claras tensiones comerciales, sobresaliendo las de China-EEUU, ahora en modo de espera, pero irresueltas. En ese marco se observa también una crisis del multilateralismo, desde la pasividad de la OMC hasta las polémicas en torno a la organización mundial de la salud, pasando por la patética inacción del G20 –en marcado contraste con el 2009- ante la peor crisis de la economía global desde la Gran Depresión.
Grados de libertad para políticas económicas
Frente a estas realidades, se han reducido las herramientas de política económica. Por ejemplo, la incrementada liquidez global mantendrá inicialmente bajas las tasas de interés, y aun puede llevar a más tasas negativas de los bancos centrales. Pero también es probable que, en una segunda etapa, la situación deflacionaria con trampa de liquidez dé paso a un aumento de la inflación en los países desarrollados.
En tanto ella sea moderada, como es probable, sería positiva para los países emergentes, sobre todo los exportadores de materias primas, porque llevaría a una depreciación del dólar y a cierta fortaleza de las materias primas. No hay que olvidar que todo vendría acompañado por una crisis de gobernanza interna en muchos países y por un mundo algo más cerrado, aunque no al “fin de la globalización”, como piensan algunos.
¿Cómo impactaría en la Argentina un cuadro de este tipo?
Si, como parece en estos días, el país llega a un acuerdo con sus acreedores, el país se beneficiaría, por una cierta recuperación de la inversión y de las exportaciones.
Esta es una condición necesaria, pero no suficiente para empezar a encarrilar a nuestro país. Para ello sería necesario poner en marcha un plan más integral, que incluyera una estabilización drástica y una profunda reestructuración de la política tributaria y de gasto público.
Estas políticas se potenciarían significativamente si se orientaran con un enfoque de productividad inclusiva, o sea aumentando simultáneamente la inclusión y la productividad, idealmente acordados entre las principales fuerzas políticas y sociales.
El autor es profesor emérito del IAE-Universidad Austral. Publicó esta editorial en el Informe Económico Mensual
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