Se cumplen 50 años del secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu. Aquel 29 de mayo de 1970, hacía su aparición en escena la organización Montoneros integrada entonces por Mario Eduardo Firmenich, Norma Esther Arrostito, Ignacio Vélez, Emilio Maza, Carlos Alberto Maguid, Fernando Abal Medina, Carlos Ramus, Carlos Raúl Capuano Martínez. Tal como reseñó el historiador Juan Bautista “Tata” Yofre, tres de ellos habían recibido entrenamiento terrorista en la Cuba de Fidel Castro.
Aquella mañana fatídica, el ex presidente de facto fue secuestrado en su domicilio de la calle Montevideo al 1000, entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear, por dos jóvenes que simularon ser oficiales que lo escoltarían en las celebraciones del Día del Ejército. Durante su cautiverio, Aramburu sería sometido a un “juicio popular” en el que fue acusado y juzgado por su accionar durante el golpe de estado contra Perón en 1955 en general y en especial, por su rol en los fusilamientos de junio de 1956 así como por el destino del cadáver de Eva Perón. El cadáver de Aramburu aparecería pocos días después, el 1 de junio. Fue Fernando Abal Medina (entonces tenía 23 años) quien ejecuta al ex presidente de un tiro en los sótanos del casco de una estancia en la localidad de Timote, en Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires.
Tres años más tarde, en septiembre de 1974 los Montoneros relatarían los detalles de la operación “Pindapoy”, que había conmocionado a la sociedad argentina, en su publicación La causa peronista. Mario Firmenich (quien al momento de los hechos contaba tan solo 22 años) reconoció: “El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo sueño nuestro. Concebimos la operación a comienzos de 1969. Había de por medio un principio de justicia popular -una reparación por los asesinatos de junio del 56-, pero además queríamos recuperar el cadáver de Evita, que Aramburu había hecho desaparecer. Pero hubo que dejar transcurrir el tiempo, porque aún no teníamos formado el grupo operativo. Entre tanto, trabajábamos en silencio: la ejecución de Aramburu debía significar precisamente la aparición pública de la organización. A fines del 69 pensamos que ya era posible encarar el operativo. A los móviles iniciales, se había sumado en el transcurso de ese año la conspiración golpista que encabezaba Aramburu para dar una solución de recambio al régimen militar, debilitado tras el Cordobazo”.
Perón, desde Madrid, declaró a Panorama, el 29 de junio de ese mismo año: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que nuestros muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara. Sin los guerrilleros del Vietcong, atacando sin descanso en la selva, la delegación vietnamita en París tendría que hacer las valijas y volverse a su casa”.
Por su parte, Carlos Kunkel -quien sería diputado kirchnerista años más tarde- reflexionó sobre el asesinato de Aramburu cuatro décadas después de los hechos cuando le dijo a La Nación el 23 de febrero de 2013 que: “La reacción que hubo en todos los sectores del peronismo fue que había sido un hecho de justicia. Parece horrible a la luz del nivel de conciencia que hemos tomado con respecto al no uso de la violencia para resolver los conflictos sociales y políticos. Pero en ese momento fue un estallido de simpatía en la militancia”.
Por su parte, el legendario empresario peronista Jorge Antonio afirmó, años después, en una entrevista en Noticias (4 de enero de 2004) que Montoneros debió haber asesinado a Rojas en lugar de Aramburu. Así sostuvo: “(Rojas) nos visitó en Ushuaia cuando estábamos presos. Para molestarnos. Era un mal tipo. Había sido agregado militar, agregado naval de Perón en Brasil y Uruguay. Tenía la medalla de honor justicialista que se la había entregado Espejo en Puerto Belgrano. Y le había escrito una carta a Eva pidiéndole que lo nombrara agregado naval en Montevideo porque estaba vacante, y él desde Brasil podía ocupar los dos puestos. Y Eva se lo consiguió. Creo que los muchachos se equivocaron de persona cuando mataron a Aramburu".
Pero, ¿cuáles fueron los verdaderos motivos que provocaron el asesinato de Aramburu?
Hasta el día de hoy, cinco décadas más tarde, sobre el asesinato de Aramburu se han tejido innumerables teorías conspirativas, que señalan a sectores del gobierno del general Juan Carlos Onganía como facilitadores del operativo. En especial, se ha sostenido que el ministro del Interior Francisco Imaz, no habría sido ajeno al accionar de los subversivos, máxime teniendo en cuenta su escasa edad y falta de experiencia para cometer un hecho de tal envergadura.
Pocos días antes de ser secuestrado, Aramburu había retornado de un viaje a Europa. Había viajado con el pretexto de visitar a una hija, residente en París. Una versión nunca confirmada -ni desmentida- insiste en sostener que el viaje del ex presidente habría tenido otros propósitos. El motivo de su desplazamiento habría sido contactar a Perón, presuntamente a través de la mediación del dirigente peronista correntino Julio Romero.
En “Mi testimonio” (1977) el general Alejandro Agustín Lanussse escribió que al momento de morir, Aramburu “estaba convencido de que iba a ser nuevamente presidente de la República”. El historiador Carlos Altamirano explicó que “a comienzos de 1970 era un secreto a voces que Aramburu estaba a la búsqueda de un acuerdo con Perón para una salida electoral y por supuesto, los Montoneros no lo ignoraban”.
Roberto Roth relató que antes del asesinato de Aramburu, Oscar Camilión le había advertido que la situación política comenzaba a deslizarse hacia una creciente espiralización de la violencia: “Fue el primero en advertir, aun antes del asesinato de Aramburu, que en el país se estaba incubando una situación que nos iba a costar quinientos o seiscientos muertos. El pronóstico de aquel momento parecía ser una alucinación. Se quedó corto”.
Lo cierto es que el cadáver de Aramburu apareció el 1 de junio. Su asesinato aceleró el proceso político dando comienzo a la década más violenta del siglo en nuestro país.
El autor es especialista en Relaciones Internacionales, profesor de Historia contemporánea y ex embajador argentino en Israel y Costa Rica.