Nuevos horizontes para el transporte

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FOTO DE ARCHIVO. El Obelisco
FOTO DE ARCHIVO. El Obelisco se ve durante el brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en Buenos Aires, Argentina. 17 de marzo de 2020. REUTERS/Agustín Marcarián.

La adopción de nuevas tecnologías que no sean contaminantes permitiría que cuando se recuperen los niveles productivos transitemos hacia una economía que preserve el medio ambiente en el planeta que está siendo amenazado, no solo por la pandemia del coronavirus, sino también por estas emisiones.

Deberemos abandonar las actividades contaminantes que están afectando a todo el mundo. En este nuevo escenario es importante lo que se haga en el sector de transporte, caracterizado por utilizar tecnologías contaminantes basadas en el petróleo. Las emisiones contaminantes en el sector del transporte representan la cuarta parte de las emisiones globales, pero es posible transformar el transporte para que deje de seguir contaminando, facilitando así que todos los países avancen hacia economías con menos emisiones, teniendo presente que el gas emite menos CO2 que el petroleo

El transporte es primordial, al facilitar la movilidad y la conectividad de personas y mercancías, ya que sostiene la actividad de otros sectores, pero lamentablemente hoy repercute de forma adversa en el medio ambiente y la salud humana. El transporte tradicional, que utiliza derivados del petróleo como combustible, es uno de los principales generadores de los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, y también provoca contaminación atmosférica, que se ha visto agravada por el aumento en la cantidad de vehículos en el mundo que en la actualidad supera en mas de un 50% la cantidad existente hace una década. Año a año vienen creciendo las emisiones de CO2 generadas por estos vehículos; por esta razón José Barbero (Instituto del Transporte-UNSAM) expresa la necesidad de una nueva agenda que ”deberá responder a los desafíos del cambio climático, priorizando modos de transporte bajos en carbono (como el ferrocarril o la navegación fluvial), y la adopción inteligente de nuevas tecnologías y fuentes energéticas (como el gas o la electrificación vehicular)”.

Los vehículos son hoy una fuente de emisiones de CO2, pero no todos los países utilizan los mismos tipos de vehículos ya que existen grandes diferencias en la regulación estatal y en el tratamiento fiscal de los derivados petroleros y gasíferos requeridos para la movilidad de los vehículos. Las diferencias son notables y han sido estimadas por la Agencia Internacional de Energía: un vehículo en Estados Unidos emite un 70% más de CO2 por KM recorrido que un vehículo en países nórdicos como Noruega, Dinamarca, Holanda y un 60% más que en España, Italia y Francia. Los vehículos de Estados Unidos emiten 16% más que los nuestros, pero los nuestros emiten 46% más de CO2 que los de los países nórdicos.

Es posible que la expansión de la flota de vehículos eléctricos pueda disminuir las emisiones de CO2, además de reducir la contaminación atmosférica y acústica. La flota automotriz eléctrica viene creciendo rápidamente, ya que las ventas mundiales de estos vehículos crecían anualmente mas del 50%. El año pasado se vendieron 2,2 millones de estos vehículos, lo que representa una participación del 2,6% en el total de vehículos vendidos. Se estima que este año las ventas mundiales de autos eléctricos lleguen a 2,3 millones (3% del total de ventas). Aun así la flota de vehículos eléctricos apenas llegaría a representar el 1% de la flota mundial de vehículos. Un impacto ambiental positivo exige que el consumo eléctrico de estos nuevos vehículos sea abastecido por fuentes de generación de energía que sean “limpias”. No será lo mismo aumentar la oferta de energía eléctrica para estos vehículos utilizando carbón, petróleo o gas, que utilizando fuentes limpias (eólicas, hidroeléctricas o solares).

En nuestro país es importante considerar si la industria automotriz se orienta en el futuro hacia una flota que consume petróleo o otra distinta que consuma gas (GNL o LNG). Si expandimos nuestro consumo de gas en el transporte reemplazando así al petróleo que es más contaminante, como está ocurriendo ahora en muchos países, podríamos reducir las emisiones y al mismo tiempo estar en condiciones de dejar de consumir internamente petróleo que se podría exportar a los mercados mundiales. Exportar petróleo exige menos costos de transporte que exportar gas, porque llegar con gas a los mercados mundiales no será fácil, ya que se requieren importantes inversiones en gasoductos, y además afrontar costos de licuefacción, transporte marítimo de miles de millas y gasificación en el destino. Si logramos que nuestro gas reemplace al petróleo en la industria automotriz donde es posible, podríamos tener un beneficio. Tengamos presente que nos será difícil competir con Estados Unidos en la exportación de gas, ya que hoy es el primer productor mundial de gas y puede salir muy barato por el canal de Panamá rumbo a los grandes mercados asiáticos.

Es hora de establecer normas técnicas y regulatorias, con el propósito de reducir las emisiones de los vehículos como lo está haciendo la Unión Europea, y de considerar las ventajas de los vehículos eléctricos y de los que utilizan gas, liberando así barriles de petróleo para poder exportar de una manera más ventajosa para nuestro país.

El autor fue secretario de Energía y de Industria

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