“Un sabor eterno se nos ha prometido, y el alma lo recuerda.” Leopoldo Marechal.
Un 25 de Mayo de 1810 se parió la Patria. No aquella Patria forjada por la pedagogía colonialista que falsificó la historia y enseñó que la Revolución pertenecía al museo de antigüedades de la mentira planificada por el relato oficial. Mitre desvirtuó la historia nacional para justificar que la ruptura con España resultara en neocolonialismo con Inglaterra y allí anida la interpretación elitista, anti-iberoamericana y especialmente pro-imperialista del 25 de Mayo que ha operado como dadora de legitimidad a toda la serie de políticas de apertura económica y entrega del patrimonio nacional y a la disposición de un modo de ver centrado en Europa y/o Estados Unidos en desmedro de Nuestra América.
El proceso de Mayo de 1810 se produjo en el contexto de las invasiones napoleónicas en España. Dirigentes como Saavedra, Moreno, Belgrano, etc., junto al pueblo que había hecho milicia defendiendo lo nuestro frente a la prepotencia del pirata inglés en 1806 y 1807 y que en las jornadas de Mayo, formaría parte de los regimientos de Patricios, promoverían una revolución democrática con amplia participación popular para romper con el modelo económico del mercantilismo impuesto por la monarquía española. Se opondrían además de manera tajante a que nuestro país fuera dominado por cualquier potencia extranjera. Por el contrario, el sector liberal porteño abogaría por la soberanía política de España para empujar a la Argentina a entrar en la egida económica y cultural anglosajona, lo que permite entender por qué Rivadavia figura gravitante del sector porteño ligado a los intereses ingleses en el Rio de la Plata hizo que Buenos Aires diera la espalda a la campaña americana de San Martín. Sin lugar a dudas, actores enfrentados en el gran drama de los argentinos hasta el día de hoy.
El frente revolucionario fue derrotado y el unitarismo porteño ligado al capital británico consolidó su poder en el puerto único y el control de la aduana, fundamentalmente a partir de la batalla de Pavón(1862), condenando al país al raquitismo económico, combatido heroicamente por las montoneras federales desde Güemes al Chacho Peñaloza que retomaban las banderas de Mayo y serían liquidadas en nombre de la civilización liberal (en la llamada “guerra de policía en la década de 1860) y el holocausto del pueblo paraguayo (genocidio perpetrado junto a Brasil y Uruguay, 1868/1874) que enterraba toda política de carácter continental y consolidaba en el poder a la oligarquía terrateniente y financiera antinacional: los Martínez de Hoz que volverán una y otra vez en nuestra historia para operar en función del país colonial.
Tanto es así, que la gesta de los patriotas de Mayo se enlazó con la causa de Artigas, con la gesta libertadora de San Martín, con la férrea defensa de la soberanía nacional de Juan Manuel de Rosas y la resistencia de las montoneras. Por esta razón, toda evocación de Mayo no es otra cosa que un acto de reafirmación de nuestra nacionalidad que volverá a resurgir en el Siglo XX con el yrigoyenismo y con la Patria que vuelve a parir el General Perón. Segundo eslabón en la asunción de la conciencia nacional de los argentinos en su lucha por la liberación nacional que, como en el año 1955, replicará en 1976, vía consenso de Washington, la arremetida colonial destruyendo la independencia económica, la soberanía científico-tecnológica y la unidad iberoamericana. Y vendrán los nuevos genocidios de las democracias formales que hasta el día de hoy aplican políticas económicas de miseria, exclusión, pobreza y violencia social bajo el prisma de que la historia se terminó para las mayorías sociales en Argentina.
Pero la historia nunca se detiene y en pleno Siglo XXI, me pregunto: ¿estaremos dispuestos a estar a la altura de nuestros patriotas? Porque ayer y hoy vivimos la misma encrucijada: Patria o colonia. Hacer honor, este 25 de Mayo a nuestros patriotas, en el contexto actual de la pandemia que sacudió la estantería del poder económico global, implica asumir que está abierta para nosotros la posibilidad de aprovechar esta circunstancia para encarar la definitiva independencia nacional.
¿Seremos capaces de romper las cadenas de la usura financiera y la dependencia con las trasnacionales que cuan el mercantilismo del período colonial se quedan con las riquezas que produce nuestra Nación? ¿O seguiremos en la mera formalidad de los vítores a la Patria mientras nos repartimos las migajas de lo que nos deja el saqueo de la economía que sangra hacia afuera legada por la última dictadura?
Sin nacionalizar la banca y el comercio exterior la libertad de la Argentina es una farsa. La miseria se extiende en todo el país como una advertencia del grito de Libertad de nuestros patriotas de Mayo, ese sabor prometido que poetiza Marechal. La opción es de hierro: seremos argentinos e iberoamericanos o no seremos nada.