A lo largo de la historia, ninguna peste o pandemia, o incluso destrucciones masivas como las ocasionadas por las guerras, han detenido la necesidad y el deseo de los seres humanos de vivir aglomerados. Ni la peste negra del siglo XIV, la epidemia del cólera en 1850, la gripe española de 1918 o los bombardeos que destruyeron ciudades como Guernica, Hamburgo, Dresde o Varsovia, detuvieron el impulso de la humanidad para ponerse nuevamente de pie y seguir indagando en las causas del mundo que nos rodea, para construir un camino de progreso y bienestar.
También superaremos esta pandemia y las ciudades seguirán fortaleciendo su rol como fuentes de innovación y crecimiento económico. Las ventajas que surgen por aglomerarnos, y que dieron origen e impulsan la innovación y el crecimiento de las ciudades, son difíciles de suplantar, y constituirán seguramente las fuentes de las soluciones para retomar nuestra vida urbana.
Las ventajas que surgen por aglomerarnos, y que dieron origen e impulsan la innovación y el crecimiento de las ciudades, son difíciles de suplantar, y constituirán seguramente las fuentes de las soluciones para retomar nuestra vida urbana
En el corto plazo, este retorno tendrá consecuencias múltiples. Entre las más dramáticas, se destacan las pérdidas de empleo y la crisis económica generalizada, pero también se verán en las nuevas maneras de relacionarse en las escuelas; los mayores costos de operación de los sistemas de transporte masivo; el funcionamiento con menos público de restaurantes, teatros, museos y centros comerciales, entre otros espacios. Pero luego de un proceso de ajuste, como los vividos por la humanidad en tantos pasajes de la historia, las ciudades, volverán a funcionar de manera más estable.
En nuestra región, ese funcionamiento incluirá también las desventajas o los costos que surgen por la urbanización mal gestionada. Las crisis que enfrentamos antes de esta pandemia, tales como los problemas de acceso a una vivienda asequible, la congestión vehicular, la expansión urbana de baja densidad, o la crisis del cambio climático, seguirán formando parte de los desafíos a enfrentar.
Sin embargo, esta pandemia, como otras en la historia, probablemente impulse algunos aspectos de la dinámica y la gestión futura de las ciudades. El sarampión, la tos ferina, la tuberculosis y otros virus y bacterias muy presentes en las ciudades de principios del siglo XIX, motivaron el surgimiento de un mejor sistema de saneamiento urbano. Los códigos de zonificación de muchas ciudades son una consecuencia directa de la epidemia de influenza de 1918. Surgieron para asegurar que las nuevas viviendas tuvieran suficiente luz natural y circulación de aire para prevenir la propagación de enfermedades, y dieron impulso a nuevas normativas que fueron más allá de estos primeros problemas. Otros efectos duraderos surgidos por esas epidemias fueron la creación de las instituciones y reformas en materia de salud, la construcción de nuevos hospitales, y el aumento general de los presupuestos de salud e higiene. Un ejemplo cercano lo constituyen los países asiáticos, que avanzaron en esa dirección luego de la epidemia del SARS y el MERS en 2012.
¿Qué efectos sobre las ciudades podríamos esperar de esta nueva pandemia? Es altamente probable que su impacto en términos sociales, económicos, políticos y culturales, abra nuevos caminos para gestionar de manera diferente las ciudades. Algunos ejemplos pueden servir para ilustrar estos efectos.
El teletrabajo. La cuarentena generalizada en gran parte del mundo ha permitido que una enorme cantidad de firmas y personas experimenten el teletrabajo, posibilitando, aunque en condiciones lejos de las adecuadas en muchos casos, una inmersión brusca de trabajadores que probablemente nunca lo hubiesen hecho antes de la pandemia. La valoración a gran escala de su efectividad en términos de productividad, costos para las empresas y los trabajadores, y su impacto sobre la economía, puede aportar valiosos insumos para la formulación e implementación de futuras políticas laborales. Los efectos sobre las ciudades podrían verse en los sistemas de transporte, ante la potencial reducción de la demanda, en el fortalecimiento de la expansión de las áreas urbanas, frente a la menor necesidad de movilizarse al trabajo y la alternativa de consumo en línea, y en la reorganización de las actividades de cuidado, al facilitarse la posibilidad de compartir dichas tareas entre mujeres y varones.
La cuarentena obligatoria en muchos países ha permitido medir y verificar el daño al medio ambiente que genera un mal manejo de la economía urbana
La infraestructura digital. El futuro control de nuevas epidemias requerirá una mayor capacidad de las ciudades para identificar y atacar su propagación. En ese sentido, la georreferenciación en tiempo real de movimientos de personas, de la dinámica de empleo y las diferentes actividades económicas en las ciudades, su relación con los flujos de transporte, entre otro tipo de información, pueden constituir valiosos insumos para gestionar estos problemas. En ese sentido, muchas inversiones futuras en las ciudades se orientarán para asegurar la disponibilidad de la infraestructura y la tecnología necesaria para hacerlo.
La resignificación de crisis preexistentes: la pobreza y el cambio climático. La cuarentena obligatoria en muchos países ha permitido medir y verificar el daño al medio ambiente que genera un mal manejo de la economía urbana. En las cuatro semanas previas al 1 de marzo, la descarga de dióxido de carbono de las ciudades chinas cayó un 25 por ciento, según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA). Esta cifra es equivalente a las emisiones anuales de Argentina o Egipto. Impactos como este se replican en todas las ciudades del mundo y constituye una demostración del efecto que podría generar un mejor manejo de los recursos urbanos. La pandemia también ha demostrado que sus efectos se diferencian por la condición socio económica de las personas y ha visibilizado aún más el padecimiento que significa para millones de pobres que viven en asentamientos informales o en la precariedad laboral, la posibilidad de sortearla con éxito. Pero fundamentalmente, demuestra que la agenda de inclusión social no podrá seguir siendo ignorada, no solo por una cuestión ética y moral, sino también por su importancia para el bienestar de toda la sociedad.
Si bien es difícil realizar pronósticos precisos sobre los cambios que promoverá esta pandemia en las ciudades, esta larga cuarentena a nivel global ha transparentado las fuerzas que dan vida a las ciudades, pero también, las enormes necesidades y desafíos que quedan por resolver.
El autor es coordinador de la Iniciativa Ciudades con Futuro de CAF