La pandemia ha generado cambios estructurales en todos los órdenes de nuestras vidas. La nueva normalidad nos interpela en cada decisión como sociedad y conforme los roles que ocupamos. Durante este tiempo, fuimos testigos y de alguna forma partícipes del debate que se dio en los distintos poderes legislativos, tanto en el Congreso de la Nación como en algunas legislaturas provinciales, respecto a las nuevas formas de funcionar en el marco de las medidas adoptadas respecto a la prevención del COVID-19.
Si bien en general tuvo resultados aceptables en cuanto a que se logró algo que veníamos reclamando, esto es el funcionamiento efectivo de los parlamentos, quiero advertir acerca de dos aspectos en particular que vienen mencionándose como complementarios y evidencian marcadas confusiones y posturas encontradas sobre el tema: la democracia digital y el parlamento virtual.
Es redundante expresar conformidad con todas aquellas medidas que sirven para promover la democracia digital. A grandes rasgos, el acceso a las tecnologías de la información de los ciudadanos, así como el fortalecimiento del Estado mediante el uso de las plataformas digitales en aras de la transparencia, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas son políticas que generan condiciones para favorecer la participación ciudadana y así mejorar la calidad del sistema democrático.
Situaciones de crisis monumentales como la que estamos atravesando requieren adaptaciones para el pleno funcionamiento de las instituciones.
Una de ellas, el funcionamiento virtual del Poder Legislativo, es una herramienta desarrollada en poco tiempo, en el marco de un contexto excepcional, con las lógicas limitaciones que la tecnología impone. Eso no quita que puso en marcha uno de los tres poderes de nuestra república. Si bien es esperable que esta pandemia conlleve decisiones trascendentales en corto período de tiempo, también debemos ser cuidadosos en los contenidos y sus propósitos.
El ejercicio del Poder Legislativo es uno de los pilares de nuestro sistema representativo y republicano y con ello, la deliberación y el diálogo.
Naturalmente, todo intercambio de ideas virtual no debe reemplazar los debates presenciales, y con ello el conjunto de relaciones de transmisión y codificación de la información que sucede cuando compartimos un diálogo interpersonal. Todos los que hemos tenido alguna experiencia con las herramientas digitales actuales sabemos que tienen sus reglas, empero sus limitaciones. Por lo tanto, una cosa es la incorporación de la tecnología en procesos administrativos para optimizar el funcionamiento de una institución (que en este caso sería un factor de la democracia digital), y otra muy distinta es cumplir con nuestro mandato constitucional y republicano a través del funcionamiento periódico de la cámara. De hecho, el término parlamento deriva de la palabra “parlar”, ya que es una de las principales características de este poder, y por ende, de la representación democrática. Pero también, es a través de los espacios de diálogo y debate constructivos en donde la verdadera política se desarrolla en su esencia.
Creo que esta medida transitoria es un aporte institucional en un momento de profunda incertidumbre y con una crisis de legitimación hacia el sistema político que viene de larga data. Es por esta razón que espero que la intencionalidad no sea el reemplazo de lo digital por sobre el debate de ideas, la discusión, el intercambio de argumentos y la consolidación de justificaciones representativas del bien común que solo se hacen posibles estando presentes en los respectivos recintos. Nos debemos como sociedad otras discusiones antes que podamos avanzar en ese sentido.
Me gustaría hacer un paréntesis para comentar brevemente mi experiencia en la sesión remota del jueves pasado en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. En primer lugar, se planteó que solo los jefes de bloque y autoridades estuvieran en el recinto. Los demás legisladores deberíamos hacerlo en forma remota a pesar que muchos estábamos en nuestras oficinas a unos pocos metros. La modalidad virtual impidió que haya un debate substancial durante la sesión. Hubo un sólo momento donde el intercambio de opiniones pudo concretarse. Particularmente, al momento de mi exposición tuve un problema de conectividad que los trabajadores de la Cámara solucionaron rápidamente, pero en definitiva eso impidió mi intervención.
En este marco, sugiero que todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria hagamos un esfuerzo colectivo para que las próximas sesiones sean lo más presenciales posible. Contemplando las particularidades y todas las medidas necesarias para garantizar las normas sanitarias, creo que es un deber de todo cuerpo legislativo promover las condiciones básicas para que los debates parlamentarios vuelvan a su funcionamiento cercano a lo habitual.
Siempre que hagamos cambios, cuidemos esos valores que nos hicieron fortalecer nuestra democracia y trabajar unidos ante un enemigo invisible. Con la impronta de la deliberación y el diálogo, que a su vez representan la antigua pero vigente concepción aristotélica de la política.
El autor es diputado provincial