Crisis de deuda: volviendo a la realidad

El ministro de Economía Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)

Una vez más Argentina se enfrenta a un potencial default de la deuda soberana. Joseph E. Stiglitz, Edmund S. Phelps y Carmen M. Reinhart hicieron un pedido público de “buena fe” a los acreedores internacionales. Su pedido fue acompañado por un grupo de reconocidos economistas a nivel internacional. El acto de buena fe consiste, por supuesto, en aceptar la oferta de Martín Guzmán. A diferencia de quienes piden “buena fe”, los tenedores de bonos no han perdido contacto con la realidad y son conscientes del tipo de deudor que tienen enfrente.

Es importante recordar que la crisis de deuda no se debe a la pandemia del Covid-19. El actual gobierno presentó al ministro Guzmán como un experto en deuda soberana con el objetivo principal de reestructurar la deuda Argentina. Modestia aparte, nos decían que Guzmán iba a dar una lección al mundo sobre cómo llevar adelante una reestructuración de deuda soberana. Es cierto que la actual pandemia ha complicado el escenario, lo que no es cierto es que la crisis de deuda se debe al coronavirus. Es importante ser realista con la situación de la economía del país para llegar a un buen acuerdo con los acreedores y dar una solución definitiva a los crónicos problemas de deuda que enfrenta el país.

Ser realista con la deuda argentina comienza por reconocer el origen de los bonos. La deuda argentina no algo que haya caído del cielo o fruto de la mala suerte. El origen de la deuda se encuentra en un Estado insostenible. Un Estado insostenible se traduce en abultados déficits. Los abultados déficits se traducen en inflación, problemas de deuda, y crisis cambiarias dependiendo cómo se decida financiar al Tesoro. Resumen de la macroeconomía del país desde el primer gobierno de Perón a la fecha. Es curioso que quienes piden “buena fe” a los acreedores no presten atención a los problemas del deudor.

Ser realista con la deuda argentina también es no olvidar las actitudes que históricamente Argentina ha tenido con sus acreedores. Según datos de This Time is Different (2011) de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, desde la Segunda Guerra Mundial a la fecha argentina ha pasado 36 años (cerca del 40% del tiempo) en default o restructurando deuda. En resumen, Argentina es un incumplidor serial de contratos. Debemos también tener memoria de los 12 años de kirchnerismo en el gobierno. Esta misma administración, a la que ahora debemos prestarle un acto de “buena fe”, ha falsificado datos de inflación y de pobreza, ha expropiado empresas sin Ley del Congreso, ha maltratado a los acreedores y al mismo Juez Griesa, y ha apropiado también de los fondos privados en las AFJPs. Más convincente sería ver los pedidos de “buena fe” transformarse en hechos concretos. ¿Cuántos de quienes firmaron la carta están dispuestos a vender sus fondos de retiro y pensión e invertirlos en deuda argentina?

Siendo realistas no sorprende el rechazo de la oferta de Guzmán, ni el poco impacto que la carta de “buena fe” ha tenido en los acreedores. Argentina, un país con un Estado infinanciable, pide a los acreedores que tengan fe que un próximo gobierno va a honrar la deuda a la par que el gasto público se trata como intocable. No sólo se les pide a los acreedores un acto de fe: también se espera que se hagan cargo del 100 del costo de la reestructuración de la deuda. Los acreedores, vale recordar, no son sólo millonarias empresas. Los acreedores son también jubilados en el resto del mundo cuyo futuro financiero depende de sus ahorros. Estos jubilados no tienen ni el tiempo que les queda en sus vidas ni la riqueza para recuperar el costo de un default argentino.

Por último, ser realistas respecto al problema de la deuda argentina es también responsabilidad de la oposición, a la que no se escucha proponer ni debatir reformas económicas e institucionales de fondo que corrijan de una buena vez el déficit estructural del gobierno. En lugar de pedir buena fe a los acreedores, más útil sería pedir reformas estructurales a Argentina que, a fin de cuentas, es quien está en falta. Que la actual crisis no sea otra oportunidad perdida.

El autor es profesor en la Metropolitan State University of Denver, EEUU y en la UCEMA