Malvinas: cómo se gestó el decisivo apoyo de la OTAN al Reino Unido durante la guerra

Londres recibió la importante ayuda de las potencias europeas y los Estados Unidos en el conflicto del Atlántico Sur. El Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica analiza los pormenores de aquellos decisivos acuerdos

The aircraft clean Sea Harriers of salt from the sea against corrosion, 1982 April 21st, on the flight deck of HMS Hermes during the Falklands conflict.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue creada el 4 de abril de 1949 con la participación, entre otros países, de los Estados Unidos (EEUU), Canadá y las principales potencias militares europeas. Era –y es– la más importante fuerza militar del mundo.

A partir del 2 de abril de 1982, Gran Bretaña activó sus contactos con los EEUU y sus otros aliados de la OTAN que habían vendido armas a la Argentina, entre ellos Alemania, Italia, pero principalmente Francia. En París, el presidente socialista François Mitterrand no vaciló en llamar al día siguiente a la conservadora Margaret Thatcher para comprometer su apoyo a Gran Bretaña. El 4 de abril, el ministro de Defensa francés, Charles Hernu, recibió de Londres un pedido de ayuda técnica y dispuso que pilotos de los aviones Mirage de la fuerza aérea volasen de inmediato a las islas británicas. Éstos realizaron adiestramiento con los Harrier ingleses, representando el papel de atacantes como el de defensa, para facilitar a ellos el conocimiento, la capacidad y posibilidades de las máquinas francesas que poseía nuestra Fuerza Aérea. Así lo confirmó en sus memorias, publicadas por el diario londinense The Daily Telegraph el 13 de mayo de 2002, el secretario de Defensa británico John Nott: “De muchas maneras, el presidente Mitterrand y los franceses fueron nuestros grandes aliados. Cuando comenzó la crisis, Francia facilitó al Reino Unido aeronaves Super Étendard y Mirage, que había vendido antes a la Argentina, para que los pilotos ingleses de los aviones Harrier pudieran adiestrarse para luchar contra ellos”. Además, canceló el envío de 10 misiles Exocet (aire-mar) y todo tipo de armamento que la Armada Argentina había comprado antes de la iniciación del conflicto. El último apoyo importante consistió en solicitar a su ex colonia Senegal que facilitara a los británicos operar en el aeropuerto de Dakar (en África), en sus vuelos a la isla Ascensión. No es un dato menor recordar que en esos días la presidencia del Consejo de Ministros de la entonces Comunidad Económica Europea estaba a cargo de Bélgica, cuyo Primer Ministro Leo Tindemans era un entusiasta de la cooperación entre los miembros de la Comunidad y logró imponer un embargo que entró en vigencia el 16 de abril.

Marineros de una fragata inglesa, como espectadores en un partido de fútbol, acompañan el aterrizaje de un Sea King con heridos a bordo. Contemplan la escena con tranquilidad e, inclusive, un par de ellos toma fotografías. El mar permanece planchado (Foto: AFP).

No es de extrañar que la decisión de Francia también se debiera a la mala relación que mantenía con el gobierno militar argentino, con motivo de las violaciones de los derechos humanos.

En extrema síntesis, el apoyo de los Estados Unidos consistió en:

*Proporcionar oportuna, amplia, actualizada y eficaz información e inteligencia satelital, que contribuyó a una guerra electrónica que facilitó las operaciones británicas.

*Ceder el uso de la importante base aeronaval de la isla Ascensión, que fue determinante desde el punto de vista logístico y operativo para la flota y la fuerza aérea británicas.

*Proveer misiles Sidewinder (aire-aire) y misiles antirradar Shrike.* Reemplazar en Europa las operaciones del Reino Unido en el marco de la OTAN.

Desembarco británico en San Carlos

El entonces secretario de Defensa, Caspar Weinberger, en su libro Fighting for Peace (Luchando por la paz) dice que ordenó a las fuerzas armadas de su país que “Gran Bretaña reciba toda la asistencia posible en términos de material e información”.

De nada sirvió la participación argentina en América Central, cumpliendo un pedido del presidente Ronald Reagan, para apoyar a los “contras” en Nicaragua en 1981/82, mediante la Operación Charlie, el capítulo centroamericano del Plan Cóndor, conocida acción internacional del terror con financiamiento de la CIA, para contrarrestar el sandinismo. A los efectos, había sido sin duda una actitud inconducente, inútil y servil. Nuestra diplomacia no evaluó seriamente, no solo las históricas relaciones de los EEUU con el Reino Unido, sino también la amistad personal que tenían Reagan y la señora Thatcher. Se trataba de mandatarios conservadores –cuando casi toda Europa tenía gobiernos socialistas– y defendían la libertad de mercados más que la democracia. Además, Reagan necesitaba un apoyo para instalar en el viejo continente los misiles intercontinentales balísticos Cruise y Pershing, y la Primer Ministro era una de los partidarios más firmes para ello.

¿Fue decisivo el apoyo estadounidense? En mi opinión sí, principalmente por la posibilidad del uso de la base en la isla Ascensión; porque de no haberla tenido, hubiera sido probable que Gran Bretaña se hubiese visto impulsada a negociar. En ese entonces, nuestros embajadores eran: en los EEUU, Esteban A. Takacs; en Francia, Gerardo Schamis y en el Reino Unido, Carlos Ortiz de Rozas. Ninguno de los apoyos citados puede sorprendernos, pero la Junta Militar y la incompetencia política, diplomática y militar evaluaron erróneamente una situación que era objetivamente adversa. Sin duda que desconocían o desoyeron aquella máxima de Napoleón, que dice: “Un general no debe apresurarse a apreciar una situación como favorable; es lo peor que puede hacer”. Y lo hicieron…

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