La belleza de la vulnerabilidad

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(Shutterstock)
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Vaya que están pasando (y nos están pasando) cosas fuertes en estos tiempos. Tiempos impredecibles, que nos descolocan y tiran por la borda nuestros planes. Tiempos que zamarrean nuestros cimientos. Tiempos en los muchos que creían tener los pies en tierra se ven intentando hacer equilibrio con los fragmentos de sus certezas. Todos estamos en el barco de la incertidumbre. Y esa incertidumbre nos confronta con nuestros temores más ancestrales poniéndonos frente al espejo de la persona a la que más tememos, nosotros. ¿Qué nos devuelve el espejo? Quizás, por primera vez en la vida, la esencia. No el personaje que hemos fabricado para nuestra interacción social. Ese personaje que nos otorga una falsa seguridad, pero nos deja desnudos, indefensos como niños asustados cuando de explorar la propia alma se trata.

En estos días la vulnerabilidad dice presente y nos pone en carne viva, cuestionándonos nuestros paradigmas. Interpelándonos sobre nuestras realidades y sobre cuestiones que quizás antes no habían aparecido en nuestro radar. Reactivando, incluso heridas personales muy dolorosas. Es momento de deconstruir y volver a edificar. Somos lo que hacemos con lo que nos ocurre.

Es buen momento para conectar con nuestra vulnerabilidad. Y sentir de verdad, eso a lo que tantas personas le temen. En estos días me han llamado un par de amigos de los “fuertes” para charlar sobre sus dolores del alma. Así. Sin vueltas: “Vale, quiero hablar con vos de algo que me duele”. Y me he permitido lo propio: llamarlos para llorar con ellos por esas viejas heridas que aún sangran. Porque en tiempos en los que caen las certezas, caen los muros. Dice la socióloga Brene Brown en su magnífico libro El poder de ser vulnerable que “la vulnerabilidad es compartir nuestros sentimientos y nuestras experiencias con las personas que se han ganado el derecho a escucharlas”. Te recomiendo sus charlas Ted en YouTube o Netflix porque ofrece una mirada preciosa sobre la posibilidad de abrir nuestras emociones de manera compasiva y empática hacia nosotros y hacia los otros.

En este proceso de exploración interna que puede ser motivador por momentos y desgarrador en otros -es importante buscar la compañía de personas nutritivas, que nos miren a los ojos- aunque sea virtualmente, y nos digan lo que piensan desde el corazón, abriendo su alma. Que nos abracen con nuestras imperfecciones, con nuestros dolores y sombras. Que puedan ponerse en nuestro lugar. Son tiempos que pueden cambiar nuestra historia personal.

Quiero regalarte un texto que pertenece a mi libro Dolores del alma para que te acompañe cuando sientas que la noche cae sobre tu alma. Y recuerdes que el sol siempre vuelve a salir.

La belleza

Siempre fui de ver el medio vaso vacío, la falta, lo imperfecto. Con seguridad mi negatividad ejercía un efecto contagioso en mi entorno, pero seguía yo en ese camino sin tomar conciencia de lo que generaba.

Podemos hacer foco en la belleza o en las miserias. Ver belleza es un hermoso aprendizaje que requiere que abramos los ojos cada mañana, agradezcamos todo lo que tenemos y dejemos de victimizarnos.

La belleza no necesariamente se encuentra en las cosas buenas ni en los estereotipos estéticos; en las lecciones más duras de la existencia, también podemos encontrar belleza. En los momentos complejos, en los lugares “antiestéticos” hay belleza. En las personas difíciles, en los malos momentos, en los tragos amargos. Belleza hay en respirar, en saber que somos uno con el Universo y que cada cosa que hacemos tiene efecto multiplicador. Belleza es apreciarnos como seres capaces de levantarnos en nuestro dolor más hondo. Belleza es saber que podemos salir del lodo para volver a pisar el césped. Belleza es mirar el cielo con lágrimas en los ojos y, aunque se vea turbio, apreciar su inmensidad. Belleza es hacer el amor en alma presente. Belleza es estar en el todo, detenerse en cada átomo, en la interconexión de las cosas y de las personas. Belleza es dar la bienvenida al dolor como a un maestro sagrado, a sabiendas de que de ese dolor provendrán las lecciones más nutritivas. Belleza es caerse y levantarse, desgarrarse y cerrar heridas, aprendiendo a convivir con las cicatrices. Belleza es extraer fortaleza de la debilidad. Belleza hay en la luz y en la sombra. Belleza es honrar al alma.