¿Cómo se explica que los 4 gobernadores de los distritos más poblados del país, a los que se sumaron luego otros de distritos más pequeños, le hayan dado vuelta la cara al Presidente de la Nación a la hora de flexibilizar la cuarentena?. La respuesta hay que buscarla en el estilo del mismo Presidente.
A escasas 24 horas del discurso del titular del ejecutivo que prorrogó la cuarentena hasta el 10 de Mayo y en el que incluyó el permiso expresado en tono paternal para salir a caminar a 500 metros a la redonda, los responsables de Capital Federal, Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba le dijeron que en los grandes conglomerados el “aislamiento social se mantiene sin modificaciones”.
¿No hablaron ayer los gobernadores con el presidente? ¿No consensuaron la medida como para evitar que Fernández entrara en los pormenores del permiso mencionando 500 metros devenido casi inexistente y que en muchos lugares se lanzara la gente a caminar buscando el aire libre?
Por estas horas parece razonable marcar algunas cuestiones de fondo y forma que deberían llamar la atención del accionar del presidente que, desde el inicio de la pandemia, lo colocó en el estrato del manejo ejemplar de lo sanitario. Cuando comenzó esta tormenta, Alberto Fernandez sostuvo el timón de conducción con firmeza acompañado de la sabiduría de los expertos médicos. A 5 semanas, luce como importante que el timón de las decisiones de una república lo comparta con los otros estamentos del poder.
En la Argentina, hay un cuadro grave fuera del gravísimo coronavirus. La economía está paralizada. Plantear esto es ser nieto mal parido de Adam Smith y sugerir un consejo económico social como quería Alberto en campaña supone ser golpista. Pero esto pasa. Es real. No alcanza con recurrir a la metáfora de preferir trabajadores en sus casas que trabajadores enfermos. Está a la vuelta de la esquina, por ejemplificar, el pago de sueldos e impuestos del mes que viene y los cierres de comercios e industrias.
El Congreso está cerrado. Diputados ensaya con sus comisiones zooms como los de cumpleaños virtuales y el Senado estas bajo llaves gracias a su presidenta que festeja haber obtenido que le rechacen una acción judicial inventando que un considerando de una sentencia vale más que su resolución. Digresión: La Corte le dijo que no consideró su petición y que (hay que leer el voto del doctor Rosatti) no hay causa sin hecho concreto ni, ¡obvio para un cualquier jurista!, no puede haber pronunciamiento sobre habilitaciones que no existen. CFK celebra. Es como decir “festejemos que perdí el juicio pero el juez dice que soy re buena gente”. En fin, otro tema que no es de estas horas.
La justicia está paralizada. La discrecionalidad (por evitar el término arbitrariedad) de la habilitación de feria no es ni una gota en el mar del reclamo de los justiciables. Todo queda concentrado en las manos del Presidente a quien no se le discute su buena intención (y, cómo no, sus aciertos sanitarios) pero sí su olvido de la división de poderes y la república. Y ahora, este mensaje que no coincide con la necesaria coordinación con los gobernador.
Alguien podría achacarle al primer magistrado padecer del vicio argentino de la improvisación de los discursos. En nuestras tierras leer un discurso está mal visto. Recitarlo sin ayuda memoria, parece de más talento, olvidando que el que escribe, piensa antes y durante la redacción, mientras que el que improvisa pisa con alta probabilidad el terreno de la metida de pata. Ya le pasó hace unas semanas a este presidente proponer salidas a correr de la gente para tener que retractarse al instante. Ahora, las caminatas. ¿Le jugó una mala pasada cierto abuso del tono bonachón y de experimentado docente de la facultad? ¿O en realidad se trata de sentirse cómodo con el ejercicio de (todo) el poder para invadir las jurisdicciones locales cortándose solo?
Parece más lo segundo porque dos de los máximos responsables de los distritos que decidieron no apoyar la medida refirieron a viva voz su estupefacción al escuchar el mensaje presidencial. “No se habló así de esto”, le dijo uno a este cronista.
Alberto Fernández impuso la norma sanitaria férrea y pétrea. Cuarentena para todos y todas. Los gobernadores no van a arriesgar ni un centímetro para quedar como los “derogadores” de ella y ser ellos los que levanten el aislamiento de consecuencias imprevisibles. Quizá sería hora en estos tiempos de hartazgos e incertidumbre (lo único cierto es que vivimos en épocas en las que solo conocemos que en dos semanas sabremos que la cuarentena se posterga por dos semanas) que el destino de la nación sea pensado por un presidente que se ha ganado el lugar de serlo a fuerza de trabajo y resultados pero acompañado por los que deben proponer, controlar y gobernar a su par.