Las relaciones internacionales en general y entre los Estados en particular se construyen y mantienen sobre la base de la confianza recíproca y de las “no sorpresas”. Esta confianza debe manifestarse de manera vertical y horizontal alcanzando a todas las personas que representan el accionar de los gobiernos. Permite conocer las realidades mutuas y así explicar, y eventualmente justificar, decisiones complejas. Para analizar, en contexto histórico, el sentido y alcance del comunicado del gobierno argentino sustrayéndose a las negociaciones comerciales con terceros países, hay que apreciar cuál fue y es todavía la verdadera esencia y significado del Mercosur. Mercosur fue concebido inicialmente durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Estuvo inspirado en la voluntad de superar antiguas e inexplicables suspicacias entre Argentina y Brasil. Abrió el camino para una exitosa complementación industrial, para suscribir sistemas de transparencia recíproca en cuestiones estratégicas y nucleares -algo inédito para la época-, solidificó con instrumentos específicos los sistemas democráticos del bloque así como los Derechos Humanos y el respaldo regional a la posición argentina en la disputa bilateral con el Reino Unido en el Atlántico Sur. La idea madre era y debería seguir siendo: avanzamos juntos y nos apoyamos entre los socios. Ese fue el criterio que nutrió las normativas subsiguientes. Además, permitió interesar a Chile y atraer a Bolivia y Paraguay, hoy actores centrales por sus impulsos exportadores a través de la Cuenca del Plata sistema fluvial que “controla” Argentina y beneficia las provincias del Litoral –y a Uruguay, nuestro noble y paciente vecino, socio de la historia-, del Río de la Plata y del Acuífero Guaraní, el reservorio de agua dulce supuestamente más grande del mundo. La ideología del Mercosur fue, en principio, comerciar entre los socios –Uruguay algo quejoso–, pero también exportar hacia terceros mercados como mejor camino para fortalecer al Estado ampliar la base laboral, ingresar divisas, crear empleo privado, estimular las inversiones propias y de terceros, modernizar, las industrias y convertirse en el país cuyo destino esperan y merecen todos los argentinos.
De allí que la opinión publica internacional y nacional debió sorprenderse, perpleja, cuando se conoció el comunicado del gobierno de Paraguay informando oficialmente que “la República Argentina dejaba de participar en las negociaciones y acuerdos comerciales en curso y de las futuras negociaciones del bloque….”, asestando un golpe a la credibilidad, importancia, dimensión y peso del Mercosur e ignorando buena parte de lo que el Mercosur implica para Argentina. La “explicación” del Gobierno es de sabor, de algún modo, humillante. Si bien subraya la importancia de la integración, Argentina detiene la marcha de las negociaciones por la pandemia y porque “protege a las empresas , el empleo y la situación de las familias mas humildes”.
Pareciera que no se entiende lo que es la Argentina como país y lo que significa dentro del sistema internacional. Argentina es el octavo país más grande territorialmente del mundo. Posee uno de los litorales marítimos más extensos y ricos, reconocido por las Naciones Unidas. Domina la tecnología nuclear y la tecnología satelital. Sus primeros satélites fueron exhibidos en el museo Smithsonian de Washington como exponente de tecnología e innovación, es gran productor eficiente de alimentos, posee enormes reservas de litio y la segunda de shale gas del Hemisferio Occidental. Diplomáticos argentinos han ocupado y ocupan cargos centrales en el mundo. La Argentina fue elegida, a la par que Brasil, numerosas veces en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y sus Fuerzas de Paz se destacaron en los Balcanes, Kuwait, Chipre, Haiti, Angola y Medio Oriente y es la Sede del Tratado Antártico por su histórico aporte pacífico a esa región. Dotada, además, de un impulso cultural indetenible, si se mira las personalidades literarias musicales y plásticas. Con una medicina entre las más innovadoras y confiables. Es justamente así como nos ven desde afuera. Por eso integramos el Grupo de los Veinte desde su creación y somos recomendados por los principales países para ingresar a la OCDE. Pues bien, ese país, que es la Argentina de siempre, aparentemente no está en condiciones de participar con sus socios del Mercosur en negociaciones comerciales presentes y futuras porque de hacerlo, pone en peligro su industria y los más humildes. La segunda economía del Mercosur, la tercera de América Latina, poseedora de inmenso potencial, se sumerge en el aislamiento por propia determinación. En un mundo indefectiblemente interconectado por instituciones, culturas y cadenas de valor para potenciar las industrias, nuestro Gobierno decide hacerse en miniatura para meterse en una cueva de vizcacha, tantas veces usada sin éxito alguno generando sensible atraso como consecuencia. Sacrificaríamos el futuro en pos de la coyuntura. Esa postura cortoplacista es, precisamente, la que golpea a las industrias, a las pymes, afectando a los humildes y aumentando la pobreza.
La buena diplomacia demuestra, con múltiples ejemplos que nunca hay que abandonar los escenarios que nos pertenecen. Se pierden espacios y recuperarlos es muy difícil porque las sillas vacías no esperan a quienes cultivan actitudes sustancialmente timoratas.
Ahora bien, la postura de nuestro gobierno compromete la confianza –máximo patrimonio de un país, ¡entendamos esto por favor!- dentro del Mercosur como organismo, pero también la confianza de nuestros vecinos en el trato bilateral cotidiano, en América Latina y en el mundo en general. Los Tratados están para cumplirse en letra, acción y espíritu. Es por esto que el comunicado de la Presidencia señala “que los países del Mercosur evaluarán las medidas jurídicas, operativas e institucionales para que la retirada de Argentina no afecte la integración comunitaria”. Argentina tendría una voz imperceptible en esas evaluaciones porque habrá deteriorado su peso real y la confianza que es, insisto, el principal patrimonio de personas y gobiernos. No estamos facilitando la renegociación de la deuda, la repatriación de capitales, las inversiones y las generación de empleo. Estamos, lamentablemente, haciendo lo contrario a nuestros reales intereses. Estamos dejando que el Mercosur siga camino solo y así debilitando todo lo que significa para nosotros en el orden internacional, en el político y en el económico/comercial. Ojalá todo sea un malentendido y se pueda aclarar pronto.