Es la doctora en Física Angela Merkel quien desde Alemania ubica la discusión en su justo término: una cuestión de valores y principios, no se puede confinar a toda una generación. Lo dice con conocimiento de causa ya que creció en una región que vivió asolada por el militarismo imperial de los Prusianos, la locura genocida del fundamentalismo Nazi y el totalitarismo delatorio de la ocupación soviética. Tanto valoran la libertad que supieron conseguir, que ni siquiera la pusieron en riesgo al aplicar cuarentenas no obligatorias y locales para enfrentar esta tragedia. Se vienen preparando y equipando desde hace mucho tiempo y ahora apelaron al distanciamiento social y a la responsabilidad individual. Y tan mal no les está yendo a los alemanes. Parece que tienen el asunto controlado.
Los Baby Boomers pusieron el grito en el cielo como tantas otras veces a lo largo de su existencia. Fue la generación que surgió como consecuencia del boom de nacimientos de la posguerra, cuando la humanidad recuperó su optimismo y esperanza de futuro luego de varios años de oscuridad. Los que siempre lucharon por las libertades individuales y los derechos de las minorías, contra la segregación racial, aunque a veces radicalizando en extremos sus discursos y posturas, no iban a amedrentarse por un virus y no iban a aceptar mansamente lo que desde los consejos de sabios médicos se les ordenaba.
Algo parecido sucede con los economistas que en el mundo entero están alertando sobre las consecuencias demoledoras que las cuarentenas y otras restricciones están produciendo en las economías de los distintos países. Este mensaje fue captado por muchos gobernantes que alternan entre los consejos de los médicos y las recomendaciones de estos especialistas, en una especie de juego donde la frazada siempre es corta.
En la Argentina corremos nuevamente el riesgo del pensamiento único, si bien son tiempos excepcionales y el mundo entero está en peligro, con sociedades desarrolladas y bien organizadas contando muertos y temblando frente a la saturación de sus sistemas sanitarios. Como en otras tragedias mundiales, volvemos a sacar provecho de nuestra lejanía. Por nuestra ubicación en el Hemisferio Sur y en las antípodas del origen del brote, en el fin del mundo que le dicen, vamos viendo una serie de terror que ya fue estrenada en otros países. Sabemos lo que nos puede pasar. A la irresponsable subestimación temprana por parte del Ministro de Salud respecto de la posibilidad de la llegada del virus a estas Pampas, le siguió una fuerte reacción posterior por parte de la Presidencia con los anuncios de muy estrictas medidas de confinamiento. Esta combinación ha provocado que estemos en una verdadera encerrona, una paradoja, ya que si bien por ahora se habría logrado aplanar las curvas de contagios, hospitalizados y muertos, postergando el tan temido pico epidemiológico, no tendríamos la cantidad de insumos necesarios como para aplicar soluciones algo más inteligentes que un confinamiento masivo y letal para nuestra ya muy golpeada economía. Otros más previsores se equiparon al principio de la epidemia de esos materiales, ahora muy valiosos y escasos.
Es imprescindible que abramos el juego y escuchemos otras voces y puntos de vista. Es muy valioso que se haya llamado a los mejores epidemiólogos y se los esté escuchando y obrando en consecuencia. Eso nos permitió ganar un tiempo valiosísimo para evitar numerosas muertes. Pero también hay que prestar atención a los otros enfoques del problema, no vaya a ser que el remedio termine siendo peor que la enfermedad. La cruda realidad poco a poco va dejando claro que no debería haber disyuntiva alguna entre economía y salud. Todo lo contrario, si no se presta atención a las consecuencias de la cuarentena, la economía terminará corriendo al que se le anime, contrariando los deseos del propio Presidente de la República.
Pero este incidente con los mayores y su rechazo al confinamiento permite sacar a la luz un tema más profundo. No hay Pandemia ni virus alguno que pueda poner en juego las libertades individuales que con mucho esfuerzo supimos conseguir. Por razones médicas y en forma excepcional se podría considerar cederlas en parte, pero con el compromiso y la convicción de reponerlas inmediatamente terminado el riesgo. Algo de difícil concreción en la autoritaria sociedad argentina, más cuando una parte importante de nuestra dirigencia política añora y admira las formas y el sistema de países totalitarios como China, Cuba o Venezuela.
Debemos estar muy atentos, en los años oscuros de la Edad Media un bien superior para aquella época era el cumplimento a rajatabla de la palabra de Dios y la dictadura sacerdotal terminó en la tan temida Inquisición. Algo que padecen ahora los iraníes con su teocracia y la junta de sabios Ayatollah. Los militares son buenos para las guerras, pero nunca debieron gobernar ni decidir el destino de sociedades… y los argentinos lo sufrimos en carne propia. Escuchemos todas las voces y puntos de vista, atendamos todas las recomendaciones pero protejamos por encima de todo a nuestro sistema de vida. Sin libertades y con autoritarismos de cualquier especie no se construirá nada positivo por más que estén respaldados en el conocimiento científico. Hasta la salud terminará sucumbiendo.
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