Ayer me fui a descansar preocupado. Hoy al despertar, la preocupación se tornó indignación ¿Cómo es posible que se limite las libertades de las personas mayores con el argumento de pretender cuidarlas? ¿Cómo es posible desconocer cómo piensan quienes son uno de cada cuatro habitantes de tu sociedad? ¿Se puede ser tan torpe? Señores políticos, a la población se la cuida de muy diversas formas, no limitando sus derechos bajo un argumento tan burdo y anacrónico.
La edad no es sinónimo de funcionalidad ni de estado de salud en una persona. Sabemos que el CoVid-19 provoca mayor daño en los mayores, pero no por eso debemos meterlos a todos en la misma bolsa, infantilizarlos y, lo que es más, tratarlos de estúpidos. Hay muchas personas mayores que son sanas y que conocen otras personas mayores que tienen buena salud y son tan sanas como ellos, trabajan, se enamoran, cuidan, viajan y tiene un proyecto de vida independientemente de su edad.
Lo que están haciendo se llama “edadismo” y es la forma más común de discriminación en el mundo. Por eso, una medida como esta se torna, además de discriminatoria, en una muestra de ignorancia y avasallamiento a los derechos de la persona. Es absurda y muestra desconocimiento. ¿Acaso si también quienes tienen problemas de salud concomitantes como la enfermedad coronaria o la diabetes, y que sabemos que tienen mayor riesgo frente al CoVid-19, deberían tener autorización para salir? Es más, sabemos que las personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica también tiene un riesgo aumentado, ¿deberíamos prohibir que todos los fumadores salgan a la calle? ¿y qué me dicen de las mujeres embarazadas?
Mi amiga Ma Conchita Ramírez, presidenta del Consejo de Sabios de Bogotá en Colombia, habla de un halo mágico que tenemos las personas: la dignidad. Un halo que nos rodea y que nunca debe ser vulnerado sea de quien se trate, de su condición, edad, sexo o forma de pensar. Sin embargo, los Gobiernos suelen ser los primeros en hacerlo como ocurre ahora. Resoluciones como la que se acaba de tomar muestran que no solo no se entiende a la sociedad que se pretende gobernar, sino que se la desconoce. Pero esto no es nuevo.
Las personas mayores históricamente fueron utilizadas como botín electoral y no importa de qué lado de la grieta uno esté parado. El gobernante que te impide salir a la calle, del otro lado de la Av. General Paz te hace ir al banco al mismo tiempo con miles de personas más y aguantar durante horas a la intemperie. La administración que en años pasados gastó millonadas haciendo geromilitancia sin medir impacto, sin rendir cuentas y sin transparencia, hoy les habla a los mayores en inclusivo y compra insumos con sobreprecios. Los mismos a los que se les propuso, entre otras intervenciones, que el Banco Ciudad fuera el primer banco “amigable” para las personas mayores, son los que en julio pasado contestaron que las personas mayores eran votos de ellos y que no había necesidad de preocuparse. Son los mismos que colocan como responsables del área técnica personas sin la más mínima cualificación ni entendimiento de lo que es una persona mayor ni la política pública que necesitan.
Señores dirigentes políticos. Gobernar, hacer política, es defender el bien común, especialmente con las personas mayores que dieron una vida de trabajo y que seguramente muchos de ellos los han votado. Pero también es ejercer con responsabilidad y competencia el rol que les fue confiado.
Se dice que la política envejece a las personas que la ejercen. Lo que estamos viendo hace años, y no importa el color partidario, es política vieja en el mal sentido. Anacrónica y miope, ventajera. Es la que nos muestra una sociedad envejecida no porque haya más personas mayores en ella, sino porque no supieron adaptarse al mayor cambio social del siglo XXI: la sociedad de la nueva longevidad. ¡Porque envejecer no es un problema! Envejecer es parte de la vida y la vida es envejecer.
La sociedad de la nueva longevidad es una sociedad que necesita de evolución y no de revolución. Es un pensamiento colectivo que debe premiar y valorar la vigencia y no tanto la productividad de lo que pueda dar un mayor. Se necesita confianza para aprovechar el valor y la sabiduría que nos da la singularidad de los años vividos. Envejecer no es una opción binaria, de blanco o negro. La vejez es un concepto que puede resultar borroso para un desconocedor, pero un momento de vida donde hay mucha luz si se la sabe buscar.
Las personas mayores son persona con derechos, derechos que nunca deben ser vulnerados, avasallados o menospreciados. ¡Derechos que deben cuidarlos (y cuidarnos)! Porque envejecer hoy es la norma que caracteriza al nuevo siglo y donde cuidar es garantizar dignidad, autonomía y derechos. Es hacer política bien entendida, la que defiende el bien común.
Doctor en Medicina, Universidad de Salamanca, España. Profesor Titular de Medicina, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Profesor Titular de Postgrado, Fundación Barceló, Buenos Aires, Argentina.