Nos encontramos frente a una situación inédita en el mundo, donde un nuevo virus puso en jaque la inercia en la que se movían las sociedades. La pandemia del coronavirus COVID-19 y el confinamiento obligatorio no solamente nos enfrentó cara a cara con la finitud -tabú que el ser humano oculta diariamente por supervivencia-, sino que nos obliga a transformar la crisis en oportunidad creativa.
Esta situación, única y de incertidumbre, puede hacer que el espectro paranoide, esa personalidad tóxica del delirio persecutorio, de la desconfianza permanente, ronde en cada uno de nosotros. No es un buen momento para buscar excusas. La vida son momentos que gastamos, usamos y administramos. Depende de nosotros aprovechar las crisis, ya que es en ellas y en la diversidad donde emergen los capaces.
¿Y cómo se hace frente a esta situación? Con una educación que busque un “optimismo realista”, ya que no podemos cambiar los hechos, pero sí podemos tomar actitudes para afrontar el problema y hacer lo mejor posible. Quien no se forma para ser capaz de crear, de innovar y ser resiliente, es un incapacitado social.
Hay que encontrar buenos promedios en la crisis, porque nadie es un robot, una máquina perfecta. Todo es un promedio: el medio es un promedio, las personas son un promedio y los vínculos son un promedio. Y para superar esa perfección del robot, hay que ser creativo.
Una educación de vanguardia debe enfocarse a formar personalidades cívicamente aptas en el ejercicio de su rol soberano. El Estado y la Nación en su conjunto, deben priorizar la educación como eje de cambio y desarrollo del ser humano y de la sociedad.
Por todo lo aquí expresado y a la luz de las decisiones que se han tomado y seguirán tomando a nivel local, regional y mundial para sobrellevar esta situación de pandemia y crisis es que se hace imprescindible poner en valor a la política, ya que son los conductores de las naciones quienes tomarán el timón para sacarnos de esta situación. El futuro será alentador si podemos formar a los dirigentes políticos, de manera ética, moral y profesionalmente para que logren liderar los cambios que lleven a nuestras sociedades a estar cada vez más capacitadas.
La crisis humanitaria en la que nos ha puesto el COVID-19 es una oportunidad de resiliencia. No la desperdiciemos.
El autor es presidente de la Confederación Mundial de Educación (COMED), presidente de la Federación de Asociaciones Educativas de América Latina y el Caribe (FAELA), rector emérito de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y asesor general del Grupo Vanguardia Educativa (VANEDUC).