Un gesto trascendente en medio de la crisis

Este aniversario ofrece otra oportunidad para reflexionar sobre las tendencias que nos llevaron a errores y frustraciones en la disputa con el Reino Unido sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. Pero, a diferencia del pasado, el 2 de abril de 2020 es sustancialmente distinto. Nos encuentra frente a un nuevo e indefinido contexto global, cuya sombra se advertía desde años –sin ser atendida– como el cambio climático, el futuro del trabajo, el proteccionismo, el inexplicable aislacionismo de las potencias “rectoras”, las fisuras en la Unión Europea y ahora, para colmo, el coronavirus. Esta pandemia ha fragmentado al sistema internacional, a los países internamente y promete, además, rediseñar por muchos años las conductas de los todos los actores y factores que pesan en el mundo.

Consecuentemente, si los aniversarios son útiles para repensar estrategias, estas no pueden divorciarse del contexto. De allí que, como decía al principio, podríamos aprovechar el momento de crisis para prometernos no recaer en las tendencias negativas que llevaron a malograr oportunidades y retomar las políticas positivas que fueron gradualmente exitosas. La primera tendencia negativa consiste en provocar deliberadamente la confrontación con el Reino Unido y hacer de esta una “política de Estado”. La confrontación en cualquiera de sus niveles –política, diplomática o militar– es estéril y riesgosa, fortalece a los sectores más reluctantes de las Islas, nos aleja de nuestros objetivos y decepciona a los más jóvenes. La segunda tendencia es el voluntarismo. Se traduce en suponer que nuestros argumentos, si bien indudablemente sólidos, son los únicos que “juegan”, que todos los “compran” sin matices y por no generar rápidos resultados, engendra frustración, que es la tercera tendencia errónea. Esta percepción, muy negativa, reduce alternativas, radicaliza las opiniones y lleva el tema exclusivamente a la política interna que, ocasionalmente, limita fuertemente las gestiones dispuestas por la Resolución 2065/65 de las Naciones Unidas. Esta Resolución, no obstante, el tiempo transcurrido, es la mejor herramienta para obtener soluciones razonables. Una cuarta tendencia es la evasión por medio del derecho, a que aludía Gustavo Ferrari hace muchos años atrás (“Esquema de la Política Exterior Argentina". Eudeba, 1981). Promover el “transferencismo”. Vale decir, buscar soluciones dictadas por terceros -jurisdiccionales o no- pero que anulan la vigencia de la mencionada Resolución mediante la cual se avanzaron propuestas muy constructivas. Finalmente una última tendencia es, por motivos políticos de corto vuelo, leer la realidad siempre de manera negativa para desacreditar al gobierno de turno. Un ejemplo de esto último es la carta de Theresa May, primera ministra británica, al presidente argentino, de fecha 2 de Agosto de 2016, tomando la iniciativa después de muchos años, y ofreciendo una agenda para discusiones. Si se observara la carta a trasluz, reconoce la disputa y reconoce a la Argentina como parte en aspectos muy sensibles de la problemática isleña. Tengamos presente que es un documento cuidadosamente escrito por plumas de la mejor y más astuta diplomacia del mundo. Otro ejemplo es el Comunicado Foradori/Duncan firmado en Buenos Aires, que recomienda medidas para ambos países, pero que algunas personalidades nuestras lo interpretaron como una “imposición”unilateral a la Argentina.

Ahora bien, pasar a una política positiva para poner de lado las frustraciones requiere, en primer lugar, mejorar al máximo posible la relación con el Reino Unido, enfatizando las convergencias que son muchas y conocidas. En los períodos que la relación fue óptima las negociaciones sobre la disputa avanzaron, la presencia argentina en las Islas se hizo ostensible y necesaria y una transacción beneficiosa parecía cercana. La guerra nos llevó a fojas cero. Se retomó el diálogo desde muy atrás aceptando el Reino Unido que la disputa estaba tan viva y actual como antes de la guerra. El acercamiento dio resultados a todos los niveles de la relación bilateral, hecho que repercutió en una mayor influencia argentina en las Islas, paso previo y necesario a cualquier discusión de fondo. Por esto, a pesar de las peculiaridades y ambigüedades, no hay otro camino que mantener una óptima relación con el Reino Unido. No existen soluciones a problemas coloniales, políticos o estratégicos que se hayan resuelto de manera pacífica sin, previamente, una relación de armonía y confianza entre las partes (John Kerry, secretario de Estado de los EEUU, informando sobre los arreglos limitando la capacidad nuclear de Irán). De allí que conocer a los británicos es esencial. Estudiar su historia sin “culpa” y sus políticas relativas a las ex colonias. Aceptar que los pueblos se endurecen frente a las dificultades y nunca lo contrario. Los ingleses son un máximo exponente de ello. No se “ablandaron” con las bombas del nazismo cuando hubieron de soportarlas en soledad, tampoco será ahora el Brexit o la crisis global que aludíamos al principio lo que los hará más flexibles. Lo que seguramente los pondrá más cercanos será recuperar la histórica buena relación y, por encima de todo, la esperanza de que el vínculo se mantenga a través de los Gobiernos argentinos.

Asumido esto último, dejar que la diplomacia encare gradualmente las gestiones relativas a la disputa. Habría dos aspectos previos que la diplomacia conoce. Toda discusión empieza por lo más convergente, nunca por el nudo de fondo. A veces pedir “menos” obtiene mucho más. En la Conferencia sobre Cooperación y Seguridad Europea (Helsinki,1971/73, Nixon-Brézhnev), Occidente en un contexto desfavorable (Vietnam, crisis petróleo, carrera nuclear, descolonización etc.) concedió la mayor parte de los puntos políticos y estratégicos (canastas) exigidos por la URSS y sus satélites (Consagración fronteras guerra fría y “doctrina Brézhnev, limitación ejercicios militares, entre otros). Propuso solo una canasta que los soviéticos aceptaron con indulgente condescendencia. Fue la referida a las comunicaciones y aspectos humanitarios, derechos individuales, movimiento de personas, etc. En el clima cuasi bélico de la época, “tanta concesión” y aparente debilidad por parte de Occidente, parecía ingenuo, casi ridículo. Sin embargo, las comunicaciones y los movimientos de personas fueron determinantes y años después implosionaba pacíficamente la URSS. Tengamos siempre este episodio en cuenta. El segundo aspecto es que los Isleños, si bien no son una “parte” jurídicamente hablando, son actores con una voz central para el Reino Unido y un significativo sector de la comunidad internacional. Después de Kosovo y Chagos han adquirido mayor relevancia.

Por todo lo anterior, en este nuevo 2 de abril, y a la luz de este imprevisible, pero más solidario contexto internacional que se avizora, resulta de crucial importancia el gesto del Gobierno argentino hacia las Islas, formalizado por el embajador Daniel Filmus a cargo del tema Malvinas en la Cancillería, en el sentido de ofrecer ayuda a las Islas con motivo del coronavirus. Esto podría o no significar un cambio de matices respecto de los habitantes a cuyo bienestar debemos atender (Res. 2065 y 3160). Pero no cabe duda alguna de que el gesto será registrado positivamente por el Foreign Office, el Parlamento Británico, la prensa en general, la población de las Islas y los ex combatientes de ambos lados así como sus familias. La postura escéptica de las autoridades isleñas es política y no debería sorprender, ni desalentar, esta tendencia afirmativa que solo puede aparejar progresos sobre el fondo del asunto.

Parecería claro que, hasta que no haya una Argentina estable y previsible, esa solución no está a la mano (Neil Kinnock, Carlos Ortiz de Rozas, CARI, “Diplomacia Argentina en Naciones Unidas”, Estudio Preliminar, 2008). Pero lo que sí es indiscutible es la voluntad de todos los argentinos desde siempre y al margen de sus ópticas políticas, de asumir esta crisis para hacer mejor las cosas en todos los campos.

El autor es embajador y fue vicecanciller