La educación patas para arriba: un llamado a la calma

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La cuarentena por el COVID-19 sacó compulsivamente de la escuela a más de 850 millones de chicos en todo el mundo. Muchos países afectados por la reclusión obligatoria, incluido Argentina, migraron de un día para el otro hacia propuestas educativas a distancia.

Los debates crecieron a la par de los deberes. Los medios se inundaron de opiniones, sentencias y reclamos que, a veces, olvidan básico: garantizar educación para todos y todas ya era difícil y se vuelve aún más difícil aún en un escenario de pandemia mundial.

Nuestro reflejo como educadores ante la excepcionalidad es performativo y eficientista. Queremos darle continuidad a una normalidad tambaleante sin considerar que estamos frente a un escenario de emergencia. En un conocido blog, una profesora española propone que antes de centrarnos en las actividades académicas deberíamos incorporar un nuevo hábito en el trabajo virtual con nuestros estudiantes: el protocolo “¿Cómo estás?”. El acompañamiento y la contención también son importantes, no solo el aprendizaje.

Esta cuarentena expone crudamente algunos aspectos del sistema escolar que naturalizamos, como las funciones de cuidado y alimentación. La mayoría de las quejas que leemos en redes pasan por las dificultades para trabajar y cuidar a los chicos en casa, más que por lo que van a dejar de aprender por no asistir a la escuela.

También se visibilizan las dificultades del uso de las tecnologías para la educación, cuando en el hogar solo una computadora debe alcanzar para el trabajo de los adultos, las tareas de los hermanos y el entretenimiento en cuarentena, si es que hay computadora. De hecho, sabemos que los hogares más pobres no cuentan ni con una notebook ni con conexión wi fi y su acceso a las actividades escolares, cuando las hay, es a través de un teléfono celular.

A su vez, aún en los casos en que las condiciones tecnológicas están garantizadas, las plataformas y sitios educativos se vieron desbordados por la demanda masiva hasta quedar inhabilitadas. Las limitaciones técnicas del pasaje a la virtualidad se suman a las didácticas y abonan un nuevo capítulo en el debate entre defensores de la escuela tradicional y los “tecno-fundamentalistas” que proponen el reemplazo de la tecnología escolar por inteligencia artificial.

Con la cuarentena, las desigualdades no desaparecen, se profundizan.

Necesitamos parar. Necesitamos calma.

Las escuelas tienen preguntas importantísimas para hacerse. ¿Qué estamos aprendiendo en estos días? ¿Qué deberíamos hacer y qué hacer de otra manera o dejar de hacer? ¿Cómo se posiciona el docente en una situación como esta? ¿Existe una revalorización de la función propia del rol?

Esta migración compulsiva evidencia realidades que están a la vista y no siempre son tenidas en cuenta: madres, padres, abuelos, hermanos haciendo malabares para poder dedicar tiempo y espacio para ayudar a cada uno de los chicos en las tareas, chicos angustiados por la acumulación de trabajo para entregar, docentes que no dan abasto, chicos que no tienen a nadie que los ayude, chicos que no tienen nada para hacer...

Los especialistas son cautos y advierten que las posibilidades de acceso y uso de las tecnologías deberían determinar las actividades educativas y no al revés. Alejo González de la UNIPE propone “un .pdf con actividades para bajarse y leer offline, si sabemos que los chicos tienen poca conexión; un video, si sabemos que tienen mayores posibilidades; lecturas de extensión sensata, si sabemos que van a leer desde los celulares; no pidamos uso de Word, si los chicos van a leer y escribir desde el celular: una captura de pantalla de una hoja puede ser lo mejor para todos”. El cuidado de los espacios es fundamental, y agrega: “Prioricemos la salud mental de todos: a menos que no quede otra, evitemos el exceso en la comunicación sincrónica (en tiempo real) o la mensajería por Whatsapp. Más aún con los alumnos. Busquemos canales de mensajería que nos den tiempo para gestionar nuestro trabajo”.

Si bien muchos de los recursos para educación a distancia están disponibles gratuitamente, las condiciones socioeconómicas refuerzan las diferencias que ya existen en la escuela en el trabajo a distancia. Un ejercicio contrafáctico nos permite ahora preguntarnos, ¿Qué hubiera pasado con estas diferencias si no se hubiese interrumpido la provisión de computadoras para todos los estudiantes de educación media que garantizaba el Plan Conectar-Igualdad? Quizá la respuesta la encontremos en las herramientas, coordinación y capacitación docente en países que le pudieron dar continuidad a ese tipo de planes, como Uruguay.

Nuestro sistema educativo mostró una gran capacidad de reacción ante esta situación extrema. Con seguridad las propuestas que vengan se irán acomodando, adaptándose y aprendiendo de aciertos y errores. Ajustándose en el espacio y el tiempo. Adecuándose a los diferentes contextos sociales. Y no estaría mal parar la acción frenética para pensar detenidamente cómo seguir.

No hay recetas para lo nuevo. No hay pociones mágicas para resolver cuestiones que la pedagogía todavía no ha resuelto.

Está todo por hacerse. Para los pansophianos, el objetivo es que todo el saber humano sea para todos los seres humanos

Que nadie quede afuera.

Mariano Narodowski, Gustavo Romero, Agustina Lenzi, Cristina Carriego, Emiliano Pereiro, Marìa Laura Carrasco y Marìa Eugenia Arias

Pansophia Project es un movimiento que proyecta el futuro de la educación. Para que el saber humano sea para todos los seres humanos.