Hay que constituir ya un Consejo de “Posguerra”

La pandemia de coronavirus forzó al Gobierno a tomar medidas drásticas de restricción de actividades y movimientos en todo el país, que irán más allá del primer plazo fijado. Ello implica también una “cuarentena” para toda la problemática socioeconómica que enfrentaba el país en la era pre epidémica

(Adrián Escandar)

La pandemia de coronavirus ha forzado al Gobierno argentino a tomar medidas drásticas de restricción de actividades y movimientos en todo el país, que se extenderán más allá del primer plazo establecido. Ello implica también una “cuarentena” para toda la problemática socioeconómica que enfrentaba el país en la era pre epidémica.

Pero mientras la expansión del virus puede ser frenada por estas medidas, los temas acuciantes de la agenda -deuda, hambre, recesión, inflación, pobreza- emergerán agravados de este período de inmovilidad.

Alberto Fernández, siguiendo a sus pares en el mundo, ha dicho y reiterado que estamos en “guerra” contra un “enemigo invisible”, metáfora oportuna para alertar a los argentinos y sustentar las medidas excepcionales que debió tomar.

Por eso mismo desde ahora habría que empezar a pensar en cómo enfrentar la posguerra mientras simultáneamente se sigue librando la batalla sanitaria.

El Gobierno ya dejó pasar una oportunidad, tras las elecciones, desaprovechando la expectativa despertada por su promesa de creación de un Consejo Económico y Social, como expresión institucional de la unidad nacional y de la voluntad de los argentinos de aportar, deponiendo el espíritu de facción y el ideologismo, a la reconstrucción del país.

La pandemia puede lograr que se haga ahora por necesidad lo que no se hizo antes por conciencia.

El azote de un virus importado a la velocidad del rayo ha puesto en evidencia la necesidad de estrechar filas y aceptar todos los aportes, cortando por lo sano con la costumbre de eludir los problemas más graves promoviendo una agenda que, por muy mediática que sea, ahonda divisiones pues encarna reclamos de minorías. O de descalificar a actores de la vida nacional por agravios pasados.

Hospital de campaña en Campo de Mayo

Si estamos en una guerra, lo que corresponde es constituir desde ahora un Consejo de Posguerra, como hizo Perón en 1944, integrado por los mejores especialistas de todas las disciplinas, de toda ideología, con el solo denominador común de la excelencia, para crear un verdadero laboratorio de ideas que nos permitan sortear la acuciante situación presente y porvenir.

La anticipación es clave, como lo demuestra aquella experiencia. Al igual que otras naciones del mundo, también en ese entonces la Argentina se preparó con tiempo para mitigar, en la medida de sus posibilidades, las consecuencias negativas del conflicto y sentar las bases de la reconstrucción de posguerra.

El Consejo, creado en septiembre de 1944, presidido por Perón y coordinado por José Figuerola, produjo en un año de funcionamiento una enorme cantidad de información, análisis, proyecciones, propuestas y programas de trabajo para todas las áreas de acción pública, en base a la recopilación de datos de la realidad a lo largo y ancho del país, algo esencial para toda planificación. Ver, base para apreciar; apreciar, base para resolver; resolver, base para actuar.

De ese Consejo, surgieron las políticas públicas que el Estado argentino aplicó en los años siguientes. También los cuadros para llevarlas a cabo.

La pandemia ha producido un cataclismo que no sólo desarticuló el devenir cotidiano del país sino que nos proyecta hacia un estadio diferente de la Historia. También reafirma que a problemas globales hay que darles soluciones globales.

(Franco Fafasuli)

Por ello tuvo gusto a poco que el Presidente, en la reunión virtual con líderes del G20, haya sugerido que “la urgencia que marcan las muertes obliga a crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria”, obviando que, más allá de lo coyuntural, hay que instalar también la necesidad de adecuar las instituciones supranacionales al escenario que surgirá de la crisis.

Los organismos multilaterales nacidos de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, tras el final de otra guerra que alteró el escenario geopolítico, han puesto en evidencia un inimaginable grado de imprevisibilidad para garantizar la paz y la gobernabilidad planetaria, así como de impericia para prevenir la salud de la población mundial. Por ello, o se reformula la agenda de propósitos de dichos organismos o, se crea nuevas instituciones supranacionales con el grado de idoneidad necesario para enfrentar los nuevos desafíos que plantea esta compleja y cambiante realidad.

Este contexto geopolítico, que proyecta en dos dígitos la caída del producto bruto mundial, los precios a la baja del barril del petróleo y de otros commodities, sumado a nuestra incapacidad o desidia para crear condiciones de estabilidad y confiabilidad política y económica, compromete tanto nuestra capacidad de exportar como de recibir inversiones para crecer y generar puestos de trabajo. Incluso de conservar los ya existentes.

En un país totalmente endeudado y con más de cuatro millones de pobres, el miedo al hambre puede superar el miedo al virus y producir situaciones de convulsión social de no tomarse la decisión de combatir la epidemia y simultáneamente constituir un “comité de crisis”.

A la incertidumbre ante el futuro, y la inquietud social que conlleva, hay que contraponerle la previsibilidad que emana de la imagen de una convocatoria que considere todas las demandas e intereses y reúna todos los talentos al servicio de soluciones imaginativas y lo más equitativas posibles.

La oposición, los empresarios, los sindicatos, las fuerzas armadas, la iglesia y las organizaciones sociales están sumando respaldo, ideas y aportes concretos

La inquietud no debe venir necesariamente sólo del Gobierno. En 1943, por ejemplo, la primera en hablar de un “consejo de posguerra” fue la UIA.

Hoy, se aproximan plumas como la de Pagni - “¿no sería ahora el momento de hacer el pacto económico y social que había prometido el Gobierno cuando asumió?“- o Fernández Díaz -”el Presidente debería crear un comité económico de crisis con los mejores de todas las ideologías y especialidades: (eso) traería tranquilidad a quienes creen que van a sufrir más la mishiadura que la pandemia”- o el “Turco” Asís que, ante la decisión del Gobierno de “extender la cuarentena hasta mediados de abril”, expresó su preocupación de que se “termine la economía argentina”.

Mientras que David L. Katz, experto estadounidense en salud pública y medicina preventiva de la Universidad de Yale, señaló: “En este momento nuestros objetivos son tres: salvar tantas vidas como sea posible, garantizar que el sistema de salud no colapse, pero también asegurarnos de que al cumplir los dos primeros objetivos no destruyamos la economía, y en consecuencia, incluso muchas más vidas”.

Hoy ya se percibe en la Argentina una predisposición a la unidad y al aporte. Hay que aprovechar esa brisa favorable en medio de esta tormenta de frente. El futuro no puede configurarse en función de quién tenga más poder de lobby para imponer su visión.

En los trabajos del Consejo Nacional de Posguerra de 1944 no se encuentra “una particular línea doctrinaria, sino una búsqueda de lidiar con sentido práctico con la realidad impuesta por el fin de la guerra”, escribe Gustavo de la Vega, autor de un libro sobre la labor de ese organismo (Universidad de Quilmes, 2017).

“La redistribución de los recursos humanos, espirituales y materiales de un país, cuando pasa de un período de normalidad a otro extraordinario o viceversa, requiere planes coordinados que no pueden dejarse a merced de la corazonada que inspire la exaltación de un sentimiento o a la audacia de una improvisación. (...) La coordinación sólo es posible cuando se cuenta con la vocación decidida a implantarla, la capacidad técnica para proseguirla y el tiempo suficiente para consolidarla”. Este párrafo de Perón en la inauguración del Consejo Nacional de Posguerra resume la vigencia metodológica de aquella experiencia en la hora actual.

Recordemos que, para darle mayor volumen político, fueron incorporados al Consejo los principales pesos pesado del empresariado de entonces, como Torcuato Di Tella (padre), José Dodero, Guillermo Kraft, Menéndez Behety y Méndez Delfino.

Hoy el país se encuentra alineado con las decisiones del Presidente para paliar la epidemia. La oposición, los empresarios, los sindicatos, las fuerzas armadas, la iglesia y las organizaciones sociales están sumando respaldo, ideas y aportes concretos.

Una unanimidad que sólo se da en condiciones extraordinarias, pero que habría que extender por el mayor tiempo posible, en torno al resto de los objetivos comunes de los argentinos que comprometen tanto el presente como el porvenir.

Porque cuando desaparezca la excepcionalidad, desaparecerá la paciencia.

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