El coronavirus nos cambió el paisaje: ¿y si hacemos algo nuevo?

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Coronavirus, el shock del petróleo y las retenciones son serios problemas. Veamos someramente su impacto y posible solución.

El coronavirus ha desatado el pánico. Países enteros están tomando medidas drásticas. Mucha gente opina que es una verdadera exageración, y otros creen que son medidas que llegan tarde. No hay consenso sobre las consecuencias sobre la salud de la población, qué tan grave serán los efectos y si se justifica en comparación con otras enfermedades. Donde sí hay consenso es en las terribles consecuencias económicas de “cerrar” una ciudad o un país, y es por ello que muchos gobiernos se resisten o demoran en hacerlo.

Veamos las consecuencias económicas. Cerrar colegios o museos genera muchísimos inconvenientes de todo tipo, pero no tiene un gran impacto por sí mismo. En algunos casos se podrá hacer teletrabajo, pero en los trabajos de producción física, o de múltiples servicios, las consecuencias son devastadores. El taxista nunca recupera el viaje que no hizo hoy, ni el hotel la habitación que quedó vacía. Las interrupciones en cadenas logísticas son muy serias y la lista de problemas es interminable. Quienes pierden ventas tienen serias dificultades. Será difícil pagar sueldos y cubrir proveedores por lo que habrá desahorro. El problema se traslada en y a todas las cadenas de valor. Al mismo tiempo los bancos no podrán cobrar sus préstamos, y no tendrán fondos para prestar a nuevos proyectos. Por ello bajan las bolsas del mundo ya que muchas empresas tendrán serias dificultades.

Puesto en forma muy esquemática: si gran parte de la actividad de una ciudad/país se suspendiera solamente por dos semanas, comparadas con las 52 del año, parecería que es “solo” un problema menor. Gran error. Aún cuando luego mágicamente se restituyera al nivel anterior, pudiera llegar hasta un impacto negativo del 4%. Lógicamente es mucho menos porque no todo se suspende, pero al mismo tiempo van entrando en cuarentena otras áreas, por lo que estamos “contagiando” el problema económico. Nadie en el mundo puede sentirse cómodo con una posible recesión del 4% aunque sea contenido en una sola ciudad.

Una caída abrupta y repentina en las ventas tiene consecuencias graves, ya que gran parte de los costos ya están incurridos o no se pueden modificar. Sería muy raro que una empresa pueda ganar dinero, y si pierde, es lo mismo que destruir capital, sin vueltas. Sufren las consecuencias tanto los empleados que pueden perder sus trabajos (o si trabajan por horas cobrar mucho menos) y los proveedores o acreedores, que deberán esperar para cobrar. Es decir, una caída de “solo” 4% en ventas tiene muy graves consecuencias.

También estamos preocupados por Vaca Muerta y el resto de la energía en Argentina, ya que la sorpresiva baja en el precio del petróleo afecta la posibilidad de producir. Nadie empieza un proyecto para cobrar menos que sus costos. Cierto es que se pueden reducir algunos, en difíciles negociaciones con sindicatos y proveedores, pero el que no se puede reducir -al menos hasta que se negocie la deuda argentina- es el costo del capital. Tenemos tasas estrambóticas, delirantes, fuera de toda posibilidad de repago, justamente porque hay temor que el gobierno no pueda/quiera cumplir con sus obligaciones. Si alguien quisiera correr el riesgo de invertir en Argentina puede hacerlo en títulos públicos, sin necesidad de trabajar y traspirar con un emprendimiento de cualquier tipo que sea.

Si nos preocupan las consecuencias económicas del coronavirus, o las dificultades de Vaca Muerta, las mismas conclusiones pueden aplicarse al castigado sector agropecuario con las retenciones. Son impuestos a las ventas, con lo cual es lo mismo que… perder ventas. Con el agravante que de todas maneras hay que incurrir en los costos para poder levantar la cosecha o alimentar a los animales. Si nos aterra perder en forma generalizada el 4% de las ventas, ¿cuánto más grave es que haya retenciones que de un día para otro quitan 3% de las ventas? ¿Y si consideramos que ya había anteriormente este y otros impuestos enormes? Gran parte de los sectores tienen retenciones que van desde 5% hasta el famoso 33% para soja. Además, hay otros impuestos haya o no producción, como IVA, Ingresos Brutos, inmobiliarios o caminos rurales, y se incurre en los costos por la totalidad de la cosecha, aunque gran parte se la lleve el Gobierno.

Al igual que la energía, el sector agropecuario también tiene un costo de capital fenomenal dadas las inversiones en tierra y tecnología. Simplemente pido al lector que lo piense cada vez que alguien diga que un chacarero es rico.

El coronavirus nos cambió el paisaje. El shock del petróleo nos hace recapacitar sobre la importancia de producir a muy bajo costo. El sector agropecuario no tendrá recursos para el año que viene. Todo es cierto, todo es serio, todo es grave. Debemos tratar de mantener la actividad económica.

¿Qué hacer entonces? Busquemos un enfoque diferente, hay que hacer algo nuevo. Es indispensable modificar los impuestos y costos fijos alejándonos de nuestro esquema impositivo rígido y convertirlos en variables en función del nivel de rentabilidad o de producción. Al fin y al cabo, si se reduce la actividad económica la recaudación será cero.

La autora es economista de la UCEMA

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